capitulo 28

Tiro mi mano hacia atrás. “Puede que tú no, pero yo si lo haré. Soy médico, ¿por qué no te callas y me dejas trabajar?”.

“¿Pensé que habías dicho que no eras médico?” se ríe.

¿Quién es este hombre? Irrumpir en mi oficina, exigiendo que lo ayude a punta de pistola, y luego... ¿coquetear conmigo?

Diablos no. Apago esa parte femenina de mi cerebro. La parte que disecciona cada interacción con el sexo opuesto, buscando puntos de unión, tratando de encontrar un “acceso”.

No quiero un “acceso” con este hombre; quiero una salida. Cuanto antes mejor.

Pongo mi metafórico sombrero de “Doctora Amira George” firmemente en mi cabeza. Es hora de centrar toda mi atención en curar a este hombre, sea quien sea, y sacarlo de mi clínica para siempre.

El disparo es solo un roce, afortunadamente. Un poco más y habría tenido que penetrar a través de la herida en busca de fragmentos de bala o pedazos de hueso. Lo he hecho antes con más de un animal, pero siempre bajo anestesia. No me apetece tener que opera
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