Triángulo Amoroso Roto
Triángulo Amoroso Roto
Por: Paula Méndez
Capítulo 1
Al finalizar la llamada, Regina podía escuchar la música retumbante que subía desde abajo, mezclada con las voces cantando "Feliz Cumpleaños".

Se trataba de la celebración que Armando Torres y Diego Lagos estaban realizando para festejar el cumpleaños de Valentina Reyes. Repentinamente, el sonido de pasos acercándose precedió la aparición de Valentina, quien entró a la habitación con una sonrisa y un trozo de pastel en mano.

Su expresión inocente se reflejaba en sus ojos de cervatillo, que parpadeaban mientras la miraba. A pesar de llevar un maquillaje cuidadosamente aplicado, su rostro fino mostraba algunas manchas de crema, evidencia de las bromas típicas de una fiesta.

Con tono amable preguntó:

—Regina, ¿no quieres bajar a celebrar con nosotros?

Regina, que podía ver claramente a través de su actuación, respondió secamente:

—No, tengo trabajo que terminar. Disfruten ustedes.

La reacción de Valentina fue inmediata: sus ojos se humedecieron mientras preguntaba con voz dolida:

—Regina, ¿es porque no te caigo bien que pones estas excusas?

Regina frunció el ceño instintivamente. No había hecho nada, y sin embargo, Valentina actuaba como si la hubiera lastimado.

Rio internamente con desdén, sin ganas de seguir escuchando su falsa sinceridad.

—Guarda tu actuación para Armando y Diego. Conmigo no funciona.

Apenas terminó de hablar, intentó cerrar la puerta.

—¡Regina, no...!

Valentina extendió repentinamente una mano para detener la puerta, lo que provocó que quedara atrapada cuando esta se cerró.

Su pálida mano se tornó inmediatamente morada por el golpe.

—¡Ay! —se quejó.

Armando y Diego, que justo subían las escaleras, presenciaron la escena.

Los dos hombres corrieron al instante para proteger a Valentina entre sus brazos, examinando su mano con preocupación.

Al ver la lesión en la mano de Valentina, Diego se conmovió tanto que sus ojos se enrojecieron.

Siendo de temperamento impulsivo, arremetió directamente contra Regina:

—Sé que no te agrada Valentina, pero no esperaba que lo lastimaras. Regina, te has cambiado mucho.

Armando, aunque de naturaleza más reservada, también miraba a Regina con ojos profundos llenos de decepción.

—Regina, hoy es el cumpleaños de Valentina. No deberías comportarte de manera tan excesiva.

Sin embargo, cuando bajó la mirada hacia Valentina, su tono cambió instantáneamente:

—Valentina, ¿te duele mucho? Te llevaré a ponerte medicina.

Mientras Armando se alejaba con Valentina, Diego los siguió, consolándola apresuradamente:

—Valentina, no te pongas triste. Te regalo mi nuevo auto deportivo. Cuando se termine la fiesta, te llevaré a dar una vuelta, ¡eso te animará!

Mimada por la atención de ambos hombres, Valentina finalmente dejó de llorar, aunque su voz seguía entrecortada:

—Gracias, Armando.

Después de agradecer a Armando, miró a Diego con ojos llorosos:

—Diego, no vayas a las carreras, son muy peligrosas. Me preocupo por ti.

Al ver que Valentina sonreía entre lágrimas, Diego accedió inmediatamente:

—¡Está bien, está bien, cariño! ¡Haré lo que sea con tal de verte feliz!

Observando sus siluetas mientras bajaban las escaleras, Regina permaneció en la puerta, sintiéndose como en un sueño surrealista.

Recordaba que hace no mucho tiempo, era ella quien estaba entre Armando y Diego.

Desde pequeña había sido enfermiza y sufría de asma. Ciudad Primavera, con su clima húmedo y lluvioso, no era adecuada para su salud.

Por eso, a los cinco años, sus padres la enviaron desde Ciudad Primavera a Puerto Turquesa, donde el clima es primaveral todo el año, para que viviera con su tía, que era médica.

Fue entonces cuando Regina conoció a Armando y Diego y son los vecinos de su tía. Los tres crecieron juntos y son los íntimos amigos durante la infancia.

Desde el primer momento que la vieron, ambos quedaron cautivados, y se convirtieron en sus caballeros protectores, siempre a su lado.

De niños, la acompañaban todos los días a la escuela, le compraban el desayuno, le llevaban leche, rompían todas las cartas de amor que recibía y no permitían que ningún chico se le acercara.

Al crecer, uno heredó el negocio familiar y se convirtió en CEO, mientras que el otro se hizo piloto de carreras de fama internacional. A pesar de sus ocupadas agendas, compraron casas a ambos lados de la de Regina, las conectaron para vivir juntos, y cada día volvían a casa para cocinarle.

Incluso cuando Regina se recuperó y su familia la presionaba para que volviera a Ciudad Primavera, ambos le rogaron con lágrimas en los ojos que no se fuera, diciendo que abandonarían todo para seguirla.

Siempre decían que donde estuviera Regina, allí estarían ellos.

Fue por ellos que Regina, una vez estabilizada su enfermedad, postergó su regreso a Ciudad Primavera.

Pero todo cambió cuando apareció Valentina quien era la practicante de Regina.

En su primer día en la empresa, se negó tímidamente a almorzar con los demás, y así continuó cada día hasta que Regina la encontró comiendo pan sola en un rincón. Al preguntarle, descubrió que venía de una zona rural remota, había llegado a la ciudad para estudiar y, debido a su pobreza, intentaba ahorrar todo lo posible.

Regina, que había crecido como señorita de buena familia en un ambiente privilegiado, se conmovió al escuchar esto y, siendo de buen corazón, comenzó a cuidar de ella de diversas formas.

Ocasionalmente la llevaba cuando comía con Armando y Diego.

Fue así como Valentina los conoció.

Armando, de naturaleza reservada, nunca antes había participado en fiestas ruidosas como esta, pero ahora hacía una excepción por Valentina.

Diego, que consideraba las carreras como su vida y a quien nadie podía persuadir de lo contrario, ahora las abandonaba con una simple palabra de Valentina.

Este tipo de situaciones se habían repetido innumerables veces durante el último mes.

Antes, ellos nunca ocultaron su amor por Regina, protagonizando escenas de celos y presionándola para que eligiera entre los dos.

Regina realmente se había sentido atraída por ellos y consideró elegir a uno.

Pero ahora, aceptar el matrimonio arreglado por su familia no parecía una mala idea.

Regina esbozó una sonrisa mientras programaba en su teléfono una cuenta regresiva para su partida.

De ahora en adelante, dejaría de interferir en la vida de los tres.

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