ROSA MARTÍNEZ
—¿Por qué tanto problema con la llave? —pregunté impaciente al chico encargado. Había solicitado una habitación en un hotel apartado de la finca. En cuanto supe que Katia estaría un tiempo ahí, decidí salirme. No es que no quisiera verla, pero me rehusaba a convivir con el idiota de Marcos. ¡No pensaba seguir haciendo corajes!
—Lo siento, señorita —dijo el chico entregándome por fin mi llave.
Decidida a pasar el resto del día viendo televisión y tal vez comiendo alguna golosina mientras dejaba que el odio me consumiera. Metí la llamé en la puerta y antes de girar la perilla me detuve. Algo me decía que había peligro cerca. Me sentía como un ratón acercándos
KATIA VEGAParecía que mis esfuerzos por mostrarme fuerte ante ella solo le daban gracia. —¿Qué haces aquí? —le pregunté jalando su mano hacia mí, acercándola un poco más, sin despegar mi mirada de la suya.—Katia… —susurró Arturo en cuanto nos vio—. Quería hablar contigo antes de que…Puse toda mi atención en mi hermano que llegaba apresurado y entonces Stella comenzó a sollozar. —Por favor, me estás lastimando —dijo sorbiendo la nariz y su actitud cambió, ya no parecía feroz y arrogante, más bien indefensa.En cuanto la solté, ella salió corriendo hacia Arturo en busca de refugio. Mi hermano la estrechó de manera protectora y mi rostro cargado de hostilidad se transformó en uno de horror. —No puede ser… —Mi voz apenas era audible y retrocedí un par de pasos—. No es cierto… dime que no
KATIA VEGA—Arturo… —susurré su nombre en cuanto el desayuno terminó y Stella desapareció. Parecía ansiosa por escoger uno de los atuendos que mi hermano le había comprado—. Estás cometiendo el peor error de tu vida. Ella ha intentado acercarse a Marcos en estos días.—¡Por Dios! ¿Cómo va a hacer eso, si está conmigo? Además, ella me ama y planeo hacer una vida a su lado. Entiendo que la historia de Marcos y ella es algo enredada, y tú has salido perjudicada, pero créeme… si hay un culpable en todo esto, es tu esposo, no Stella.—¡¿Qué?!—Él la manipuló y usó por muchos años, me lo dijo. S
ARTURO VEGALa abuela nos había encomendado revisar las barricas, encontrar goteras y valorar que el vino estuviera madurando de manera adecuada, pero, aunque quería concentrarme, no podía dejar de pensar en lo que había hablado con Stella. Volteé hacia Rosa, quien tampoco podía concentrarse y decidí abordarla.—¿Lo sabías? —le pregunté. —¿Qué? —Del contrato prenupcial…De pronto su rostro palideció. Tenía suficientes años de conocerla para interpretar su nerviosismo. —¡¿Lo sabías?! ¿Antes o después de que firmara el acta de matrimonio? —Art… yo… —Tragó saliva y retrocedió angustiada. La tomé por los hombros para que no pudiera escapar.—¡Responde!—Antes… —Agachó la mirada con tristeza—. Escuché a Héctor hablando con su novia durante la fiesta de compromiso. —¿Por qué no hiciste nada? —pregunté decepcionado y retrocedí como si sus palabras hubieran sido un fuerte golpe al corazón—. Si sabías que eso condenaría a mi hermana, ¿por qué no la detuviste? ¡¿Por qué no me dijiste?!—¡L
MARCOS SAAVEDRASin preguntar ni pedir permiso, entré a la habitación de Arturo, tomé a Stella del brazo y la empujé fuera, cerrándole la puerta en las narices antes de que intentara entrar. —¡¿Qué te pasa?! —exclamó Arturo y en cuanto volteé, me recibió con un golpe que apenas pude esquivar.—Katia ya intentó hablar contigo de manera civilizada y parece que no entiendes… —contesté divertido al verlo tan furioso—. Créeme, Arturo, Stella no es la única mujer que sabe follar. —¡Cabrón! ¡Cuida tu puta boca! —gritó furioso acercándose de nuevo con los puños en alto. En ese momento sostuve mi teléfono ante sus ojos mientras reproducía el video de mi oficina.—¿Para qué desgastarme hablando si puedo mostrarte esto? —Noté como poco a poco la ferocidad de su rostro se iba desvaneciendo y sus puños se abrían para poder tomar el celular. Quise ser empático y pude imaginarme como se debía de sentir. Yo no sabía qué haría si viera algo parecido con Katia como protagonista. —Esto no es cierto…
KATIA VEGA—¿Qué es lo que quieres que te explique? —preguntó Marcos cerrando la puerta detrás de él, aumentando la privacidad de la plática o tal vez evitando que pudiera escapar—. Si leíste el contrato, no tengo nada más que decir.—¡¿Nada más?! —grité furiosa y, mientras una mano sostenía el papel, la otra sostenía mi vientre—. ¡Marcos! ¡Yo pensé que nuestro matrimonio sería diferente! ¡Creí que podría confiar en ti! —Puedes confiar en mí… —contestó con calma, caminando por la habitación como si nuestra discusión no le causará ningún problema—. Yo no soy tu enemigo, soy tu esposo y…—Deja de comportarte como si fueras de hierro, deja de aparentar que no sientes nada y mejor dime… ¿por qué? —Se detuvo al escuchar mi pregunta y sus hermosos y fríos ojos turquesa se clavaron en los míos.—Porque me rehusó a perderte —contestó con su voz profunda y noté un atisbo de… ¿tristeza?—. No es mi intención quitarte a los niños… pero sé muy bien que por ellos estarías dispuesta a quedarte a mi
KATIA VEGA—Sufriste de un intento de aborto… —dijo la doctora mientras Marcos, sentado a mi lado, tenía atrapada mi mano entre las suyas, con la mirada perdida, afectado por la noticia—. Recomiendo que tenga reposo absoluto y no haga viajes largos de momento. También debe de evitar cualquier noticia que la altere.—Pide mucho, doctora… —contesté y bajé la mirada hacia mi vientre. Mis bebés estaban sufriendo por mi culpa, por permitir que lo que estaba ocurriendo me afectara. —Pues es lo mínimo que tiene que hacer para conservarlos. Quiero creer que no desea perder a sus bebés —dijo con firmeza antes de salir de la habitación, dándonos un momento a solas. —¿Cómo está Samuel? —Por estar en esa maldita cama, no pude acompañar a mi bebé. —Se dislocó el codo… por suerte no tuvo ninguna fractura —contestó Marcos poniéndose de pie.—No lo dejes solo… Nos necesita —pedí con mirada suplicante.—Rosa está cuidándolo… —No es suficiente, necesita de sus padres. Es nuestra responsabilidad…—K
KATIA VEGA—Toc, toc… ¿Podemos pasar? —preguntó Arturo llevando a Emilia consigo.—¡Mi amor! —exclamé alzando las manos hacia Emilia, quien al principio pareció dudosa en acercarse. —Anda, ve con tía Katia —la motivó Arturo y justo cuando dio el primer paso hacia mí, se puso a llorar desconsolada. —¡Mamita! —exclamó lanzándose a mis brazos. Aunque la expresión no le agradó del todo a Arturo, se mantuvo al margen—. ¡Perdóname! ¡Yo te quiero mucho! ¡No quise lastimar a Samuel, mucho menos provocar que pudieras perder a mis hermanitos! —¡Aquí estás, cara de perro! —exclamó Rosa dándole una palmada a Arturo—. Necesito que me ayudes con algo…—¿No ves que estoy con Katia? —preguntó mi hermano molesto.—¡Anda! Será rápido. Solo necesito que revises el lote de botellas que llegó —insistió Rosa.—¿No lo puedes hacer tú? —Mmm… déjame pensarlo… ¡No! —Rosa se colgó del brazo de Arturo y tiró de él, haciendo que, a regañadientes, decidiera seguirla. Esperé un par de minutos mientras acaricia
ROSA MARTÍNEZ—¿Sabes qué? Últimamente parece que sí, que me estoy convirtiendo en un imbécil —contestó Héctor furioso como si yo fuera la culpable.—¡A mi no me hables así! —exclamé tan enojada como él—. Yo no tengo la culpa de no ser la clase de mujer tonta y floja que te gusta. ¡Disculpa por tener más metas en la vida que solo encontrar un hombre que me mantenga!—¿Me dirás que parte de tu interés en Arturo no es que te mantenga? —dijo con sorna, queriendo reír, pero el coraje que traía no se lo permitía—. Tantos años como amigos y ahora que otra mujer se le acerca, resulta que lo amas. ¿Tienes miedo de que te quieran quitar tu mina