—Eres un hombre increíble —dijo poniendo la maleta a un lado y abrazándolo. Él la abrazó con fuerza y le prometió que jamás permitiría que los separasen. Andrea lo besó en respuesta mientras sus lágrimas caían lentamente por su rostro. Una vez más Zack había vuelto a salvarla en formas que él ni si
Cuando comenzaron aquel pequeño paseo por carretera, Zack y Andrea se dirigieron hacia el norte y el paisaje cambió rápidamente. El aire olía a pino y el cielo era más luminoso. Condujeron con las ventanillas bajadas y el viento en la cara, mientras Zack cantaba con la radio y Adriana reía en su sil
—¿Qué pasó, Andrea está bien? —preguntó él con el corazón en la boca. —De salud, sí, pero la policía detuvo su camioneta en un retén de la carretera y la están arrestando ahora mismo —le dijo el guardaespaldas—. No parece una simple multa... parece algo más grave. —¡Sigue a la patrulla y dime a qu
Andrea se enfureció al ver a Mason entrar al cuarto de interrogatorios. Sabía que tenía toda la intención de vengarse y ahora sabía de dónde venía todo. —¡Infeliz! ¡Fuiste tú! —exclamó levantándose porque ni siquiera tenía dudas de que aquello era obra de Mason. Él le hizo un gesto a los policías
—No me sueltes —dijo con la voz más controlada que podía. —No lo voy a hacer, amor, vamos a arreglar esto, te lo prometo... —¡Zack! —lo interrumpió ella ocultando el rostro en la curva de su cuello y hablando muy bajo par que solo él pudiera oírla—. Escúchame... tienes que llevarte a Adriana. Zac
Noémi se quedó de pie, petrificada en aquella puerta mientras miraba a Zack, que estaba en el umbral con una maleta y una bebé en los brazos. Cuando Chiara llegó junto a ella con curiosidad, la impresión fue compartida. —¿Zack...? ¿Qué haces aquí? —balbuceó. —Será mejor que se sienten —dijo él en
—¿Está todo bien? ¿Le pasó algo a Adriana? —preguntó asustado, pero apenas Chiara puso la cámara del celular pudo ver a Adriana gateando por todo el departamento. —Ella está bien, pero nosotras nunca tendremos hijos... —balbuceó Noémi mientras se limpiaba la frente con el dorso de la mano—. Te quer
—Solo necesito un nombre. Uno solo —sentenció Zack en su siguiente llamada con el abogado Gazca—. Todos los hombres le temen a alguien, Licenciado, el señor Rizzuto no es la excepción. Y Gazca le había conseguido aquel nombre: Jhon Hopkins. Cuatro horas después allí estaba, sentado en una oficina