Valeria se quedó paralizada en la entrada, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a Guillermo y Tania en la cama, desnudos y enredados en una situación que jamás había imaginado. Su corazón se rompía en mil pedazos mientras sus pensamientos se agolpaban, tratando de encontrar sentido a lo que estaba presenciando.—Guillermo… —susurró Valeria, con su voz temblorosa y llena de dolor mientras las lágrimas corrían por su rostro sintiendo un profundo dolor en el corazón. Guillermo, al escuchar su nombre, giró la cabeza y se encontró con la mirada herida de Valeria. El tiempo pareció detenerse. Se levantó de la cama de un salto, intentando cubrirse con las sábanas, su rostro se veía pálido y lleno de terror.—Valeria, espera, no es lo que parece… —comenzó a decir, pero las palabras se le atragantaron en la garganta.Tania, viendo la escena, se incorporó con una sonrisa triunfante, disfrutando del caos que había provocado. —Valeria, cariño, creo que deberías escuchar a Guillermo. Anoche f
Valeria ingresó a su habitación y se dejó caer en la cama, sintiéndose completamente desolada. Las lágrimas brotaron de sus ojos; no podía creer que Guillermo, el hombre del que estaba tan enamorada, le hubiera infligido una traición tan cruel. Su llanto se intensificó, ahogada por un torrente de impotencia y dolor. Pensaba en su hija Laura y en su hermana Isabel, quien había atravesado un sufrimiento similar al descubrir la traición de Guillermo con Natalia.Ese recuerdo la impactó profundamente. Isabel había salido corriendo de la mansión aquella noche fatídica, y el accidente que casi le costó la vida fue resultado de su desesperación. Valeria comprendía ahora la magnitud del sufrimiento que había experimentado su hermana en ese momento. Era el mismo dolor que la consumía en ese instante.—No puedo creer que esto esté sucediendo —murmuró Valeria entre sollozos—. ¿Cómo pudo hacerme esto?Deseaba escapar, alejarse de todo lo que le recordaba a Guillermo, de la traición que había dest
El día avanzaba con una tensión palpable en la mansión. Guillermo, inquieto, intentaba comunicarse con Valeria, pero sus esfuerzos resultaban infructuosos. Ella había salido de la casa por recomendación de Isabel, lo que aumentaba su desesperación. No sabía cómo explicarle que no tenía conocimiento de lo ocurrido, que todo había sido una trampa orquestada por Tania. A medida que pasaban las horas, su preocupación crecía.En ese mismo instante, Tania ingresó en la habitación de Isabel, como lo hacía cada día para administrar su tratamiento. Entró con una actitud despreocupada, sin imaginar que Isabel ya estaba al tanto de sus acciones. —Señora Isabel, es hora de su medicamento —anunció Tania, colocando la bandeja con las pastillas y un vaso de agua sobre la mesa de noche.Isabel la miró con una expresión que denotaba un profundo desagrado.—Quiero que te vayas de mi casa en este mismo instante —declaró Isabel, con su voz firme y decidida.Tania, incrédula, respondió:—¿Qué está dicien
Valeria, con el corazón acelerado, se arrodilló junto a Isabel, tratando de reanimarla. La respiración de su hermana era superficial, y su rostro mostraba una palidez alarmante. Sin perder tiempo, comenzó a aplicar los primeros auxilios mientras aguardaba la llegada del médico.—¡Isabel, por favor, reacciona! —murmuró, sintiendo que el tiempo se detenía. La angustia la invadía al pensar en lo que podría suceder si la ayuda no llegaba pronto.Afuera, Tania se alejaba de la mansión, su mente llena de pensamientos contradictorios. Al revisar sus bolsillos, sintió una punzada de ansiedad al darse cuenta de que su celular no estaba. La preocupación la invadió; sabía que había dejado las fotos comprometedoras de ella y Guillermo en la habitación de Isabel. Sin embargo, no podía regresar. La idea de cruzarse con Guillermo o el médico que atendía a Isabel la aterrorizaba. Si algo le sucedía a Isabel, sabía que sería la primera en ser culpada.Mientras tanto, Guillermo llegó a la mansión, com
Valeria permanecía inmóvil en la cama, temblando mientras sostenía el celular de Tania entre sus manos. La luz tenue de la lámpara proyectaba sombras en su rostro, donde las lágrimas se deslizaban silenciosamente. La traición de Guillermo la dejó sin aliento, y un torrente de emociones la invadió: rabia, tristeza y una profunda desilusión. Con determinación, se levantó de la cama, sintiendo que la ira se transformaba en una fuerza resolutiva.—¡No puedo creer que me haya hecho esto! —exclamó, con su voz resonando en la habitación vacía, como un eco de su desconsuelo. La rabia se convertía en resolución; si Guillermo pensaba que podía salir impune de esta situación, estaba profundamente equivocado. No solo había presenciado su infidelidad, sino que también sabía que él y Tania habían tenido el descaro de dejar evidencias que serían cruciales para lo que planeaba hacer.(…)Mientras tanto….En la clínica, Guillermo permanecía sentado al lado de Isabel, sintiendo cómo el tiempo se desliz
Después de haber despertado del coma, Valeria y Guillermo se encontraban en la sala de espera, llenos de ansiedad. La recuperación de Isabel había sido inesperada; tras horas de incertidumbre, había vuelto a la conciencia. Mientras el médico atendía a Isabel, ambos intercambiaron miradas preocupadas.Finalmente, el médico salió al pasillo, buscando a Guillermo y Valeria. Con un semblante grave, se dirigió a ellos.—Necesito hablar con ustedes —dijo, con un tono serio llenando el ambiente de tensión.Guillermo, con el corazón acelerado, preguntó:—¿Cómo está Isabel? ¿Qué pasa doctor? —A pesar de haber despertado, su estado es crítico —respondió el médico—. No hay muchas esperanzas para su recuperación. Isabel me ha pedido hablar con ambos, recomiendo que vayan a hablar con ella; podría ser la última vez que tengan la oportunidad.Valeria sintió que el peso de la situación la abrumaba. Sin dudar, ambos se dirigieron a la habitación de Isabel, donde la encontraron en la cama, con la mir
Tanto Guillermo como Valeria experimentaban un creciente estado de ansiedad mientras aguardaban la conclusión de la lectura del testamento por parte del abogado. La expectativa en la sala era palpable, y el ambiente estaba cargado de tensión. Valeria se movía inquieta en su silla, sus dedos jugueteando con el borde de su blusa, mientras Guillermo, con la mirada fija en el abogado, intentaba disimular su nerviosismo.El abogado, un hombre de mediana edad con gafas y un semblante serio, revisaba los documentos con meticulosidad. La luz del sol se filtraba a través de la ventana, iluminando la sala, pero la atmósfera se sentía sombría. Valeria, con el corazón latiendo desbocado, reflexionaba sobre las implicaciones que tendría el testamento en su vida y en la de su hija, Laura.—Espero que no sea nada drástico —murmuró Valeria, casi inaudible.Guillermo la miró de reojo, sintiendo una mezcla de ansiedad y esperanza. Era consciente de que la última voluntad de Isabel podría alterar el rum
El tiempo estipulado por el abogado había transcurrido. Valeria no había comunicado a Guillermo su decisión, y había llegado el día en que el abogado se presentó en la mansión en busca de una respuesta.—Buenas tardes a ambos. Espero que hayan llegado a un acuerdo respecto a la cláusula de la señora Isabel —preguntó con seriedad, manteniendo la mirada fija en ambos.Valeria y Guillermo se intercambiaron miradas. Al igual que el abogado, Guillermo no sabía cuál sería la decisión de Valeria y sentía una creciente ansiedad. Durante la semana, la convivencia había sido distante y fría; solo se comunicaban en presencia de la pequeña Laura, esforzándose por ocultar sus diferencias.—Mi decisión está tomada desde el momento en que usted leyó el testamento. No tengo inconveniente en aceptar la cláusula que dejó Isabel —declaró Guillermo con firmeza—. Ahora solo falta conocer la decisión de Valeria, que también me intriga.Valeria, con las manos sudorosas y un temblor en las piernas, sabía que