KATIA VEGA
Salí con un maquillaje más sencillo y el cabello más natural. Me planté al lado de Arturo quien suspiró al verme. —¿Estás segura? —preguntó torciendo la boca, lleno de incertidumbre.
—Muy segura… —contesté dándole un beso en la mejilla antes de que comenzara la marcha nupcial. Solo tuve que levantar mi mirada hacia Marcos, quien me esperaba, apuesto y confiando, en el altar.
La ceremonia pasó sin altercados y de vez en vez desviaba mi atención hacia Rosa, quien me dedicaba sonrisas amplias, pero sus ojos aún ardían de rencor. El único momento donde no pudo disimular su molestia fue justo cuando puse mi firma en el acta de matrimonio, después de eso, su actitud regresó
MARCOS SAAVEDRAAl adelantar la boda, no tuve tiempo de terminar con los pendientes en la oficina, así que la luna de miel se tenía que posponer. Llegué al banco nacional y a cada paso que daba me llenaron de felicitaciones y saludos, no me digné a contestar ninguno, pero no pude evitar mostrar una sonrisa victoriosa en mi rostro. Al llegar al elevador vi mi anillo de matrimonio con suficiencia y orgullo, por fin Katia era toda mía, incluso legalmente.De pronto comprendí que también tenía la obligación de mantenerla feliz. No deseaba que en algún futuro quisiera el divorcio y se diera cuenta de lo que le hice firmar. Así que lo decidí, me estaba costando mucho aceptarlo, pero sabía que era lo mejor. Pasaríamos la luna de miel en la finca, junto a su familia, por mucho que eso me
MARCOS SAAVEDRADespués de esa maldita visita, tuve que refrescar mi rostro en el baño, me sentía abrumado y nervioso. Lo que más me preocupaba de todo esto era perder a Katia.En cuanto me vi al espejo noté una mancha carmín en el cuello de mi camisa. ¡Stella! ¡Ella había puesto ese labial ahí! Lleno de rabia me quité el saco y la corbata, salí furioso del baño y presioné el botón del comunicador mientras me quitaba la camisa. —Necesito una camisa nueva de inmediato —le pedí a mi secretaria.De pronto un destello llamó mi atención. En el edificio contiguo había algo que brillaba con tal intensidad que parecía visible a esa distancia. Entorné mis ojos buscando el motivo de esa
KATIA VEGA—¿Qué ocurre? —preguntó Marcos desconcertado y dejé el folder en su escritorio.—Eso quiero saber… —respondí intentando tragarme el dolor y mostrarme orgullosa—. ¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando? Tengo una respuesta a tu repentina ausencia el día de nuestra boda, pero… no entiendo…—¿De qué estás hablando? —inquirió Marcos frunciendo el ceño. En ese momento abrí el folder, mostrándole las fotos que la reportera me dio.—¿Por qué no me dijiste que Stella seguía viva? ¿Por qué no me dijiste que había regresado? ¡Yo como una tonta creyendo que…! —No sabía cómo lidiar con esto—. No es cierto, no puedo creer que Rosa tuviera toda la razón.—Katia…—No lo digas… Yo sé l
KATIA VEGAEse día, después de que rompiera las fotos y las quemara, regresamos juntos a casa. Marcos se comportaba tan cariñoso como siempre, pero yo… no me sentía bien. ¿Cómo podía besar los labios que se derritieron sobre la boca de Stella?¿Exageraba? Sinceramente no lo sabía, pero lo que sí sabía era que me dolía el corazón y que sus palabras y promesas no fueron suficientes para que dejara de ver esas imágenes en mi cabeza. No podía evitar sentirme engañada y desplazada. Todo mi esfuerzo, mis buenos sentimientos, nada había importado. Me sentía intimidada por la presencia de Stella, pero no necesariamente por su regreso, sino porque aún creía que tenía mucho poder sobre Marcos. MARCOS SAAVEDRAFurioso, la empujé, alejándola de mí. Eché un vistazo alrededor, temiendo que su camarógrafo estuviera cerca.—No harás nada de manera impulsiva… —contestó acariciando su cuello—. Buscarás la oportunidad exacta en la cual no te veas afectado. Lo sabemos, te conozco, y por eso mismo te recomiendo que pienses dos veces antes de hacer algo.»Tengo mucha ventaja sobre ti. Porque te conozco a la perfección, pero tú… tú no me conoces en absoluto. Aunque no pude llegar muy lejos en mi profesión, cabe aclarar que soy magnifica actuando.»Escúchame bien, Marcos, me despreciaste y me humillaste por un remedo de mujer, inútil, tonta, déCapítulo 104: Guerra declarada
ROSA MARTÍNEZ—¿Por qué tanto problema con la llave? —pregunté impaciente al chico encargado. Había solicitado una habitación en un hotel apartado de la finca. En cuanto supe que Katia estaría un tiempo ahí, decidí salirme. No es que no quisiera verla, pero me rehusaba a convivir con el idiota de Marcos. ¡No pensaba seguir haciendo corajes!—Lo siento, señorita —dijo el chico entregándome por fin mi llave.Decidida a pasar el resto del día viendo televisión y tal vez comiendo alguna golosina mientras dejaba que el odio me consumiera. Metí la llamé en la puerta y antes de girar la perilla me detuve. Algo me decía que había peligro cerca. Me sentía como un ratón acercándos
KATIA VEGAParecía que mis esfuerzos por mostrarme fuerte ante ella solo le daban gracia. —¿Qué haces aquí? —le pregunté jalando su mano hacia mí, acercándola un poco más, sin despegar mi mirada de la suya.—Katia… —susurró Arturo en cuanto nos vio—. Quería hablar contigo antes de que…Puse toda mi atención en mi hermano que llegaba apresurado y entonces Stella comenzó a sollozar. —Por favor, me estás lastimando —dijo sorbiendo la nariz y su actitud cambió, ya no parecía feroz y arrogante, más bien indefensa.En cuanto la solté, ella salió corriendo hacia Arturo en busca de refugio. Mi hermano la estrechó de manera protectora y mi rostro cargado de hostilidad se transformó en uno de horror. —No puede ser… —Mi voz apenas era audible y retrocedí un par de pasos—. No es cierto… dime que no
KATIA VEGA—Arturo… —susurré su nombre en cuanto el desayuno terminó y Stella desapareció. Parecía ansiosa por escoger uno de los atuendos que mi hermano le había comprado—. Estás cometiendo el peor error de tu vida. Ella ha intentado acercarse a Marcos en estos días.—¡Por Dios! ¿Cómo va a hacer eso, si está conmigo? Además, ella me ama y planeo hacer una vida a su lado. Entiendo que la historia de Marcos y ella es algo enredada, y tú has salido perjudicada, pero créeme… si hay un culpable en todo esto, es tu esposo, no Stella.—¡¿Qué?!—Él la manipuló y usó por muchos años, me lo dijo. S