Mientras Guillermo y Valeria se apresuraban a llevar a Laura a la clínica, Tania no se quedó atrás. Su ansiedad por observar la situación era palpable; no podía perderse ni un instante de lo que estaba sucediendo. Una mezcla de satisfacción y nerviosismo recorría su cuerpo. Sabía que su plan había funcionado, pero la incertidumbre sobre el estado de Laura la inquietaba. Como enfermera, era consciente de que la pastilla que le había dado solo la haría dormir, pero su inquietud le daba un aire de genuina preocupación.En la clínica, Guillermo sostenía la mano de Laura mientras el médico la examinaba. Valeria, con los ojos llenos de lágrimas, no podía dejar de pensar en las pastillas. ¿Cómo había podido confundirse? La culpa la consumía, y temía que Guillermo la culpara por lo ocurrido. Intentaba recordar cada detalle del momento en que entró a la habitación de Laura, convencida de que había tomado el frasco correcto. Sin embargo, su nerviosismo comenzaba a sembrar dudas en su mente.—Do
Cuando regresaron a la mansión, el ambiente estaba cargado de tensión. Tania, con una sonrisa que no lograba ocultar su ambición, se adelantó rápidamente.—Yo me encargaré de llevar a Laura a su habitación —anunció, casi con un tono de autoridad.Pero Valeria, con lágrimas asomando en sus ojos, se interpuso decidida.—No Tania, yo la llevaré.Guillermo, consciente de la creciente fricción entre las dos mujeres, intervino de inmediato.—Valeria, por favor, deja que Tania lleve a Laura a su habitación. Tú y yo tenemos que hablar.La mirada de Valeria se oscureció. La aparente victoria de Tania, tras el error de Valeria al administrar el medicamento equivocado, había sembrado una profunda desconfianza en Guillermo, al menos eso se imaginaba Valeria. Cuando Tania se retiró con Laura, Valeria, sintiendo el peso de la culpa y el dolor, se volvió hacia Guillermo.—¿Acaso ya no confías en mí, Guillermo? Bastó que cometiera un error con Laura para que tú me perdieras la confianza y depositaras
Después de leerle el cuento a Laura, Guillermo y Valeria se miraron con complicidad. Ambos sabían que era el momento perfecto para compartir con la pequeña niña la fabulosa noticia.—Laura, cariño —comenzó Guillermo, agachándose a la altura de su hija—. Tenemos algo muy especial que contarte.Laura, con los ojos brillantes de curiosidad, sonrió y se acomodó en su cama.—¿Qué es, papá? ¡Dímelo ya! ¿Se trata de un regalo? —decía emocionada. Valeria tomó la mano de Guillermo, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. —Bueno no es un regalo, pero estoy segura de que te va a gustar mucho lo que vamos a decirte, es que… —dijo Valeria, con una voz dulce—. Tu papá y yo hemos decidido casarnos.Los ojos de Laura se abrieron como platos, y una risa de alegría escapó de sus labios.—¡¿De verdad?! ¡Eso es increíble! —exclamó, saltando de la cama y abrazando a sus padres con fuerza. —Siempre he soñado con verlos casados. ¡Voy a tener una boda!Guillermo y Valeria se miraron, sus corazones e
La atmósfera en la mansión se volvió densa y tensa tras la sorprendente aparición de la mujer misteriosa. Todos los ojos se centraron en ella, y el silencio se hizo palpable, como si el tiempo se hubiera detenido. Guillermo, atónito, se quedó sin palabras, mientras la pequeña Laura se aferraba a Tania, temblando de miedo y sin comprender qué estaba pasando. —¿Quién eres tú? —preguntó Guillermo, con su voz temblando entre la confusión y la incredulidad—. ¿Cómo te has atrevido a entrar aquí a interrumpir mi boda, quién te ha dejado entrar? La mujer misteriosa, con una mirada fría y decidida, se quitó el velo que cubría su rostro. La cicatriz que cruzaba su mejilla era un recordatorio de su dolor, una marca que hablaba de todo el sufrimiento que había soportado.—Soy Isabel, tu esposa —respondió, con una voz firme pero cargada de resentimiento—. La mujer que creías muerta, la mujer que traicionaste con mi hermana Natalia.El impacto de sus palabras resonó en la sala como un trueno. Los
Los invitados comenzaron a retirarse, completamente confundidos y sorprendidos por la inesperada aparición de Isabel. Valeria, devastada, se sintió atrapada entre la revelación y el caos emocional que la rodeaba. Su mente giraba en torno a una sola idea: Laura. —Voy a subir a la habitación de Laura —anunció Valeria, con la voz entrecortada—. Ella debe estar muy confundida. Además, ustedes tienen mucho de qué hablar —dijo, dirigiéndose a Isabel y Guillermo.—Es mejor que estés con Laura —respondió Guillermo, su preocupación era evidente en cada palabra.Isabel permanecía de pie frente a Guillermo, llena de odio e impotencia, luchando contra sentimientos encontrados. Al verlo de nuevo, después de tanto tiempo, se dio cuenta de que aún lo amaba como el primer día.Mientras Valeria subía las escaleras, Isabel miró a Guillermo con sarcasmo.—¿Y ahora qué piensas hacer? Porque no pretenderás que esa mujer y yo vivamos juntas en esta casa que me heredaron mis padres.Guillermo la miró fijam
Isabel no podía salir de su asombro al descubrir que Valeria era su hermana perdida. La incredulidad la envolvía como un manto pesado, y su voz temblaba sin saber como asimilar semejante verdad. —¿Y ahora qué va a pasar? —preguntó Isabel, exaltada—. ¿Te das cuenta de lo que esto significa? Estabas a punto de casarte con mi otra hermana, como lo hiciste con Natalia. Nunca te importé; apenas creíste que había muerto, no dudaste en casarte con ella.—¡Eso no es así! —exclamó Guillermo con firmeza—. Natalia me forzó a ese matrimonio. Ella sabía que no la amaba; en realidad, nunca sentí nada por ella. Solo que, debido a tu enfermedad, me sentía solo y perturbado, y ella se aprovechó de eso para seducirme en el momento que me sentía más vulnerable. —No me hagas reír, Guillermo. ¿Vas a decirme que aquella noche, cuando te encontré besándote con Natalia mientras yo sufría a causa de mi enfermedad, lo hiciste porque ella te obligó? —dijo Isabel con sarcasmo, dejando entrever el odio en sus o
Isabel, no comprendía las palabras de Valeria, todo era confuso para ella, miraba a Guillermo tratando de encontrar una respuesta que le confirmara o desmintiera lo que Valeria acababa de decir, pero Guillermo estaba callado, jamás se imaginó que las cosas terminarían así: —¿Qué rayos estás diciendo? ¿De dónde sacas que eres la madre biológica de mi hija? ¿Te has vuelto loca? —replicó Isabel, furiosa, mientras Guillermo observaba atónito a Valeria, quien parecía decidida a revelar la verdad.—Es cierto, Isabel —respondió Valeria con calma—. Sé que puede sonar extraño y entiendo tu confusión, pero esa es la verdad: soy la madre biológica de Laura porque tú usaste mis óvulos.La expresión de Isabel se tornó de incredulidad a shock, como si el mundo se desmoronara a su alrededor.—¿Cómo es eso posible? ¡Eso tiene que ser mentira! —exclamó, volviéndose hacia Guillermo—. ¡Dime que lo que dice esta mujer es falso! ¡Habla!Guillermo tragó grueso y bajó la mirada, sintiéndose atrapado entre
Isabel había sido dada de alta de la clínica y regresó a la mansión. La atmósfera era tensa; todos sabían que la situación había cambiado drásticamente. Isabel, aún débil, se sentó en el sofá, mirando a su alrededor con una mezcla de nostalgia y desafío.—¿Dónde está Laura? —preguntó, su voz apenas un susurro, pero cargada de autoridad.Guillermo que estaba presente, se acercó a ella y, con cautela, respondió:—Está en su habitación, jugando. Isabel, necesitamos hablar de nuestra hija. —¿Hablar? —replicó Isabel, cruzando los brazos—. ¿Acaso no es mi derecho saber cómo está mi hija?—Claro que puedes verla, pero debemos aclarar cuál es tu situación en esta casa —dijo Guillermo mientras se sentaba frente a Isabel—. Debes entender que para Laura tú habías fallecido, y ahora que has regresado, ha sido muy difícil para ella entender todo este enredo. Sin embargo, Valeria ya se encargó de hablar con ella y explicarle de modo que pueda entender.—¿Y se puede saber por qué Valeria tiene que