CAPÍTULO 55

Respiré profundamente cuando entramos al gran salón; el sonido de nuestros pasos resonaba en los altos techos. Aurora estaba junto a mi madre, sus ojos azules fríos y calculadores mientras nos veía acercarnos. Podía sentir la tensión que irradiaban mis hijos, sus pequeños cuerpos tensos y nerviosos.

—Madre, Aurora —los saludé, mi voz firme a pesar de la inquietud que se revolvía en mis entrañas—. Me gustaría presentarles a mis hijos: Aaron, Nova y Wolf.

El rostro de mi madre se iluminó con una sonrisa, sus ojos brillaban con calidez mientras contemplaba a sus nietos.

—Oh, Caleb —respiró—, son hermosos.

Aurora, en cambio, permaneció impasible, con los labios apretados en una fina línea. Pude ver los celos hirviendo bajo la superficie, el resentimiento que albergaba hacia Freya y nuestros hijos.

Me aclaré la garganta y me volví hacia los trillizos.

—Niños, sé que lo que pasó antes fue perturbador —comencé, eligiendo mis palabras con cuidado—. Pero es importante recordar que la violencia
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