Al menos el bruto este pregunto y no la acuso directamente... ¿hasta cuando? GRACIAS POR LEER. Estoy muy contenta de que les este gustando la historia. Dejen sus comentarios, likes y reseñas. Mientras mas likes y comentarios, mas actualizaciones.
— Te encargarás de que el jardín quede impecable antes de que lleguen los organizadores. Luego lavaras todos los manteles y servilletas — especificó Caterina a la joven esposa de su hijo siquiera sin mirarla —. Ah, y por último, el traje de Cristóbal llegará a las siete, así que te asegurarás de que esté en perfectas condiciones para mañana.— ¿Qué sección del jardín debo limpiar? — preguntó, Amelia, inocente.La mujer sonrió con malicia.— Todo.Amelia parpadeó, contrariada.— Pero… es muchísimo. Me tomará el día entero y…— Es una gala benéfica. ¿Te haces una idea de cuantas personas vendrán mañana?— Lo sé, pero aun así…— Es mejor que comiences ahora si quieres terminar hoy.Y sin más, la dejó allí plantada, aprovechándose de la larga ausencia de Cristóbal por ese día.Sin más remedio, Amelia obedeció. Preguntó al jardinero todo lo necesario y este muy amable le ofreció a ayudarla, de lo contrario, no terminaría hasta el día siguiente.Como a eso de las siete, el césped estaba poda
Amelia apartó las manos lejos del contacto de Cristóbal, y a pesar de lo contrariado y pésimamente mal que se encontraba, a este no le vino en gracia.— ¿Eso… te lo hiciste ayer? — preguntó con voz profunda.Pero Amelia negó.— No es nada, yo…— ¿Cómo que no es nada, Amelia? ¡Tuviste que habérmelo dicho cuando te pregunté, carajo! — gruñó, severo, pero lejos de estar molesto con ella, lo estaba consigo. Lo estaba consigo porque no soportaba saberla herida en ningún sentido.— Estoy bien, te dije que no es nada — pero la verdad es que esa mañana despertó con un horrible resquemor en las pequeñas heridas.— Por supuesto que lo es. Deja eso que estás haciendo.Amelia alzó el rostro.— Pero aún no termino.— Terminas porque yo lo digo, así que deja eso en este preciso instante y tómate el día. Aprovéchalo para, no sé, alistarte para la gala.— ¿La gala? No creí que yo… asistiría — musitó, confundida y asombrada.— ¿Por qué no lo harías? Eres mi esposa y la madre de mi hijo, te lo dije, así
— ¿Papá Cristóbal? — llamó el dulce hijo del CEO, desde su pequeña altura.Cristóbal se arremangó el pantalón desde las rodillas y se acuclilló para darle toda su atención.— ¿Sí, campeón?— ¿Mamá vendrá a esta fiesta tan grande?Cristóbal suspiró y echó un rápido vistazo a la puerta principal de la mansión desde el jardín, donde ya se encontraban todos. Él también se preguntaba lo mismo. Hace una hora había comenzado la gala y la subasta estaba por dar inicio.Suspiró.— Seguro que sí.El pequeño sonrió, satisfecho, y no solo por la respuesta de su padre.— ¡Guaaaao, esa es mi mami! — exhaló como un caballerito, al tiempo que sus ojos iluminados se perdían en un punto fijo.Extrañado, Cristóbal siguió el curso de su mirada, para entonces quedarse fascinado y completamente poseído con lo que tenía frente a sí. Se trataba de Amelia. Su solo presencia había iluminado el jardín, pero aquel vestido largo, rojo, ceñido y perfectamente de su talla, fue lo que llamó no solo su atención, sino
El asombro no tardó en dibujarse en los rostros de todos los presentes. Todo el mundo se preguntaba quién era la mujer de belleza apabullante que iba del brazo del CEO, y el pequeño que sonreía inocente en medio de ambos.Cristóbal lo dejó muy claro: Ellos eran su esposa y su hijo.Más tarde, la gala ya había dado inicio. Todo el mundo estaba donando.— Brazilia. ¿Has visto a Amelia? — le había perdido el rastro luego de que bajaran del podio.— Creo que fue al tocador, no estoy segura.— Bien, quédate cerca de Cristóbal.La mujer asintió y le regaló una sonrisa, antes de verlo desaparecer.Cristóbal cruzó el pasillo del servicio y no se detuvo hasta que alguien se cruzó en su camino.— Renata — musitó, desconcertado, al reconocer a su ex prometida allí.— Hola, Cristóbal.— No sabía que vendrías.Ella esbozó una sonrisa triste.— ¿Eso hubieses querido?— No, pero…— ¿Qué? ¿Mi presencia puede incomodarla? — preguntó en tono herido.— Renata…— Tu madre ya me puso al tanto de quién fue
La mañana siguiente, a primera hora del día, la alarma de Amelia sonó.Suspiró con nerviosismo al descubrir que día era.Mensualmente, acudía al hospital para tener información sobre cómo iba su proceso de espera para un nuevo corazón, así que se alistó en menos de nada y avisó a Brazilia que saldría a atender un asunto personal.Cuando llegó, lo hizo sin mayor esperanza, pues sabía con lo que se encontraría. Todo seguía igual. No había ningún donante, y si lo hubiera, ella seguiría en espera.— ¿Cómo te has sentido estas últimas semanas? — preguntó el médico de Amelia, antes de hacerle un rápido chequeo.— Bastante bien.El doctor asintió.— ¿Y estás tomando tus medicinas?Ante la pregunta, Amelia recordó que se las habías saltado un par de veces.— Sí — respondió a cambio.— No lo parece — expresó el hombre, que tenía en buena estima a Amelia desde los años que llevaba tratándola y conociéndola. Dejó lo que estaba haciendo y se sentó frente a ella, cruzando las manos —. No tienes bue
— Eh, campeón, ¿cómo te sientes? — preguntó Cristóbal a su pequeño, tan pronto despertó.El dulce niño se quejó levemente mientras abría los ojos.— ¿Papá Cristóbal? — llamó con su voz inocente, feliz de verlo.— Sí, campeón, estoy aquí.— ¿Qué me pasó?— Tuviste un accidente en la escuela, pero vas a estar bien, ¿de acuerdo?— Mjum — dijo valiente — ¿Y mi mami? ¿Dónde está? Quiero verla.Cristóbal convirtió las manos en dos puños muy apretados, otra vez rabioso. Amelia estaba en quién sabe dónde mientras su hijo estaba allí, preguntando por ella. ¡Era una descarada! ¡Pero ya le haría frente y le importarían muy poco sus lágrimas fingidas! ¡No lo embaucaría ahora que sabía la verdad!— ¿Por qué no vamos a casa y de camino pasamos por un helado? ¿Te gusta la idea? — lo distrajo a cambio.El pequeño se emocionó.— ¡Siiii!Minutos más tarde, ya había firmado todo lo necesario para irse. El accidente no había pasado a mayores, pero el pequeño debía un vendaje durante un par de semanas en e
Entrada la madrugada, bajo el halo de la luz plateada que entraba por la ventana del despacho, todavía se encontraba Cristóbal Cienfuegos, incapaz de conciliar el sueño, y es que después de aquella efusiva discusión con Amelia, se había quedado demasiado inquieto.“Esto no es un matrimonio” recordó con braveza y dolor.Se recargó contra el respaldo de su silla y negó con la cabeza, pensando con frialdad. No podía seguir así. Tenía que enterrar los sentimientos que guardaba por Amelia, tenía que… enterrarla en lo más profundo de su ser.— ¿Señor? — la voz de Brazilia lo sacó de sus vacilaciones.Cristóbal bajó el rostro.— Dime, Brazilia. ¿Por qué estás despierta a esta hora?La amable mujer torció una sonrisa.— Es el niño. No ha querido dormir. Llora y pregunta por su madre.Cristóbal suspiró y se pasó la mano por el rostro.— Yo me encargo. Ve a dormir.Brazilia asintió ligeramente y desapareció antes de que Cristóbal tomara el control de la situación. Dejó todo lo que estaba haciend
— Cristóbal…— No, esta vez hablaremos. Me explicarás qué fue todo eso allí dentro — y decidido, entrelazó su mano a la suya y la arrastró a la habitación. Una vez cerró la puerta, la miró a los ojos — ¿Y bien?Amelia exhaló suavemente, cansada. Las ojeras bajo sus ojos lo demostraban.— No sé qué quieres que te diga.— La verdad. Por única vez, solo quiero la verdad.Ella negó.— La verdad siempre la has tenido frente a tus ojos, Cristóbal.— No estoy para acertijos, Amelia, así que habla. ¿De dónde diablos sacas que te envié dinero para que… desaparecieras de mi vida? — de solo pensarlo, no le encontraba ni pies ni cabeza, sobre todo porque él hubiese dado absolutamente todo para que eso no ocurriera.— De tu madre.Cristóbal cerró los ojos y suspiró.— ¿Otra vez con eso?— Me estás pidiendo la verdad, ¿no? — respondió con desinterés. Ya no le importaba si le creía o no, pero al menos en su ser quedaba que había sido sincera — Ese día… ella fue a verme…— Lo sé, te ofreció dinero y l