STEVEN —Lo siento, pero no creo que eso sea posible —mientras digo esto, me alejo anticipadamente.Cuando la escuché hace un momento describir lo que sería capaz de hacer si sus perseguidores llegaran a sus manos, me quedé asombrado.¿Es posible que una pequeña paloma como tú sea capaz de tanta crueldad?Mejor no comprobarlo en persona, de momento me conformo con su mirada asesina.—¿Qué no es posible? —me pregunta muy seria. —Olivia escúchame, el detective fue claro, María y tú están arriesgando sus vidas. Averiguaremos por qué te han atacado, pero mientras tanto necesitas protección...—Mi... Claudio puede protegerme y también Robert, ¿o no confías en él? Sé que forma parte de tu círculo de amigos y no creo que sea un accidente —insiste.Jamás había visto en mi vida a una mujer más terca.—Tienes razón, confío en Robert, él sería capaz de protegerte. Pero ¿quién le protegerá a él?... ¿Has pensado que él también podría estar en peligro por salir contigo?«¡Buen hombre, la tienes!
STEVENAlan y yo bajamos las escaleras lentamente, un paso a la vez, como si nos costara esfuerzo salir de este lugar.La última respuesta de Olivia me dejó con un sabor amargo en la boca, porque si bien es cierto que principalmente entablo relaciones amistosas con las mujeres con las que me acuesto, también es cierto que no ha sido así desde que la conocí, aparte del poco excitante interludio romano.Me pinta como un dios del sexo, cuando me gustaría interactuar con ella como el último romántico.Esta noche iba a llevarla a cenar a un pequeño y romántico restaurante junto al muelle, y luego íbamos a dar un paseo por la playa y la iba a besar junto al mar, en la orilla, con las olas golpeando nuestros pies.Mi velada romántica por una vez no terminaría en casa, en mi cama, sino que la llevaría a su casa, besándola como un chico de instituto, delante de la puerta.¿Me he vuelto loco? Sí, y no tengo el valor de confesarlo ni siquiera a mi mejor amigo... ¡Pero al parecer prefiere a Rober
STEVENBajo de mi ático cuando son más de las ocho. Anoche descansé y se nota en la falta de bolsas bajo los ojos y en mi rostro más relajado.—Buenos días, Steven —me saluda Sarah desde su asiento—. Llegas temprano... te veo más relajado hoy y no quiero preguntarte por qué —se ríe, burlándose de mí.Estoy cansado de la reputación de playboy, puede que estuviera bien hasta hace un tiempo, pero ahora me molesta, realmente necesito limpiar mi historial.—Siento darte la lata Sarah, pero estoy relajado porque he dormido diez horas seguidas —le comunico con una mirada para contradecirle—. Ahora, si tienes la amabilidad de llamar a Mike al móvil y ponerle en contacto, te lo agradecería inmensamente —digo medio en broma y me encierro en el despacho.Es hora de quitarse la chaqueta y los sonidos interiores.—Buenos días, señor Parker —me saluda mi conductor.—Buenos días, Mike. Escucha, a las diez tienes que recoger a la señorita Castello y a la señorita Apicella, te enviaré la dirección. As
STEVENConduzco como un loco en el tráfico urbano, tocando el claxon cuando el semáforo se pone en verde y los coches de delante no arrancan rápido o adelantando donde no está permitido.—Si sigues a este ritmo nos mataremos o nos arrestarán —grita Alan sentado en el asiento de al lado con las manos hacia delante, apoyado en el salpicadero.Esa es la diferencia entre nosotros dos, yo me tomo la vida de frente, me precipito y reacciono instintivamente, Alan en cambio es mi lado racional, tranquilo y plácido, siempre consigue devolverme la razón.—Tienes razón, como siempre, pero no puedo calmarme, estoy tan enfadado y preocupado... —digo sin quitar la mirada del camino.—Steve todo el mundo está bien, ya has oído a Mike. Los alcanzaremos ahora y nos aseguraremos personalmente —su voz tiembla por el miedo.—Sí, están bien —repito, apretando con los dedos en el volante, para mantener muy bien el control—. Tenemos que averiguar qué pasa, la próxima vez no tendrán tanta suerte.—¿Crees que
STEVEN Hace más de una hora que he vuelto a la casa, que he pasado sentado en el sofá mirando la pantalla del televisor sin luz.Le pedí a Sarah que cancelara todas las citas del día, estoy cansado y desmoralizado, no sería capaz de concentrarme en asuntos que requieren toda mi atención.Pienso en los últimos días y sonrío con amargura, la pícara duendecilla me ha engañado, lo que no es habitual en mí, que me considero uno de los hombres más astutos y perspicaces de la jet set neoyorquina.Su mirada dolida ante mis acusaciones, sin embargo, no puedo borrarla de mi mente, debo confesar que me sentí engañado y humillado por la mentira que me alimentó, pero eso no justifica lo que le dije e hice después.Acusarla de haber sido la autora intelectual de los atentados fue una mezquindad y abandonarla en aquel aparcamiento deseándole un buen viaje fue aún peor, pero siempre reacciono de forma instintiva y en aquel momento, pensando en la idiotez que hice en el piso de Claudio, me cegó la ir
STEVEN Desde que entré en el restaurante, mis ojos no se apartaron de la mesa en la que estaban sentados Olivia y Robert. —Steven, ¿qué pedimos? —Julia está leyendo el menú sin saber el verdadero motivo por el que ha sido invitada. Se vistió como si fuera un estreno de la Ópera y, sinceramente, está impresionante. Los hombres del restaurante la miran a escondidas de sus acompañantes y a mí me da igual, ya que mi mirada se dirige a lo que ocurre en la otra mesa y tiemblo de rabia y de ganas de darle un puñetazo al que considero a todos los efectos mi rival. Robert está implementando la estrategia de la empatía, puedo verlo en la forma en que mira a mi mujer, la forma en que toma su mano... ¡Ya basta! Me levanto de un salto y tiro la servilleta sobre la mesa. —¿Steve? —Julia deja caer el menú y me mira con curiosidad. —Perdona un momento... he visto a un amigo y voy a saludarlo —digo entre dientes apretados. Mientras camino con paso firme hacia su mesa, veo a la cobarde huir.
STEVEN Me encierro en el baño de hombres y miro mi imagen desde el espejo que hay sobre el lavabo... Me descubro diferente.Mis mejillas están sonrojadas y mi camisa arrugada, pero no es eso lo que me impresiona, sino mi aspecto alucinado.¿Qué ha pasado?Pongo las manos en el fregadero y bajo la cabeza... ¡Estoy jodido!Por primera vez en mi vida siento que un sentimiento especial se abre paso en mi corazón, un sentimiento que nunca antes había sentido y que está poniendo en tensión un órgano que creía seco desde hace tiempo.¡Me he enamorado de esa duendecilla!Tenerla cerca de mí, besarla y sentir sus formas curveadas moldeadas en mi cuerpo era una sensación maravillosa.Todavía puedo saborearla en mis labios, están hinchados por la fuerza que imprimí al devorarla.El impulso de secuestrarla y llevármela lejos, a un lugar remoto e inalcanzable para cualquiera, se abre paso en mi interior y despierto de mi estado catatónico.Primero debo encontrarla y hacer valer mis derechos.Es m
STEVEN —Oli, baby, habla conmigo por favor —grito desesperadamente.Me siento en el suelo con el cuerpo de mi amor entre las piernas y Robert le da palmaditas en la cara para intentar despertarla de su estado catatónico.—Parker, ¿qué ha pasado? —pregunta Connors, llegando aturdido.—No sé... de repente se tocó el cuello y gritó... luego perdió el conocimiento... no sé... —tartamudeo, mientras las palabras luchan por salir de mi boca.Besó su frente helada, sus mejillas.—Déjame echar un vistazo —dice el oficial.Lucho por separarme de ella lo suficiente para que Connors inspeccione su cuello.Me da celos la sola idea de que la mire, y mucho menos que la toque.—Sí, pero no la toques... —No concluyo afirmando que es mía, si no parecería un loco, pero el sentido de la frase Connors lo adivina y, al parecer, lo entiende.La coloco lo mejor que puedo encima de mí, cubriendo lo mejor que puedo las piernas que deja al descubierto el vestido que, ya de por sí corto, se ha levantado más, de