El cuerpo de la mujer se removió entre sueños y estiró su mano tanteando el lugar a su lado, encontrándolo completamente desocupado. ¿Dónde estaba Roberto? Ana Paula se enderezó en la cama y miró a su alrededor, buscándolo. Su recámara era grande y espaciosa y estaba vacía, absolutamente vacía. No había rastro de su esposo por ninguna parte. Con un estremecimiento en su pecho se puso de pie y calzó sus zapatillas de algodón, se ajustó su bata de dormir y salió de la habitación. Tenía una idea de a dónde podía estar su marido y no le agradaba para nada. Últimamente, se quedaba hasta altas horas de la noche en su despacho bebiendo. Se le estaba haciendo un vicio. Efectivamente, como se había imaginado, Roberto estaba recostado en la silla junto a su escritorio, su cabeza echada hacia atrás y sus ojos cerrados en el sueño. No parecía estar en una posición cómoda, pero aun así prefería quedarse allí a dormir, mientras abrazaba a su botella en el regazo como si fuera la únic
Cuando Diana Arison le dijo que necesitaba que la acompañara a un lugar, no imaginó que sería este tipo de sitio. Natalia observó con aprensión las paredes de un reluciente blanco. En el centro de la habitación se encontraba una camilla donde Diana, despojada de toda su vestimenta, se hallaba recostada con una bata quirúrgica, esperando por una intervención que no había meditado lo suficiente. Tenía las manos sudorosas y una sonrisa inestable en su hermoso rostro. —¿Te encuentras bien? —le preguntó con cautela, sabiendo que lo que estaba a punto de hacer no sería fácil. Diana negó repetidamente. —Esto es más difícil de lo que pensé —confesó en voz baja. —Lo es. —No sé… no sé si quiero…—Señorita Arison, ¿se encuentra lista? —una enfermera acababa de entrar, dispuesta a hacer los preparativos necesarios para el aborto.—Yo… no lo sé. Diana observó a Natalia con intensidad, mientras sus ojos se humedecían poco a poco. Parecía estarle pidiendo ayuda para zafarse de esto. —Creo
Esto no estaba previsto en sus planes.Por supuesto que no.—Roberto—dio un paso atrás alejándose de su indeseado agarre—, ¿qué haces aquí? —preguntó sorprendida de verlo.La ciudad era demasiado grande como para que coincidieran de una manera tan desafortunada como esta.¿Acaso su mala suerte no podía ser peor?—Supongo que lo mismo que tú. Vine por un trago.—Ya veo —murmuró con sospecha. No lograba creerse esa historia—. En ese caso, lo mejor será que sigas en lo tuyo. Y olvidemos que nos hemos encontrado —trató de ignorarlo y regresar a su baile, pero ahora lo único que sentía era ganas de irse. Evidentemente, se le había arruinado la noche.—Vamos, Natalia, no debes comportarte de esta manera.—¿A qué te refieres?—No debes ser así de arisca —señaló con simpleza—. Nos conocemos. Nos conocemos muy bien, como para que quieras aparentar que soy un extraño.—Para mí eres un extraño —repuso con dureza—. Ciertamente, estuviste fingiendo una personalidad todo este tiempo y ahora que con
Natalia dio un paso atrás separándose de Roberto antes de estamparle una fuerte cachetada en la cara.El golpe duro y seco. La palma de su mano ardió después de eso.—¡No vuelvas a tocarme nunca más! —bramó alterada.Roberto se llevó una mano al lugar afectado y frotó con ligereza. No podía creer que Natalia acabara de golpearlo.Muchas miradas se centraron en ellos, a pesar de que el sitio estaba atestado de personas y la música era muy alta.Natalia aprovechó la conmoción del momento para huir del establecimiento sin que nadie la detuviera.A los lejos escuchó que Roberto la llamaba, pero también escuchó que otras personas le impedían que fuera tras ella.El frío nocturno la hizo estremecer cuando se encontró sola en una calle desierta.Rápidamente, caminó tratando de conseguir un taxi.Necesitaba regresar a casa con sus hijos.Necesitaba abrazarlos y olvidarse del desastre que había resultado esa noche.Un momento después, un taxi se detuvo. Natalia le indicó la dirección de la m
—Permíteme recordarte que el contrato especifica únicamente tres años de matrimonio —replicó con seguridad. No permitiría que sus delirios le afectaran el buen juicio. El hombre parecía ni siquiera saber muy bien qué era lo que quería, así que no se dejaría arrastrar con su indecisión—. Los cuales ya están en marcha y estoy contando los días para que se terminen.—¿Y eso es lo que tú quieres, Natalia? —la miró ofendido. Parecía no poder creer que fuera ella quien sacara a colación el tema del divorcio—. ¿Quieres que nos divorciemos?—Si —respondió al instante.No había duda de que eso era lo que quería.¿Para qué necesitaba un matrimonio de mentiras?En un principio le pareció una excelente idea para vengarse de Roberto, pero a estas alturas del partido las cosas se habían complicado demasiado como para seguir adelante con esto.Y si de ella dependiera, se divorciaría al día siguiente, tomaría a sus hijos y desaparecería para siempre de la vida de Fabián Arison y de Roberto Buendía.—
Decir que aquello no la había destrozado era una gran mentira.¿Qué mujer quería escuchar a su esposo decirle que amaba a otra?Desde luego que todo esto era demasiado doloroso.Y ni siquiera importaba su estado de ebriedad.Nada justificaba su frialdad.Roberto había dicho justamente lo que deseaba decir.Se lo había escupido a la cara en realidad.Amaba a otra.Amaba a Natalia.—Estás borracho —murmuró con la voz quebrada ante el dolor recibido.Sin duda no parecía un buen momento para tratar aquello y ya no se sentía con tantas ganas de hacerlo.—¿Y qué?—Hablaremos de esto después. Cuando tengas mayor consciencia de lo que haces —masculló bajito. Tocándose el pecho ante el malestar punzante—. Del daño que me haces… —corrigió después.—No hay mucho de que hablar, Ana Paula. Podríamos hacerlo perfectamente ahora.El hombre parecía no darse cuenta de lo que hacía o verdaderamente no le importaba lastimarla.—¡No!La mujer se aproximó a la puerta y corrió.No sabía por qué había pensa
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend