Valeria, con el corazón acelerado, se arrodilló junto a Isabel, tratando de reanimarla. La respiración de su hermana era superficial, y su rostro mostraba una palidez alarmante. Sin perder tiempo, comenzó a aplicar los primeros auxilios mientras aguardaba la llegada del médico.—¡Isabel, por favor, reacciona! —murmuró, sintiendo que el tiempo se detenía. La angustia la invadía al pensar en lo que podría suceder si la ayuda no llegaba pronto.Afuera, Tania se alejaba de la mansión, su mente llena de pensamientos contradictorios. Al revisar sus bolsillos, sintió una punzada de ansiedad al darse cuenta de que su celular no estaba. La preocupación la invadió; sabía que había dejado las fotos comprometedoras de ella y Guillermo en la habitación de Isabel. Sin embargo, no podía regresar. La idea de cruzarse con Guillermo o el médico que atendía a Isabel la aterrorizaba. Si algo le sucedía a Isabel, sabía que sería la primera en ser culpada.Mientras tanto, Guillermo llegó a la mansión, com
Valeria permanecía inmóvil en la cama, temblando mientras sostenía el celular de Tania entre sus manos. La luz tenue de la lámpara proyectaba sombras en su rostro, donde las lágrimas se deslizaban silenciosamente. La traición de Guillermo la dejó sin aliento, y un torrente de emociones la invadió: rabia, tristeza y una profunda desilusión. Con determinación, se levantó de la cama, sintiendo que la ira se transformaba en una fuerza resolutiva.—¡No puedo creer que me haya hecho esto! —exclamó, con su voz resonando en la habitación vacía, como un eco de su desconsuelo. La rabia se convertía en resolución; si Guillermo pensaba que podía salir impune de esta situación, estaba profundamente equivocado. No solo había presenciado su infidelidad, sino que también sabía que él y Tania habían tenido el descaro de dejar evidencias que serían cruciales para lo que planeaba hacer.(…)Mientras tanto….En la clínica, Guillermo permanecía sentado al lado de Isabel, sintiendo cómo el tiempo se desliz
Después de haber despertado del coma, Valeria y Guillermo se encontraban en la sala de espera, llenos de ansiedad. La recuperación de Isabel había sido inesperada; tras horas de incertidumbre, había vuelto a la conciencia. Mientras el médico atendía a Isabel, ambos intercambiaron miradas preocupadas.Finalmente, el médico salió al pasillo, buscando a Guillermo y Valeria. Con un semblante grave, se dirigió a ellos.—Necesito hablar con ustedes —dijo, con un tono serio llenando el ambiente de tensión.Guillermo, con el corazón acelerado, preguntó:—¿Cómo está Isabel? ¿Qué pasa doctor? —A pesar de haber despertado, su estado es crítico —respondió el médico—. No hay muchas esperanzas para su recuperación. Isabel me ha pedido hablar con ambos, recomiendo que vayan a hablar con ella; podría ser la última vez que tengan la oportunidad.Valeria sintió que el peso de la situación la abrumaba. Sin dudar, ambos se dirigieron a la habitación de Isabel, donde la encontraron en la cama, con la mir
Tanto Guillermo como Valeria experimentaban un creciente estado de ansiedad mientras aguardaban la conclusión de la lectura del testamento por parte del abogado. La expectativa en la sala era palpable, y el ambiente estaba cargado de tensión. Valeria se movía inquieta en su silla, sus dedos jugueteando con el borde de su blusa, mientras Guillermo, con la mirada fija en el abogado, intentaba disimular su nerviosismo.El abogado, un hombre de mediana edad con gafas y un semblante serio, revisaba los documentos con meticulosidad. La luz del sol se filtraba a través de la ventana, iluminando la sala, pero la atmósfera se sentía sombría. Valeria, con el corazón latiendo desbocado, reflexionaba sobre las implicaciones que tendría el testamento en su vida y en la de su hija, Laura.—Espero que no sea nada drástico —murmuró Valeria, casi inaudible.Guillermo la miró de reojo, sintiendo una mezcla de ansiedad y esperanza. Era consciente de que la última voluntad de Isabel podría alterar el rum
El tiempo estipulado por el abogado había transcurrido. Valeria no había comunicado a Guillermo su decisión, y había llegado el día en que el abogado se presentó en la mansión en busca de una respuesta.—Buenas tardes a ambos. Espero que hayan llegado a un acuerdo respecto a la cláusula de la señora Isabel —preguntó con seriedad, manteniendo la mirada fija en ambos.Valeria y Guillermo se intercambiaron miradas. Al igual que el abogado, Guillermo no sabía cuál sería la decisión de Valeria y sentía una creciente ansiedad. Durante la semana, la convivencia había sido distante y fría; solo se comunicaban en presencia de la pequeña Laura, esforzándose por ocultar sus diferencias.—Mi decisión está tomada desde el momento en que usted leyó el testamento. No tengo inconveniente en aceptar la cláusula que dejó Isabel —declaró Guillermo con firmeza—. Ahora solo falta conocer la decisión de Valeria, que también me intriga.Valeria, con las manos sudorosas y un temblor en las piernas, sabía que
Habían pasado los días y el acercamiento entre Valeria y Guillermo era inminente. Definitivamente no cabía duda de que Laura había jugado un papel muy importante entre ambos, ya que ella hacía que Valeria se acercara más a Guillermo.Se acercaba la Navidad, una de las fechas más importantes y favoritas de Laura. La pequeña había estado esperando con ansias el fin de semana, cuando Valeria le prometió que decorarían la mansión con adornos navideños. El sábado llegó, y ambas estaban en la luminosa sala, rodeadas de cajas llenas de adornos. Laurita, con su energía contagiosa, miró a su madre con emoción.—Mami, ¿dónde quieres que pongamos el árbol? —preguntó, con una sonrisa radiante.—Creo que cerca de la chimenea —respondió Valeria, sintiendo la calidez de la idea—. Así Santa Claus puede dejar los regalos justo allí, porque él baja por la chimenea, ¿no es así, amor?—¡Sí! —exclamó Laurita, con sus ojos brillantes de inocencia—. ¡Eso es perfecto!Comenzaron a sacar adornos de las cajas
La mañana siguiente llegó con un aire fresco y vibrante, típico de las festividades navideñas. Valeria se despertó abrazada a Guillermo, sintiendo la calidez de su cuerpo y el latido sereno de su corazón. Sin embargo, la inquietud de la llamada anónima de la noche anterior seguía rondando su mente. “¿Quién habrá hecho esa llamada?” pensó, mientras se levantaba de la cama con la intención de prepararle un desayuno especial a Guillermo y Laurita, intentando ahogar sus preocupaciones en la rutina.Mientras tanto, Guillermo se despertó con una sonrisa, recordando la mágica noche que habían compartido. Se estiró y se levantó, decidido a hacer de ese día algo memorable. Se dirigió a la cocina, donde encontró a Valeria preparando panqueques.—¡Buenos días, chef! —dijo, acercándose y abrazándola por la cintura.—¡Buenos días, amor! —respondió Valeria, sonriendo, pero su mirada revelaba una sombra de preocupación. “No puedo dejar que esto me afecte hoy”, pensó.Guillermo notó el cambio en su e
Cuando Guillermo abrió la puerta, su expresión se tornó seria al reconocer a Tania.—¡Tania! ¿Qué haces aquí? —preguntó, intentando mantener un tono neutral.—Hola, Guillermo —respondió ella, esbozando una sonrisa que no reflejaba sinceridad—. No pensé que mi presencia te pusiera tan nervioso.Guillermo sintió un nudo en el estómago. Era consciente de que Tania representaba un capítulo complicado de su pasado, uno que había intentado dejar atrás.—Te hice una pregunta —continuó Tania, adoptando una postura firme—. ¿Qué haces aquí?—Vine porque tengo algo serio que discutir contigo —dijo, su tono tornándose más grave.—¿Hablar? Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. Creo que ya hiciste suficiente con toda la manipulación que montaste para separarme de Valeria, pero no te saliste con la tuya.—Lo que ocurrió entre nosotros no fue una manipulación; me hiciste tuya y lo disfrutaste.—¡Eso es mentira! No recuerdo nada. Todo ha sido una artimaña para separarme de Valeria, y ese juego se ha