Capítulo 26
Diego, con los ojos rojos e inyectados en sangre, apretó los puños y lanzó un golpe obstinado hacia Daniel.

—¿Por qué tiene que ser él? ¡No lo acepto, Regina! Si no quieres casarte, ¡te ayudaré a huir! Podemos ir al extranjero o volver a Puerto Turquesa, ¡lo que tú prefieras!

Sin embargo, aunque Daniel podría haber esquivado fácilmente el puñetazo de Diego, solo movió ligeramente el rostro, dejando que el puño le rozara la cara.

La herida no era grave, pero dejó una marca roja.

—Ss... —Daniel se cubrió la mejilla herida, inhalando suavemente por el dolor, sus facciones arrugándose.

Aun así, su atractivo permanecía intacto.

Regina, al verlo herido, se preocupó enormemente y tomó su mano, intentando examinar la herida.

—No pasa nada, no estoy herido, no duele —Daniel sonrió, fingiendo despreocupación.

Regina, al verlo, se preocupó aún más.

Al ver que no soltaba su mano, Regina se enfureció con Diego y le reclamó fríamente:

—¡Diego! ¿Por qué lo golpeaste? ¿Cuándo te volviste tan impulsivo
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