Natalia observó con devoción cómo su pequeña hija Jade daba sus primeros pasitos en dirección a su padre. Fabián se encontraba al otro extremo con los brazos abiertos, mientras la niña se acercaba lentamente. Una serie de aplausos resonaron en la estancia cuando la pequeña alcanzó su meta. Siendo recibida en los brazos de su padre, no pudo evitar sonreír anchamente con sus cacheticos regordetes y toda su inocencia rebosando en el pequeño espacio. La sala de la casa estaba adornada con globos de colores y guirnaldas, puesto que se estaba celebrando un año del nacimiento de aquel milagro viviente. El lugar se encontraba lleno de niños, siendo sus hijos unos de los principales protagonistas de la velada. La familia se había ampliado tanto que Natalia no pudo evitar emocionarse al verlos a todos juntos, conviviendo. En la celebración se encontraban Diana y su esposo Horacio, acompañados de su pequeño hijo Henrik de seis años. También estaban Ana Paula y su esposo Iván, quienes asist
Un saludo, queridos lectores. A los que me preguntan les aviso que la historia de Jade, estará publicada aquí mismo. Si quieren darle continuidad a la vida de todos los personajes de esta hermosa historia, entonces pueden quedarse. También trataremos parte de la historia de los trillizos, entre otros asuntos más que quedaron pendientes. Seguirán apareciendo Natalia y Fabián, pero ya no como protagonistas, sino como padres de la generación más joven. Si la historia principal les gustó. Entonces no olviden dejar una buena reseña. ¡Muchas gracias!!
Jade Arison siempre fue la niña consentida de mamá y papá. Lo tenía todo. Tenía tres hermanos protectores y atentos. Y amigos cercanos. Siempre pensó que su vida estaba resuelta y que no existía ninguna cosa con la que se viera obligada a enfrentarse. Realmente crecer dentro de una burbuja no parecía ser la solución más eficiente cuando sus circunstancias estaban a punto de cambiar drásticamente. Una e****a llevó a su familia al borde de la quiebra. Y una propuesta inesperada surgió de una persona a la que consideraba casi un hermano. —Cásate conmigo y solucionaremos el problema financiero de tu familia —le dijo Adriel Meier, su mejor amigo. —Acepto, pero debes de saber que no te amo —fue su respuesta. Una mueca de desagrado se dibujó en el rostro de su futuro esposo, pero a pesar de su inconformidad se selló aquel pacto. ¿Podría un matrimonio por compromiso terminar bien o estarían destinados a una vida infeliz para siempre?
—¡Tuvo que ser obra suya! —se quejó Natalia, dando vueltas en la habitación mientras negaba insistentemente con la cabeza. La tensión en el ambiente era casi palpable. Un manojo de documentos se encontraba esparcido sobre la cama, dando como conclusión unas alarmantes cifras en números rojos. ¡Estaban al borde de la quiebra! —No creo que haya sido capaz —la contradijo Fabián con calma, una calma que no coincidía para nada con la agitación de un momento tan crucial como este—. Ella ha cambiado mucho en todo este tiempo. Tú lo has experimentado de primera mano. —Lo sé. ¡Lo sé! —concordó Natalia, pero no podía alejar del todo las sospechas de su mente. —Esto simplemente fue mala suerte —sentenció su marido, renuente a buscar culpables o hacer falsas acusaciones a personas inocentes. —Yo creo que hay algo más. —¿Algo como qué? —Piénsalo, Fabián. Ella te los presentó. —Por favor, Natalia. No insistas en querer hacerla ver culpable. —Pero es que todas las pruebas apuntan hacia ell
—Las cosas están mal en mi casa —soltó sin miramientos. Confiaba plenamente en Adriel, así que sabía bien que no iría por ahí revelando lo que sea que le contara. Él era su confidente. O al menos hubo un tiempo en que lo fue. —¿Mal? —La miró con extrañeza, ciertamente no estaba acostumbrado a escucharla decir este tipo de cosas. Era la primera vez que le contaba algo como esto. Es decir, su vida familiar parecía ser perfecta. Sus padres se amaban de una manera envidiable. Siempre que los veía compartir juntos, soñaba con un día encontrar un amor tan profundo y real como el que ellos se profesaban mutuamente. También se había enterado de que habían afrontado muchos problemas en su relación. No se habían casado exactamente enamorados, pero con el tiempo las cosas se dieron. Y ahora eran inseparables. O al menos así le parecía hasta hacía un momento, cuando los escuchó discutir acaloradamente en su habitación. —Creo que se trata de algo financiero. No estoy segura —suspiro co
Su respuesta no pareció ser del agrado de su acompañante, pero necesitaba dejar esto claro. No lo amaba y posiblemente no lo amaría nunca. —No necesitas amarme para esta unión —soltó sin más, como si el matrimonio no fuese un asunto trascendental para él. Se suponía que era una unión para toda la vida, ¿se conformaría entonces con una relación sin amor? ¿Podría ser feliz así con el transcurrir de los años? ¿Se acostumbraría? ¿Además, tendrían que tener hijos juntos? Esa última cuestión la horrorizó demasiado, porque, simplemente, no se imaginaba intimando con Adriel. Así que evidentemente esto no funcionaría. No lo haría. —Adriel, yo no sé… si sea capaz —le aterraba la sola idea de verse atrapada en una vida infeliz—. No hay forma de que esto funcione. Debe existir otra manera. —Es la única solución que tengo para ofrecerte. Si tienes una idea mejor, entonces házmelo saber. De pronto su actitud se tornó fría y cortante. Era como si su presencia hubiera pasado de ser agrada
—¿De qué estás hablando, jovencita? Fue la voz de su madre la que se alzó en medio de la cena. Jade sintió que su determinación flaqueaba al ver la mirada cargada de reprimenda por parte de su progenitora, pero esto debía ser así, tenía que seguir adelante con el engaño. —Me enamoré, mamá. Eso es todo… —bajó la mirada sin poder sostenerla con la de su madre un segundo más. Sentía que, si la veía fijamente por más tiempo, entonces descubriría que estaba mintiendo y eso no lo podía permitir. —¿Enamorarte? ¿De cuándo acá? Sus dudas eran completamente razonables. No era nada lógico que de repente diera una noticia tan impactante sin abonar el terreno antes. Sus padres y ningún miembro de su familia la imaginaban casada con Adriel y con justa razón, puesto que prácticamente habían crecido juntos. —¿Y dónde se supone que está ese prometido tuyo? Sorprendentemente, su padre no parecía nada afectado con la noticia. Era como si de cierta forma supiera que una cosa así sucedería tarde o
“He decidido aceptar tu propuesta”, escribió aquel mensaje que marcaría un antes y un después en su existencia. Jade suspiró y esperó a que Adriel le contestara, pero, contrario a lo que anticipaba, su amigo no se pronunció al respecto. Al día siguiente se la pasó observando su teléfono con demasiada insistencia, como si de esa manera pudiera hacer que apareciera un mensaje nuevo. ¿Acaso significaba esto que ya no iba a ayudarla? ¿Se estaba retractando de casarse? No pudo evitar sentirse preocupada al respecto. Su padre había sido claro al decirle que quería ver a Adriel esa tarde y además necesitaba de un anillo de compromiso para que toda esta farsa fuera mucho más creíble. —¿Qué pasa, Jade? Estás muy callada —le preguntó su amigo Jeremy al notarla completamente sumergida en su mente. —Mmm no, no es nada. Recién se daba cuenta de que había estado demasiado silenciosa. El resto de sus compañeros no dejaban de observarla con sospecha. No era típico de ella estar tan callada