—¿Está todo bien? ¿Le pasó algo a Adriana? —preguntó asustado, pero apenas Chiara puso la cámara del celular pudo ver a Adriana gateando por todo el departamento. —Ella está bien, pero nosotras nunca tendremos hijos... —balbuceó Noémi mientras se limpiaba la frente con el dorso de la mano—. Te quer
—Solo necesito un nombre. Uno solo —sentenció Zack en su siguiente llamada con el abogado Gazca—. Todos los hombres le temen a alguien, Licenciado, el señor Rizzuto no es la excepción. Y Gazca le había conseguido aquel nombre: Jhon Hopkins. Cuatro horas después allí estaba, sentado en una oficina
Poco después Zack volaba de regreso a Vancouver. Iba más tranquilo, pero aun así cuando llegó a aquella cárcel se le aceleró el corazón. —Lo siento, no pudimos mantenerla en la comisaría —se disculpó Gazca—. Por lo pronto está en una prisión de mínima seguridad a la espera del juicio. Nos conseguí
La gente encubierta y los espías solo tienen una regla: "Prepárate para todo" . En cualquier momento, en cualquier lugar, asegúrate de estar listo. Y Zack lo estaba. Cuando una de las camionetas los adelantó, cortándole el camino, ya estaba muy seguro de lo que venía. —Quédate aquí —le ordenó a G
Zack asintió y se preparó para caer como el invitado menos deseado en la mansión Rizzuto. Llegar allí no fue difícil, presentarse y que lo investigaran tomó una hora. Una larga hora en la que estuvo impasible en un cuarto de seguridad hasta que verificaron que realmente era el multicampeón y millon
El rostro de Vito Rizzuto se volvió una máscara de rabia cuando vio aquel micrófono arruinado dentro del vaso de agua y escuchó el nombre de su peor enemigo. —¡Usted definitivamente no es un hombre inteligente, señor Keller! —siseó—. ¿Me está amenazando con traer a Jhon Hopkins a mi puerta? Zack s
Rizzuto abrió su computadora de nuevo y revisó su cuenta, a la que había ingresado en el acto todo el dinero. Parece que usted es un hombre muy determinado, señor Keller. —Así es. —¿Necesita alguna garantía? ¿Una parte del cuerpo, quizás? —preguntó el viejo con frialdad. —Me basta con su palabra
Andrea se despertó con la luz de la mañana asomando por el pequeño cuadro de treinta por treinta centímetros que era la ventana de su celda. Al estirar los brazos y las piernas, el aire frío y húmedo la envolvió como un capullo. Miró confusa a su alrededor antes de que los recuerdos de la noche ante