Anja sintió que todos los ojos estaban puestos en ella, pero Milo se inclinó sobre su hombro. —No te asustes, están aturdidos porque eres la primera chica que traigo aquí. Ella intentó reír, pero la verdad era que estaba muy nerviosa. Milo le cedió el asiento principal en la mesa y ella sacó la co
Milo se agachó para recibir a Niko, que corría hacia él con los bracitos abiertos, esperando siempre su avioncito para que Milo lo levantara por el aire y le hiciera dar un par de volteretas. —¡Campeón! ¿Qué haces aquí? ¡Pensé que irían al parque en la mañana! —dijo cargándolo y dándole un sonoro b
Comenzó a tomar su helado en silencio mientras observaba a Niko. Era un niño precioso y en casi todo se parecía mucho más a ella que a nadie. —¿Cuántos años tienes, cariño? —le preguntó con calidez, intentando crear cualquier tipo de conversación con él y aquel era un tema neutro. Él levantó dos d
—Vamos a suponer que soy una mujer inteligente —dijo Anja con expresión impenetrable mientras cruzaba los brazos sobre el pecho—. Háblame de esa propuesta. Hamish esbozó una sonrisa torcida. Había entrado al despacho en el último año y gracias a su talento se había convertido en el segundo dentro d
Sin embargo, en ese preciso momento, Milo retrocedió silenciosamente hacia el otro extremo del corredor, sin revelar su presencia ante nadie. Mientras se escondía temporalmente en una esquina, una mezcla de sorpresa y preocupación se apoderó de su rostro. Había escuchado voces al llegar a la puerta
—¡Ay, dios! ¡Yo no voy a pagar eso! La sorpresa de Anja era tan genuina que Milo solo pudo reír. —¡No importa, lo pago yo! —aseguró mientras miraba el espejo. —¡Pues claro que lo pagas tú!, ¿pero quién se lleva la mala suerte? —lo reconvino Anja. —¿Repartimos cincuenta cincuenta? —¿Tres años y
El pie de Milo parecía aparatito de cuerda, zapateando insistentemente en el suelo des ascensor mientras este subía. Solo iban a ver edificios, no era nada extraordinario, pero verla le estaba provocando últimamente algunas reacciones muy poco apropiadas. Tocó en la puerta y cuando ella abrió, Milo
—¡Anja! —¡¿Qué?! Era provocación, desafío, reto y todo lo demás, y mientras el pecho de la muchacha subía y bajaba contra el suyo, los ojos de Milo solo estaban clavados en aquella boquita enojada, determinada y feroz, pensando en la forma tan absoluta en que le habría gustado devorarla y lo cobar