Capítulo 3
Mirando a los dos hombres que tenía frente a ella, Regina respondió con tranquilidad:

—Solo son fotografías, podemos tomar más cuando queramos.

—Puesto que las has quemado todas, tendremos que tomarlas de nuevo. De hecho, hace bastante tiempo que no realizamos un viaje juntos —manifestó Armando, resignándose a la situación.

Diego, con rapidez, agregó:

—En esta ocasión podríamos invitar a Vale, ella siempre comenta que nunca ha viajado.

Al percibir las palabras de Diego, Regina nuevamente esbozó una sonrisa con un dejo de ironía.

Armando y Diego, interpretando su gesto como una señal de aprobación, exhalaron un suspiro de alivio.

Justo cuando estaban por ingresar, advirtieron la presencia de varias cajas en la sala que no habían estado allí esa mañana.

—¿Qué significa esto? —cuestionaron al mismo tiempo.

Regina les dirigió una mirada de soslayo:

—Ah, he decidido renunciar. Planeo buscar otro empleo.

¿Acaso no le resultaba satisfactorio su trabajo actual?

Esa misma interrogante surgió simultáneamente en la mente de ambos.

Regina mostraba un comportamiento inusualmente extraño ese día, y por alguna razón inexplicable, Armando y Diego experimentaban una sensación de intranquilidad.

Diego movió levemente sus labios, con la intención de indagar más, pero el repentino timbre de un teléfono interrumpió abruptamente el silencio.

Armando atendió la llamada, y la voz angustiada y desamparada de Valentina se escuchó al otro lado de la línea.

—Armando, se fue la luz en mi casa de repente, tengo mucho miedo... ¿qué hago?

Diego, que alcanzó a escuchar, cambió su expresión y se adelantó a Armando:

—No tengas miedo, Vale, voy para allá.

Armando frunció el ceño, su rostro habitualmente sereno mostrando clara preocupación.

La inquietud por Valentina prevaleció, y ambos tomaron sus llaves y salieron juntos.

Regina mantuvo la calma todo el tiempo y, después de que se fueron, llamó a su tía Sandra.

De pequeña, había vivido con Sandra, quien la había tratado como a una hija propia.

Ahora que se iba, naturalmente debía despedirse apropiadamente.

Al enterarse de que Regina volvería para casarse, la voz de Sandra estaba llena de nostalgia, pero sobre todo de sorpresa:

—Regina, ¿Armando y Diego saben que vuelves para casarte?

Regina hizo una pausa antes de responder:

—No lo saben, tía. Por favor, ayúdame a mantenerlo en secreto. No quiero más complicaciones.

Tras estas palabras, hubo un momento de silencio al otro lado de la línea.

Sandra suspiró profundamente:

—Ay, es cierto... Desde pequeña has sido el tesoro de ellos. Cualquiera podía ver que esos dos muchachos te querían. Siempre juntos los tres, pensé que terminarías casándote con uno de ellos. Qué lástima...

Regina sonrió suavemente y dijo con calma:

—No hay nada que lamentar. No somos compatibles.

Al oír esto, Sandra no insistió más, solo dijo:

—Regina, sabía que eventualmente volverías a casa, pero no pensé que sería tan pronto. Te he visto crecer desde pequeña. Ven a verme antes de irte. Una vez que vuelvas a Ciudad Primavera, quién sabe cuándo nos volveremos a ver...

Regina respondió sonriendo, con un tono algo mimado:

—Lo haré, tengo algunos regalos para ti. También te voy a extrañar mucho, tía.

Sandra, después de algunas palabras más, finalmente colgó.

Apenas terminó esta llamada, entró otra.

Era el director de la empresa de Regina.

—Regina, tus diseños anteriores ganaron un premio en nombre de la empresa. Acaba de llegar el trofeo, pero como renunciaste no pudiste recibirlo, así que se lo di a tu practicante para que te lo lleve a casa.

Justo cuando terminó de hablar, sonó el timbre.

Regina colgó el teléfono y abrió la puerta, encontrándose con Valentina sosteniendo el trofeo.

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