Guillermo observó a Laura, con su expresión grave y preocupada. La pregunta de su hija había dejado una sombra en el ambiente, y comprendía que no era el momento adecuado para abordar ese tema tan delicado.—Hija, no es el momento de responderte esa pregunta —dijo Guillermo, esforzándose por mantener la calma—. Necesito resolver algunas cuestiones y después hablaremos de ello. Te sugiero que vayas a tu habitación; no debes abusar, recuerda que aún estás en reposo.Laura asintió, sintiendo un torbellino de emociones, y salió de la sala, dejando atrás la palpable tensión. Valeria, consciente del peso de la situación, decidió acompañar a Laura para aprovechar la oportunidad de dialogar con ella.—Vamos, Laura —dijo Valeria suavemente—. Quiero que sepas que estoy aquí para ti. Iremos a tu habitación a desayunar y, mientras tanto, tendremos una larga conversación.Mientras tanto, Guillermo se quedó a solas con Natalia. La atmósfera era tensa, y las palabras que estaban por intercambiar ser
Nuevos ComienzosLos días transcurrieron con una calma tensa en la mansión. La recuperación de Laura avanzaba notablemente, mostrando cada día más signos de vitalidad y alegría. Tania continuaba desempeñando su labor como enfermera, siguiendo meticulosamente las indicaciones de Guillermo, quien estaba decidido a no descuidar ni un instante la atención profesional de su hija. La mansión, antes envuelta en sombras y conflictos por la presencia de Natalia, ahora comenzaba a iluminarse con risas y momentos compartidos.Valeria, por su parte, había ido ganando poco a poco la confianza y el amor de Laura. Ya no era simplemente la niñera que había ingresado a la mansión para cumplir con un trabajo; su papel había evolucionado, asumiendo la función de madre, un rol que la pequeña aceptó con naturalidad. Para Laura, Valeria se había convertido en una figura materna que llenaba el vacío dejado por Isabel, su madre, quien, irónicamente, era hermana de Valeria, aunque ambas nunca llegaron a cono
La decisión de Valeria de despedir a Tania sorprendió a Guillermo. Desconocía por completo que Tania albergaba un interés personal hacia él y tampoco estaba al tanto de las tensiones del pasado entre ambas mujeres. Tras el reciente susto causado por la enfermedad de Laura, Guillermo se encontraba obsesionado con su cuidado y deseaba asegurarse de que estuviera bajo la supervisión de un profesional. Por ello, al escuchar la decisión apresurada de Valeria, su descontento fue inmediato.—Valeria, ¿cómo puedes considerar despedir a Tania si sabes que Laura aún no ha terminado su tratamiento? —preguntó, incrédulo.Para Tania, las palabras de Guillermo fueron un alivio; se sentía validada, ya que cuestionaban la decisión de Valeria.—Entiende, cariño —intervino Valeria con un tono conciliador—, no veo necesario que continúe cuidando de nuestra hija ahora que está completamente sana. Yo puedo encargarme de su tratamiento bajo la supervisión eventual de su médico.Guillermo se quedó pensativo
Mientras Guillermo y Valeria se apresuraban a llevar a Laura a la clínica, Tania no se quedó atrás. Su ansiedad por observar la situación era palpable; no podía perderse ni un instante de lo que estaba sucediendo. Una mezcla de satisfacción y nerviosismo recorría su cuerpo. Sabía que su plan había funcionado, pero la incertidumbre sobre el estado de Laura la inquietaba. Como enfermera, era consciente de que la pastilla que le había dado solo la haría dormir, pero su inquietud le daba un aire de genuina preocupación.En la clínica, Guillermo sostenía la mano de Laura mientras el médico la examinaba. Valeria, con los ojos llenos de lágrimas, no podía dejar de pensar en las pastillas. ¿Cómo había podido confundirse? La culpa la consumía, y temía que Guillermo la culpara por lo ocurrido. Intentaba recordar cada detalle del momento en que entró a la habitación de Laura, convencida de que había tomado el frasco correcto. Sin embargo, su nerviosismo comenzaba a sembrar dudas en su mente.—Do
Cuando regresaron a la mansión, el ambiente estaba cargado de tensión. Tania, con una sonrisa que no lograba ocultar su ambición, se adelantó rápidamente.—Yo me encargaré de llevar a Laura a su habitación —anunció, casi con un tono de autoridad.Pero Valeria, con lágrimas asomando en sus ojos, se interpuso decidida.—No Tania, yo la llevaré.Guillermo, consciente de la creciente fricción entre las dos mujeres, intervino de inmediato.—Valeria, por favor, deja que Tania lleve a Laura a su habitación. Tú y yo tenemos que hablar.La mirada de Valeria se oscureció. La aparente victoria de Tania, tras el error de Valeria al administrar el medicamento equivocado, había sembrado una profunda desconfianza en Guillermo, al menos eso se imaginaba Valeria. Cuando Tania se retiró con Laura, Valeria, sintiendo el peso de la culpa y el dolor, se volvió hacia Guillermo.—¿Acaso ya no confías en mí, Guillermo? Bastó que cometiera un error con Laura para que tú me perdieras la confianza y depositaras
Después de leerle el cuento a Laura, Guillermo y Valeria se miraron con complicidad. Ambos sabían que era el momento perfecto para compartir con la pequeña niña la fabulosa noticia.—Laura, cariño —comenzó Guillermo, agachándose a la altura de su hija—. Tenemos algo muy especial que contarte.Laura, con los ojos brillantes de curiosidad, sonrió y se acomodó en su cama.—¿Qué es, papá? ¡Dímelo ya! ¿Se trata de un regalo? —decía emocionada. Valeria tomó la mano de Guillermo, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. —Bueno no es un regalo, pero estoy segura de que te va a gustar mucho lo que vamos a decirte, es que… —dijo Valeria, con una voz dulce—. Tu papá y yo hemos decidido casarnos.Los ojos de Laura se abrieron como platos, y una risa de alegría escapó de sus labios.—¡¿De verdad?! ¡Eso es increíble! —exclamó, saltando de la cama y abrazando a sus padres con fuerza. —Siempre he soñado con verlos casados. ¡Voy a tener una boda!Guillermo y Valeria se miraron, sus corazones e
La atmósfera en la mansión se volvió densa y tensa tras la sorprendente aparición de la mujer misteriosa. Todos los ojos se centraron en ella, y el silencio se hizo palpable, como si el tiempo se hubiera detenido. Guillermo, atónito, se quedó sin palabras, mientras la pequeña Laura se aferraba a Tania, temblando de miedo y sin comprender qué estaba pasando. —¿Quién eres tú? —preguntó Guillermo, con su voz temblando entre la confusión y la incredulidad—. ¿Cómo te has atrevido a entrar aquí a interrumpir mi boda, quién te ha dejado entrar? La mujer misteriosa, con una mirada fría y decidida, se quitó el velo que cubría su rostro. La cicatriz que cruzaba su mejilla era un recordatorio de su dolor, una marca que hablaba de todo el sufrimiento que había soportado.—Soy Isabel, tu esposa —respondió, con una voz firme pero cargada de resentimiento—. La mujer que creías muerta, la mujer que traicionaste con mi hermana Natalia.El impacto de sus palabras resonó en la sala como un trueno. Los
Los invitados comenzaron a retirarse, completamente confundidos y sorprendidos por la inesperada aparición de Isabel. Valeria, devastada, se sintió atrapada entre la revelación y el caos emocional que la rodeaba. Su mente giraba en torno a una sola idea: Laura. —Voy a subir a la habitación de Laura —anunció Valeria, con la voz entrecortada—. Ella debe estar muy confundida. Además, ustedes tienen mucho de qué hablar —dijo, dirigiéndose a Isabel y Guillermo.—Es mejor que estés con Laura —respondió Guillermo, su preocupación era evidente en cada palabra.Isabel permanecía de pie frente a Guillermo, llena de odio e impotencia, luchando contra sentimientos encontrados. Al verlo de nuevo, después de tanto tiempo, se dio cuenta de que aún lo amaba como el primer día.Mientras Valeria subía las escaleras, Isabel miró a Guillermo con sarcasmo.—¿Y ahora qué piensas hacer? Porque no pretenderás que esa mujer y yo vivamos juntas en esta casa que me heredaron mis padres.Guillermo la miró fijam