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— ¿Papá Cristóbal? — llamó el dulce hijo del CEO, desde su pequeña altura.Cristóbal se arremangó el pantalón desde las rodillas y se acuclilló para darle toda su atención.— ¿Sí, campeón?— ¿Mamá vendrá a esta fiesta tan grande?Cristóbal suspiró y echó un rápido vistazo a la puerta principal de la mansión desde el jardín, donde ya se encontraban todos. Él también se preguntaba lo mismo. Hace una hora había comenzado la gala y la subasta estaba por dar inicio.Suspiró.— Seguro que sí.El pequeño sonrió, satisfecho, y no solo por la respuesta de su padre.— ¡Guaaaao, esa es mi mami! — exhaló como un caballerito, al tiempo que sus ojos iluminados se perdían en un punto fijo.Extrañado, Cristóbal siguió el curso de su mirada, para entonces quedarse fascinado y completamente poseído con lo que tenía frente a sí. Se trataba de Amelia. Su solo presencia había iluminado el jardín, pero aquel vestido largo, rojo, ceñido y perfectamente de su talla, fue lo que llamó no solo su atención, sino
El asombro no tardó en dibujarse en los rostros de todos los presentes. Todo el mundo se preguntaba quién era la mujer de belleza apabullante que iba del brazo del CEO, y el pequeño que sonreía inocente en medio de ambos.Cristóbal lo dejó muy claro: Ellos eran su esposa y su hijo.Más tarde, la gala ya había dado inicio. Todo el mundo estaba donando.— Brazilia. ¿Has visto a Amelia? — le había perdido el rastro luego de que bajaran del podio.— Creo que fue al tocador, no estoy segura.— Bien, quédate cerca de Cristóbal.La mujer asintió y le regaló una sonrisa, antes de verlo desaparecer.Cristóbal cruzó el pasillo del servicio y no se detuvo hasta que alguien se cruzó en su camino.— Renata — musitó, desconcertado, al reconocer a su ex prometida allí.— Hola, Cristóbal.— No sabía que vendrías.Ella esbozó una sonrisa triste.— ¿Eso hubieses querido?— No, pero…— ¿Qué? ¿Mi presencia puede incomodarla? — preguntó en tono herido.— Renata…— Tu madre ya me puso al tanto de quién fue
La mañana siguiente, a primera hora del día, la alarma de Amelia sonó.Suspiró con nerviosismo al descubrir que día era.Mensualmente, acudía al hospital para tener información sobre cómo iba su proceso de espera para un nuevo corazón, así que se alistó en menos de nada y avisó a Brazilia que saldría a atender un asunto personal.Cuando llegó, lo hizo sin mayor esperanza, pues sabía con lo que se encontraría. Todo seguía igual. No había ningún donante, y si lo hubiera, ella seguiría en espera.— ¿Cómo te has sentido estas últimas semanas? — preguntó el médico de Amelia, antes de hacerle un rápido chequeo.— Bastante bien.El doctor asintió.— ¿Y estás tomando tus medicinas?Ante la pregunta, Amelia recordó que se las habías saltado un par de veces.— Sí — respondió a cambio.— No lo parece — expresó el hombre, que tenía en buena estima a Amelia desde los años que llevaba tratándola y conociéndola. Dejó lo que estaba haciendo y se sentó frente a ella, cruzando las manos —. No tienes bue
— Eh, campeón, ¿cómo te sientes? — preguntó Cristóbal a su pequeño, tan pronto despertó.El dulce niño se quejó levemente mientras abría los ojos.— ¿Papá Cristóbal? — llamó con su voz inocente, feliz de verlo.— Sí, campeón, estoy aquí.— ¿Qué me pasó?— Tuviste un accidente en la escuela, pero vas a estar bien, ¿de acuerdo?— Mjum — dijo valiente — ¿Y mi mami? ¿Dónde está? Quiero verla.Cristóbal convirtió las manos en dos puños muy apretados, otra vez rabioso. Amelia estaba en quién sabe dónde mientras su hijo estaba allí, preguntando por ella. ¡Era una descarada! ¡Pero ya le haría frente y le importarían muy poco sus lágrimas fingidas! ¡No lo embaucaría ahora que sabía la verdad!— ¿Por qué no vamos a casa y de camino pasamos por un helado? ¿Te gusta la idea? — lo distrajo a cambio.El pequeño se emocionó.— ¡Siiii!Minutos más tarde, ya había firmado todo lo necesario para irse. El accidente no había pasado a mayores, pero el pequeño debía un vendaje durante un par de semanas en e
Entrada la madrugada, bajo el halo de la luz plateada que entraba por la ventana del despacho, todavía se encontraba Cristóbal Cienfuegos, incapaz de conciliar el sueño, y es que después de aquella efusiva discusión con Amelia, se había quedado demasiado inquieto.“Esto no es un matrimonio” recordó con braveza y dolor.Se recargó contra el respaldo de su silla y negó con la cabeza, pensando con frialdad. No podía seguir así. Tenía que enterrar los sentimientos que guardaba por Amelia, tenía que… enterrarla en lo más profundo de su ser.— ¿Señor? — la voz de Brazilia lo sacó de sus vacilaciones.Cristóbal bajó el rostro.— Dime, Brazilia. ¿Por qué estás despierta a esta hora?La amable mujer torció una sonrisa.— Es el niño. No ha querido dormir. Llora y pregunta por su madre.Cristóbal suspiró y se pasó la mano por el rostro.— Yo me encargo. Ve a dormir.Brazilia asintió ligeramente y desapareció antes de que Cristóbal tomara el control de la situación. Dejó todo lo que estaba haciend
— Cristóbal…— No, esta vez hablaremos. Me explicarás qué fue todo eso allí dentro — y decidido, entrelazó su mano a la suya y la arrastró a la habitación. Una vez cerró la puerta, la miró a los ojos — ¿Y bien?Amelia exhaló suavemente, cansada. Las ojeras bajo sus ojos lo demostraban.— No sé qué quieres que te diga.— La verdad. Por única vez, solo quiero la verdad.Ella negó.— La verdad siempre la has tenido frente a tus ojos, Cristóbal.— No estoy para acertijos, Amelia, así que habla. ¿De dónde diablos sacas que te envié dinero para que… desaparecieras de mi vida? — de solo pensarlo, no le encontraba ni pies ni cabeza, sobre todo porque él hubiese dado absolutamente todo para que eso no ocurriera.— De tu madre.Cristóbal cerró los ojos y suspiró.— ¿Otra vez con eso?— Me estás pidiendo la verdad, ¿no? — respondió con desinterés. Ya no le importaba si le creía o no, pero al menos en su ser quedaba que había sido sincera — Ese día… ella fue a verme…— Lo sé, te ofreció dinero y l
— ¿Sí, hijo? — se asomó por la puerta del despacho con ojos cansados y pasos quedos. Cristóbal frunció el ceño al verla en ese estado. Ni siquiera iba arreglada como de costumbre. Era la primera vez que la veía sin una gota de maquillaje en el rostro. — Madre, ¿Qué tienes? — No es nada, solo me he despertado más… agotada de lo habitual — tosió —. ¿Para qué querías verme? Cristóbal suspiró y le pidió que tomara asiento, entonces le mostró aquel video. — ¿Reconoces esto? — Sí, claro. ¿Por qué me lo muestras? — ¿Hay algo sobre esto que yo no sepa? — ¿De qué hablas? — Solo responde, madre. — No sé a qué te refieres, hijo. Yo como tu madre solo cumplí con abrirte los ojos respecto a esa mujer, pero creo que no fue suficiente porque de todas formas te casaste con ella. — Deja fuera de esta conversación mi matrimonio con Amelia, madre — espetó, serio. La mujer bajó la mirada. — Desde que esa mujer regresó a nuestras vidas, te estás comportando de forma irrespetuosa conmigo — solt
— ¡Amelia! ¡Amelia…! — llamó, palmeando delicadamente sus rosadas mejillas, buscando desesperadamente que de esa forma reaccionara.Amelia tenía los ojos cerrados, pero parecía no solo querer reaccionar, sino hablar.— Cris… tó…bal — balbuceó con muchísimo esfuerzo, bajo el abrigo de ese hombre que la amaba como nunca volvería a amar a nadie más.— ¡Soy yo, estoy aquí! ¡Vas a estar bien, mi amor, tranquila! — se vio a sí mismo decir, besando su frente con anhelo y miedo. Alzó el rostro y pensó rápidamente que era lo prudente.— ¡Soy yo, estoy aquí, tranquila, vas a estar bien! — le prometió, besando su frente con anhelo y miedo — ¡Brazilia! ¡Brazilia! — gritó impaciente, mientras cargaba el cuerpo de su amada y lo depositaba delicadamente sobre la mala. Se tumbó a su lado.— Señor, ¿qué pasa? ¿qué son esos gritos? — preguntó Brazilia, que dejó lo que estaba haciendo y entró a prisa. Sus ojos se abrieron al ver la escena. Esa muchacha se veía realmente mal. Estaba pálida y temblaba — ¡D