¡La patrona!

 ¡ La Patrona! 

Juanne la levantó y la llevó cargada hasta su habitación detrás de la biblioteca de su despacho. La posó en la cama. Missie se resistió un poco, pero no pudo ante la fuerza del muchacho. 

Ella trató de evadirse por el lado contario, pero él la asió por la cintura y la atrajo hacía sí y le dijo muy bajito:

–Sólo quédate a mi lado esta noche Missie, por favor –Y cayó sobre su almohada, durmiéndose de inmediato. Pero se mantuvo sujetándola en un abrazo que ella no pudo zafarse. Se volvió un poco él estaba totalmente dormido, sus facciones estaban aun endurecidas y su mandíbula apretada. 

Pasó la mano por su rostro en una conmovida caricia, mientras en voz baja le decía:

–Te exiges demasiado Juanne Martins, mírate ojeroso, molesto, ¡vas a envejecer pronto si sigues así! Te ves cansado, mi Juanne –él fue soltando de a poco la expresión de su rostro. De forma incómoda por lo apretado de su abrazo, llegó a la he

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