La doctora lo miró a los ojos y pudo ver al demonio en ellos y detrás todo el fuego del infierno. Temblorosa alargó a la niña hasta el alcance de Jhon y él la tomó en sus brazos mientras contenía el aliento. En cuanto la tuvo asegurada le dio la espalda a la mujer para proteger a la nena y en el esp
Jhon apretó los dientes, pero no se movió. Las cámaras, ubicadas en diferentes posiciones mostraban tanto el rostro de Víktor como el de Chiara y Jhon sabía que Elías también estaba viendo aquello, listo para intervenir. Ella estaba semisentada en su cama, obviamente haciendo un esfuerzo ímprobo po
Chiara hizo una mueca, nada de aquello tenía sentido, hasta que recordó que Oskar Hanover era un hombre especial, que se había abierto camino por sí mismo en una industria despiadada y que probablemente no estuviera muy dispuesto a mantener chiquillos caprichosos. —¿Y tú no pudiste trabajar por la
A buen entendedor, pocas palabras bastaban. Chiara era una mujer decidida, y si le estaba diciendo que quería a Víktor Hanover muerto, entonces él le entregaría sus malditos huesos limpiecitos en bandeja de plata. Sin embargo en aquel momento tenía que mantenerse lejos de aquel hospital, por más qu
Le ordenó a Billy poner rumbo a la casa segura y a medio camino otras dos camionetas se unieron a la caravana en forma de custodia. Mientras, Jhon hizo un par de llamadas más. La primera fue a Loan Keller, de los gigantes Keller quizás el que menos odio le tenía porque había salvado a su mujer y a s
Viktor Hanover estaba furioso mientras salía de la habitación del hospital donde se encontraba Chiara Keller. La mujer había sido transferida al centro médico sin su permiso, pero era como si a nadie le importara, como si él no contara para nada. El problema era que dentro de la cárcel Víktor podía
Cualquiera que no conociera a John Hopkins habría creído que estaba tranquilo, sereno, pero solo los muy allegados a él podían ver la rabia del hombre bajo la calma gélida del interrogador. Estaba sentado en una silla frente a la Dra. Atkins, que estaba atada a la suya, y entre los dos se coagulaba
John caminaba con paso apresurado hacia la casa, al punto de que casi saltó las escaleras del porche, emocionado. Sabía que Chiara no podía esperar más para abrazar a su pequeña hija y él había hecho todo lo necesario para que eso pasara. Estaba amaneciendo cuando por fin abrió la puerta de la habi