Aurora esperaba dentro de aquel enorme y lujoso departamento. Cada rincón de aquel lugar, estaba plagado del lujo y elegancia que distinguía a los Bensiali, y repentinamente, aquellos pensamientos intrusivos la golpeaban mentalmente…ella era tan solo la hija de un par de sirvientes, que ya se habían desentendido de ella, y no se sentía ni estaba en realidad a la altura de Massimo…jamás lo había estado, meditó.Caminando hacia la sala, sonrió tristemente al mirar aquel lujo desmedido, y sentándose en el sofá principal, supo que aquel, valía mucho más que aquel humilde departamento en donde había vivido durante varios años; la pelirroja recordó lo duro que era llegar a final de mes con poco dinero, mientras sostenía la renta de su sencillo hogar, y trataba de alimentarse a ella misma, ayudando también con lo poco que podía conseguir de sus trabajo de medio tiempo a sus necesitados padres…ella era tan solo una mujer más como muchas otras que luchaban día con día para salir adelante, depo
Aquella mañana en la universidad, Aurora nuevamente había soportado las infames calumnias que sobre ella se estaban esparciendo como un reguero de pólvora. Tomando rápido sus cosas una vez que terminaron las clases, la hermosa pelirroja salió tan rápido como pudo para evitar que Leandro la alcanzara, y no seguir escuchando nada de lo que decían sobre ella. Leandro había estado insistente con las llamadas, y al final de todo, había decidido cambiar su número para que nadie más lo tuviera…se sentía atacada injustamente, y aun cuando el amor de Massimo la mantenía a salvo, había ratos en los que, tristemente, tenía que soportar las consecuencias que ser la esposa del hombre más importante de Italia, le había traído.Leandro, tan presuroso como Aurora, tomó su mochila y corrió a toda prisa nuevamente tras ella, logrando alcanzarla en el pasillo. Tomándola de la mano, sin decirle nada el pelinegro, este la arrastro hacia el tejado de aquel edificio.—Suéltame, Leandro…nosotros no… ——¿No t
Aurora se había quedado helada, al mirar a Juliana Hancock de pie junto a ellos.—¿Qué demonios quieres? — Le preguntó Leandro, molesto sin voltearla a ver.—Solo veo cómo usar esto a mi favor. — respondió para acercarse a su lado. —Aurora Bianco…la esposa de mi prometido, es un placer conocerte formalmente. Aunque creo que he llegado en un mal momento. — mencionó al ver al pelinegro abrazar a Aurora y como esta lo rechazaba violentamente.La mirada fría de Juliana se dirigió a los puños tensos del que fuera su amante. — Creo que cada persona debería tener a su igual a su lado. Pero tú, Aurora, te casaste con mi prometido, aun a sabiendas que él tendría problemas…y veo que ahora seduces al heredero de los Russo…creo que no tienes vergüenza. — añadió burlonamente.Aurora miró con extrañeza a Leandro, ¿Él era un Russo?—Vete de aquí, Hancock, esto no es asunto tuyo. — sentencio Leandro.Juliana sonrió.—Es una pena que no piense lo mismo…esta mujercita, es mi asunto. — mencionó fríament
Aquel sábado había dado comienzo. Aurora se vestía con aquel hermoso vestido casual en color blanco, que Massimo había comprado para ella. Nerviosa, se acomodó su largo cabello rojo en una cola alta, y observó que su ligero maquillaje estaba perfecto.Irán al club social por primera vez...y no podía evitar sentirse nerviosa al respecto.— ¿Estás lista? — cuestionó Massimo. Él también se encontraba nervioso.Aurora asintió.— Lo estoy. — respondió ella.Massimo se acercó y admiro la hermosura de Aurora. Llevaba puesto aquel hermoso vestido casual que había mandado a traer específicamente para aquella ocasión. Sin duda, no importaba si Aurora vestía ropa común o la más costosa...era tan bella que lo que usará pasaba a segundo término.— Te ves hermosa, nadie podría decirte algo al respecto de tu apariencia. — aseguró el magnate rubio.— Se que esto no va a ser sencillo...esas personas, no van a aceptarme. — aseguró Aurora siendo realista ante su situación.Massimo negó. — Si pudiera evit
Aurora, del brazo de Massimo, había detenido sus pasos frente a aquel pequeño grupo de personas, que sabía pertenecían a la más alta sociedad italiana; bastaba ver sus costosas ropas para adivinarlo con certeza. Sin agachar la mirada, la hermosa pelirroja sonrió.—¿Viste lo que está usando?, ¿Cómo es eso posible? — cuestionó una de las jóvenes que estaba con Juliana.Juliana Hancock no disimuló su gran disgusto al mirar que aquella sucia plebeya, no solo se había vestido apropiadamente para la ocasión, si no que llevaba puesto un Praga C.; una joya de colección ya imposible de conseguir al haberse fabricado tan solo cincuenta piezas de ese modelo...aquello era imposible. El vestido blanco que tan orgullosamente llevaba puesto Aurora Bianco, pertenecía a una colección tan exclusiva, que pocas eran las personas en el mundo que podían presumir uno en su closet.Apretando la elegante copa en sus manos, Juliana Hancock tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no lanzarse contr
Virgilia Contessa, la condesa de Capua, observaba la delicadeza con que Aurora Bensiali tomaba su taza de té. Sus modales, no eran en lo absoluto refinados como podría esperarse de la dama de alta alcurnia en la que recientemente se había convertido, sin embargo, no era para nada una mujer vulgar ni corriente como le había asegurado que era, y sus modales, aunque algo toscos, eran buenos. Tan solo necesitaba algunas lecciones de etiqueta para adaptarse a su nueva vida. Eso era todo.—Dime, querida, ¿Hace cuánto tiempo conoces a mi sobrino? — cuestionó Virgilia.Aurora sonrió, y sus ojos verdes se inundaron de una amorosa nostalgia y cariño que no pasaron desapercibidos para la condesa.—Si le soy honesta, su señoría, no recuerdo exactamente la edad que tenía o en aquel entonces, era demasiado pequeña. Como ya seguramente debe de saberlo excelencia, soy solo la hija de los sirvientes Bianco, mis padres me llevaron a vivir a la mansión cuando era demasiado pequeña para recordarlo con ex
—Quiero que Aurora este puntualmente después de sus clases en mi mansión, comenzaré a darle lecciones de etiqueta, así nadie pondrá objeción alguna ante su presencia. — decía la condesa Virgilia mientras subía a su limusina en compañía de su hija.—Le agradezco mucho, tía, veré que mi esposa asista a su casa sin demora. — respondía Massimo con una sonrisa, mientras sostenía la puerta de aquella limusina.La condesa sonrió. — Esa joven es un diamante en bruto…así que no la pierdas, Massimo. — respondió la condesa.Inclinándose ante su tía, Massimo cerró luego la puerta de su lujoso vehículo, y la vio marcharse. Era un punto enorme a su favor, haber ganado como aliada a la condesa de Capua…aunque, si se era honesto, no comprendía las razones de ello. Quizás, algún día las sabría, meditó el rubio.Aurora sonrió desde la puerta de aquel lujoso club; apenas y la condesa había dicho que era bienvenida en el club, y la mayoría de las personas en el lugar, se habían marchado con un evidente d
—Eso es todo por ahora. — decía el nuevo profesor, Julio Hancock, mientras terminaba su clase de pediatría.Julio había tenido que repasar todo en tan solo unos días, para no quedar expuesto al ridículo por culpa de Juliana; después de todo, y aun cuando era legalmente un médico pediatra, no había ejercido jamás aquella profesión que hizo tan solo para complacer a su madre.—¿Ya viste?, el nuevo profesor es guapísimo y muy joven. — decía una estudiante a otra.—Si, y dicen que es además el hijo de una familia muy importante estadounidense, ósea que tiene mucho dinero… — murmuró la otra.—Tal vez deberíamos lanzarnos para bien que se lo gana, después de todo, y con lo que Aurora Bianco ha hecho al treparse sobre Massimo Bensiali, sabemos que no habrá consecuencias. — afirmó una estudiante más.Aurora cerró el libro, y después de guardar sus cosas, paso de largo a aquellas estudiantes que estaban hablando mal de ella; los rumores sobre ella y Massimo, aunque infundados, ya se habían reg