Andrea se despertó con la luz de la mañana asomando por el pequeño cuadro de treinta por treinta centímetros que era la ventana de su celda. Al estirar los brazos y las piernas, el aire frío y húmedo la envolvió como un capullo. Miró confusa a su alrededor antes de que los recuerdos de la noche ante
—¡Me encanta! ¡Te juro que me llevaría toda la tienda! —rio Chiara cargando a Adriana y meciéndola para que se quedara tranquilita—. ¡Estás hermosa, chiquilla, eres una muñequita y tu tía te va a poner bien "fashion"! ¿Verdad que sí? Noémi sonrió y negó con condescendencia. —Las que perdimos todo
Zack corrió detrás de su hermano y pronto llegaron hasta donde Loan estaba hablando con dos de los hombres que había contratado. —estábamos vigilando la casa, como nos pidió —les contó uno—. El señor Lee estaba con una custodia de un par de hombres, como siempre en los últimos días. Pero hace como
Vito lo miraba fijamente sin mostrar ningún signo de piedad. —Eso se llama "traición", Mason, has estado traicionando a nuestra familia... —Nooooo... yo jamás... —Vamos Mason, no tienes nada que ganar mintiendo ahora. Toda la prueba está aquí y tú sabes que no puedo dejar pasar esto ¿verdad? —sen
Andrea tenía sueño, sueño y frío, y solo sabía que era de noche todavía por el trocito de cielo negro que veía a través de su ventana. Pero apenas asomó la primera luz cuando la puerta de su celda se abrió. —Vamos fuera. Hora de irte —dijo la guardia y Andrea se restregó los ojos sin comprender. Za
Andrea asintió pero no preguntó más porque realmente no quería saber, y ambos cayeron en un silencio cargado de alivio. Se abrazaron con más fuerza, sabiendo que lo único que quedaba por hacer era alejarse, y Zack intentó que Andrea durmiera un poco en el camino. Faltaban todavía un par de horas pa
Al día siguiente Andrea y Zack subieron al avión con destino a Lucerna en silencio. Zack miraba por la ventanilla, con cara de pocos amigos. Andrea se sentó a su lado, observando su perfil con confusión. Quería preguntarle qué le ocurría, qué pasaba por su cabeza, pero algo en su expresión la detení
—¡Oye, nada de esto fue tu culpa! —murmuró Andrea quitándole la ropa despacio y recorriendo su piel con el dorso de los dedos con suavidad—. Nos salvaste de un infierno, a las dos. Deberías estar orgulloso de eso. ¿Pero cómo iba a estarlo si había pagado por la muerte de un hombre? Zack cerró los