Inicio / Romántica / UN AMOR DESCABELLADO / CAPÍTULO 1  UNA VIDA PERFECTA
UN AMOR DESCABELLADO
UN AMOR DESCABELLADO
Por: L. Rivera
CAPÍTULO 1  UNA VIDA PERFECTA

Vamos a descubrir qué es aquello  que más amamos justo al momento de perderlo.

Vamos a jugar a saber que es la tristeza cuando somos felices.

 Hoy los invitare una taza de café, y bajo esta fuerte tormenta les contaré, sobre una joven, sus esperanzas y los dolores que algunos nunca nos alcanzamos a imaginar que existe.

Vamos a ver cuáles son esos  sentimientos más ocultos, sueños perdidos, y a experimentar el amor de una forma tan loco que puedes llorar y reír al mismo tiempo.

 Un Amor Descabellado

Todo empieza con una joven pareja quienes en  medio de una bella noche llena  de  la más cálida felicidad reciben con mucho amor a su primogénita, la más hermosa niña, el alto y fuerte padre decide  llamarla Liza

–Dios es generoso y bueno, la felicidad ha llegado a nuestras vidas.

Ese era el regalo que Dios le había dado y se sentían bendecidos, la joven pareja fué feliz y vivió tantos bonitos momentos juntos  hasta que una noche.

–Cariño Liza al fin se durmió.

Dijo la mujer a su  esposo mientras conducían de regreso a casa  en medio de una tormenta.

–Sujetala bien

Comentó él observandolas por el retrovisor, en un segundo su auto fue golpeado por un camión  que perdió  el control quizás por la mojada carretera,  aquél auto dió un par de vueltas hasta caer fuera de la carretera. Las personas corrieron a ayudar, pero sólo fueron capaces de sacar a la pequeña bebé y aquél auto explotó, esa noche la pobre niña perdió la calidez de sus padres. Y cómo consecuencia su custodia quedó a cargo de sus abuelos, los mismos que lucharon para que  pronto su vida transitará normal, la pareja de ancianos vivían en una pequeña casa  al sur de la ciudad, sus abuelos no eran adinerados por lo que Liza creció en un barrio humilde, pero perfecto ante sus inocentes ojos.

Y cómo el tiempo es tan fugaz pronto habían pasado 7 años y ahora la joven entraba en la adolescencia una chica de estatura media, justo cómo su mamá y de ojos claros cómo él papá, un cuerpo de lindas curvas, puestas justas dónde deben ir, con una larga cabellera negra, en realidad era una joven  muy hermosa.

–Ponte muy linda, vendré temprano para salir a comer helado tú la abuela y yo. 

El viejo comentó hacía la joven con su sutil y amable sonrisa, está no dudó en responderle con una similar, pero llena de alegría cómo era la costumbre, la abuela y la joven  lo despidieron en la salida, las femeninas estaban  muy emocionadas por lo que el resto del día fué tán fugaz que cuando se dieron cuenta ya debían arreglarse, el recuerdo de ese día está tan vivo que aún se puede saber con exactitud qué sucedió.

La pequeña entre emoción y miles de sentimientos más vistió un traje de color azul cielo que llegaban justo debajo de su rodilla, este llevaba  un lazo en la cintura, unos zapatos  negros de suelas bajas y el  cabello entrelazado . La abuela usó esa falda de color rosa  que cubría casi sus tobillos, combinados con una blusa blanca porque decía que al  abuelo le encantaba aquel conjunto, su cabello blanco recogido y sus pequeños zapatos carmesí de baja plataforma. 

Por primera vez ella untó en la ropa de la chica su perfume aquel con un aroma dulce y para completar, sus labios los cubrió con un labial suave, pero que hacía a la mayor resaltar entre todas, incluso con esos años en su vida se podría decir que era extremadamente linda.

Las horas fueron pasando y cómo sin deseo de esperar al anciano, la hora de la reunión pasó muy rápidamente, haciendo que las femeninas empezaran a preocuparse al ver que no llegaba  y la oscuridad de aquella noche llegó, trayendo con ella truenos y relámpagos. Liza ya no quería salir ni pensaba en eso, pero ansiaba que la puerta se abriera y su abuelo entrara, aunque la anciana intentaba mantener la calma su corazón no podía.

–Ya vendrá esperemos un poco más. 

Las palabras de aquella mujer hacía la joven no habían sido diferentes desde dos horas atrás  y los truenos sin lluvia iluminaban el cielo, por cada ruido que se produjera las dos miraban   buscando el origen, algo no andaba bien y las mujeres lo sabían. Ya entrada la madrugada la menor dormía en el sofá pero la anciana seguía en su mecedora esperando ver a su esposo entrar. 

No eran más de las 3:00 AM, cuando unos suaves golpes en  la puerta despertaron  a la menor quién de un salto bajo del mueble y corrió a la puerta con la firme intención de regañarlo, pero por primera vez la  abuela fue más rápida  llegando primero abrió la puerta con una gran sonrisa la misma que se desvaneció al  darse de  frente con dos policías.

–Ve al sofá y  espera allí.

Dijo la angustiada mujer a su nieta quién sin protestar asintió y fué a sentarse al borde del sofá dónde no podía escuchar, pero si ver cada acción de su abuela. Las arrugadas manos de estas fueron a su propia boca cubriéndose mientras su cuerpo se tambaleaba, de repente empezó a llover cómo si aquella fuera la señal que el cielo esperaba para dejar caer  sus lágrimas. La niña fué al lado de su abuela y cómo si sus corazones hablaran ella supo que no volvería a ver al abuelo entrar por esa puerta nuevamente y fugazmente el olor del anciano las rodeo cómo alma que se despide de quien ama.

No había amanecido del todo y ya muchos de los vecinos se encontraban cuidando de las mujeres, pronto  una caja de madera muy grande y bonita entró a la casa y dentro de esta el cuerpo sin vida del abuelo,  la despedida empezó  y cada minuto dolía más.

Liza no aceptaba el hecho de que el anciano partiera, pero las esperanzas que por aquella puerta entrara se desvanecen en el pequeño corazón de la niña, así cómo se desvaneció el tiempo y pronto  habían pasado 5 años nuevamente.

 Y aunque el anciano dejó una ausencia infinita la vida de ellas continuó, entre batallas de angustias, treguas de descanso y ganancias de alegría, las mujeres nunca se daban por vencidas. Cada una luchaba cómo podía, pero las dos tirando hacia el mismo lado.

“La vida está llena de costumbres” Era el lema que se encontraba a la entrada de la casa de aquellas mujeres.

Liza ahora tenía 18 años, estudiaba y trabajaba medio tiempo para ayudar a su abuela, por las noches trabajaba en un restaurante y algunas veces salía tarde, pero el barrio era tranquilo por lo que no se preocupaba. 

–Hoy lloverá lleva el paraguas.

Dijo la abuela muy temprano antes de salir a trabajar y dejar a su nieta aún a medio desayuno y alistándose para la escuela, la misma que asintió, cinco minutos después tenía prisa de salir y mientras tomaba sus cosas a carrera dejó caer el cuaderno de su abuelo, la joven se inclinó a levantarlo, pero se detuvo al leer la frase que en aquella hoja con puño y letra del anciano quedó memorizada.

“la vida nunca es perfecta hasta que empieza a vivir un mal momento y te das cuenta que tu vida era un paraíso

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo