Le gustaba verlo a su lado al despertar... hasta que se reloj digital detrás de él le mostró la hora y Danna se escapó de la cama apurada. Se duchó a velocidad crucero y así mismo pasó a despedirse de su hijo. —¿No vas a desayunar? —le preguntó Luana con una sonrisa. —¡No me da tiempo! ¡Voy tarde!
Danna estaba de pie en la parte trasera de la tienda, hipnotizada por sus pensamientos, cuando entró su jefe. Se detuvo frente a ella y la miró con ojos curiosos. —¿Estás bien? —le preguntó, midiendo su expresión. —Oh, sí —murmuró Danna, parpadeando para salir de su trance—. Sí, estoy bien. Es sol
—Pelirroja yo jamás me voy a ir, siempre voy a estar aquí, ni siquiera tienes que pedirme que te cuide, porque todo lo que quiero hacer, todo lo que me hace feliz es estar contigo, es cuidarte... Así que desmejoradito o no, voy a estar contigo tanto como me lo permitas. Danna pasó saliva, el calor
La voz de Loan se perdió entre gemidos mientras sentía cómo su miembro se perdía en la boca de Danna con movimientos cada vez más profundos y rítmicos. Parecía que ella sabía exactamente qué hacer para que él disfrutara al máximo. —¡Maldición! ¿Te quieres llevar mi alma? —rio entre jadeos cuando el
—Hola, pelirroja —la saludó con un gesto, pero no la besó. —Hola, señor tóxico —respondió ella llegando a su lado. —¿Cómo estuvo tu día? ¿Tuviste tu sesión de esquí con el Thor pirata ese? —preguntó Loan intentando disimular sus celos. Danna echó a andar hacia la casa sin responderle y a Loan cas
Loan ya sentía el calor de las velas antes de encender la última. Su familia se había reunido alrededor de la mesa del comedor, cantando cumpleaños feliz mientras colocaban cada mecha encendida en el glaseado blanco y cremoso de la tarta. Lo hacían sentir como un niño chiquito, pero así eran los Kel
—Diablos. Yo también tengo una emergencia... iba a pedirte que te quedaras a cargo de la tienda —murmuró Levi preocupado. —Bueno... en ese caso yo pospongo... —¡No tú no vas a posponer nada! —exclamó Noémi—. Esto es importante, Danna, no lo vas a evadir. ¿Qué es lo que hace falta, alguien que se o
Levi se asombró al ver su tienda llena de gente. Había decenas de hombres si no era que llegaban a cientos. Se agolpaban dentro de la tienda y afuera, mirando por los cristales y esperando su turno para entrar. Se quedó paralizado por un momento, mirando a todos esos desconocidos peleando por hacers