Natalia dio un paso atrás separándose de Roberto antes de estamparle una fuerte cachetada en la cara.El golpe duro y seco. La palma de su mano ardió después de eso.—¡No vuelvas a tocarme nunca más! —bramó alterada.Roberto se llevó una mano al lugar afectado y frotó con ligereza. No podía creer que Natalia acabara de golpearlo.Muchas miradas se centraron en ellos, a pesar de que el sitio estaba atestado de personas y la música era muy alta.Natalia aprovechó la conmoción del momento para huir del establecimiento sin que nadie la detuviera.A los lejos escuchó que Roberto la llamaba, pero también escuchó que otras personas le impedían que fuera tras ella.El frío nocturno la hizo estremecer cuando se encontró sola en una calle desierta.Rápidamente, caminó tratando de conseguir un taxi.Necesitaba regresar a casa con sus hijos.Necesitaba abrazarlos y olvidarse del desastre que había resultado esa noche.Un momento después, un taxi se detuvo. Natalia le indicó la dirección de la m
—Permíteme recordarte que el contrato especifica únicamente tres años de matrimonio —replicó con seguridad. No permitiría que sus delirios le afectaran el buen juicio. El hombre parecía ni siquiera saber muy bien qué era lo que quería, así que no se dejaría arrastrar con su indecisión—. Los cuales ya están en marcha y estoy contando los días para que se terminen.—¿Y eso es lo que tú quieres, Natalia? —la miró ofendido. Parecía no poder creer que fuera ella quien sacara a colación el tema del divorcio—. ¿Quieres que nos divorciemos?—Si —respondió al instante.No había duda de que eso era lo que quería.¿Para qué necesitaba un matrimonio de mentiras?En un principio le pareció una excelente idea para vengarse de Roberto, pero a estas alturas del partido las cosas se habían complicado demasiado como para seguir adelante con esto.Y si de ella dependiera, se divorciaría al día siguiente, tomaría a sus hijos y desaparecería para siempre de la vida de Fabián Arison y de Roberto Buendía.—
Decir que aquello no la había destrozado era una gran mentira.¿Qué mujer quería escuchar a su esposo decirle que amaba a otra?Desde luego que todo esto era demasiado doloroso.Y ni siquiera importaba su estado de ebriedad.Nada justificaba su frialdad.Roberto había dicho justamente lo que deseaba decir.Se lo había escupido a la cara en realidad.Amaba a otra.Amaba a Natalia.—Estás borracho —murmuró con la voz quebrada ante el dolor recibido.Sin duda no parecía un buen momento para tratar aquello y ya no se sentía con tantas ganas de hacerlo.—¿Y qué?—Hablaremos de esto después. Cuando tengas mayor consciencia de lo que haces —masculló bajito. Tocándose el pecho ante el malestar punzante—. Del daño que me haces… —corrigió después.—No hay mucho de que hablar, Ana Paula. Podríamos hacerlo perfectamente ahora.El hombre parecía no darse cuenta de lo que hacía o verdaderamente no le importaba lastimarla.—¡No!La mujer se aproximó a la puerta y corrió.No sabía por qué había pensa
Con un vestido rojo ceñido al cuerpo, Diana había abandonado la mansión Arison. Se subió al auto y ordenó a su chófer llevarla al restaurante acordado. Horacio la observó por el retrovisor con el entrecejo fruncido, mientras ella hacía su mejor esfuerzo por ignorarlo. En su última conversación habían discutido. Diana le había gritado que ya no quería seguir adelante con la relación clandestina que mantenían, mientras que Horacio se había mostrado reacio a dejarla. —¿Qué puedo hacer para que me aceptes de verdad? —le había dicho. —Nada. No puedes hacer nada. Esto fue un error desde el principio —fueron sus palabras. —Sabes bien que fue más que un error, Diana. —No, solamente fue un error —lo contradijo. Luego le había gritado que la dejara en paz y que no la buscara más. La idea era mantenerlo alejado, después de todo debía casarse con otro hombre. Un hombre rico y que fuera del agrado de su madre.Ahora se encontraba rumbo a una cita con un sujeto que cumplía dichos requisit
Las palabras de Roberto resonaron en el pasillo. La demanda parecía ser simple y clara: devuélveme lo que es mío, devuélveme lo que me pertenece. El problema era que Roberto estaba muy equivocado. —¿Tu mujer? Fabián no pudo evitar sentir como su visión se tornaba rojiza. ¿Cómo se atrevía a decir semejante estupidez? —Sí, mi mujer —repuso el otro con brusquedad—. Natalia es mía. Siempre lo fue. A la mente de Fabián acudieron imágenes de Natalia gimiendo debajo de él, de Natalia suplicándole por más placer mientras se deshacía en fluidos sobre su boca. Ciertamente, aún no la había reclamado del todo—cosa que pensaba hacer que cambiara muy pronto—, pero eso no quitaba el hecho de que Natalia ahora era suya. Su mujer. Y de nadie más. No pudo evitar regodearse ante esta realidad, dedicándole una sonrisa ladeada al pobre imbécil que tenía delante. Una sonrisa que hizo que los puños de Roberto se apretaran con fuerza. —Querrás decir: mi mujer —lo corrigió con bur
Cruzaron la puerta de la habitación de hotel e inmediatamente la invadió el pánico. ¿Qué hacía en este sitio? ¿Por qué había accedido a hacer algo tan horrendo como esto? ¿De verdad estaba dispuesta a acostarse con Ezra para engatusarle a su hijo? ¿Caería tan bajo? El miedo no la dejaba pensar con claridad. Lo único que sabía era que necesitaba una solución a su problema. No podía tener un hijo sin papá. Tampoco podía tener un hijo con el chófer. Entonces su mejor opción era esta. Pero no quería hacerlo. ¡No quería! Ezra se acostó en la cama y la miró de forma insinuante. —Bien, demuéstrame lo que tienes para mí —sus palabras parecían estar dirigidas a una mujerzuela de la calle, no a la mujer con la que se suponía iba a casarse. —Necesito ir al baño primero —dijo titubeante. —Espero que no tardes —se relamió los labios con hambre—. No tengo mucha paciencia, ¿sabes? Con esas palabras resonando en su oído, cerró la puerta del baño y trató de reg
Cuando Horacio vio llegar a Diana a la mañana siguiente, supo que algo en su cita había salido mal.La mujer trató de disimularlo, pero había una tristeza embargando sus delicadas facciones que no podía ser ocultada. Mucho menos para él, quien la conocía tan bien.—Diana —intentó acercarse para averiguar qué le sucedía, pero la joven lo repelió como a la peste. —No te atrevas a acercarte a mí —rugió con desdén. Sus pasos eran inestables y sus puños estaban tan apretados que sus nudillos se tornaron blancos. Aquello era una muestra suficiente de que su velada no había sido nada agradable. ¿Pero cómo podía averiguarlo?Ella no se lo contaría y quizás no quería ni siquiera saberlo.¿Qué le diría que se besó con ese hombre toda la noche?Sin embargo, aquello no quitaba el deseo inmenso que sintió de querer desaparecer a aquel imbécil que la había lastimado. Porque la había lastimado, estaba seguro de eso.Diana llegó a su habitación y se deshizo de su cartera. Comenzó a desvestirse con
—Tenemos que avisar a tus padres, Ana Paula. No tienes que pasar por esto sola —aconsejó Fabián antes de marcharse de la casa.Ya era de mañana y no podía quedarse un segundo más en ese lugar.Y aunque se había limitado a dormir en la habitación aledaña, sabía que el simple hecho de haber permanecido en la casa era un grave error.—No sé si pueda decirles nada.La mujer se mostró muy triste ante la sola posibilidad.No quería parecer un fracaso ante sus padres.—Claro que puedes —le dijo como si no hubiera mayor dificultad que la de abrir la boca y soltar aquella información a sus progenitores—. Ellos lo entenderán.—No lo sé —se mostró dudosa. Realmente no sabía cómo reaccionarían, sus padres, ya que eran muy conservadores.—Por favor, inténtalo —repitió con miedo de dejarla sola.Ana Paula nunca había mostrado ser una persona inestable mentalmente, pero en medio de estas circunstancias tan difíciles no sabía qué podía pasar por su mente.Ella siempre había sido una persona que se pre