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Jade tenía dos opciones: número uno, decirle a Adriel que estaba embarazada o, número dos, actuar como una chiquilla inmadura y llevarse esa verdad consigo. Se había estado inclinando mucho por la última opción en esa última hora, pero sabía que su madre no había criado a una cobarde y que lo más sensato era dejar las cosas claras entre ellos antes de decir adiós.Indudablemente, no podía seguir adelante con este matrimonio, pero eso no implicaba que no le permitiría a Adriel ser un padre presente en la vida de su hijo.Así que eso fue lo que la motivó a alistarse y salir con dirección a la empresa de su marido. Llevaban varios meses de matrimonio y recién comprobó que aquella era la primera vez que colocaba un pie en la empresa Meier. No tenía idea de si los trabajadores la reconocerían como la esposa del jefe, pero aquí estaba, de todos modos, esperando que no le impidieran el acceso.—Hola —le sonrió a la recepcionista con una de sus cálidas sonrisas. En realidad, no estaba de h
—¿Qué dijiste? —preguntó Adriel con una expresión de incredulidad marcada en toda la cara. Era evidente que no había esperado escuchar una petición como esa de su parte, pero no le importaba, no pensaba retractarse. La decisión estaba tomada. Quería el divorcio y eso era un hecho definitivo. Nada ni nadie le haría cambiar de opinión. —Lo que escuchaste, Adriel. Quiero el divorcio —repitió con altanería, alzando la voz para que así aquella insulsa secretaria la escuchara bien. Ella no era una mujer que estaba dispuesta a aceptar que su marido le fuera infiel. Sabía muy bien lo que valía y lo que quería en la vida, y el respeto, eso era lo mínimo que esperaba. Su marido la tomó del brazo bruscamente y la jaló hacia el interior de la oficina, quizás, renuente a permitir que armara un escándalo. Jade se removió con furia en medio de su agarre, mientras Adriel la soltaba y daba un paso atrás, comprendiendo que su tacto no era bien recibido por su esposa. Y desde luego que no lo se
Esa misma noche, Jade hizo su maleta y se dirigió a la casa de su madre, quien, en un inicio, se mostró bastante sorprendida, pero luego únicamente la abrazó como si acabara de recuperar a su hija perdida.—Jade —gimió Natalia y las dos se quedaron así, juntas, apretándose fuertemente la una a la otra, mientras lloraban—. ¿Qué pasó? ¿Dime qué pasó?—Nada, mamá —negó Jade, mientras derramaba más lágrimas. Pero era evidente que algo le sucedía, así que su madre insistió un poco más. —No mientas —le regañó alejándose un poco para verla directamente a la cara—. De no ser nada, entonces no estarías aquí, en la puerta de nuestra casa, con una maleta y cubierta de tantas lágrimas. ¿Dime qué te hizo Adriel? ¡Dímelo ya! —le apremio, sintiendo un fuerte impulso de defender a su hija de quien sea. No le importaba si la persona en cuestión era el hijo de una de sus amistades, ni mucho menos si lo había considerado también como un hijo durante años. Si Adriel le hacía daño a Jade, entonces lo pag
—No me iré de aquí sin ella —rugió Adriel de vuelta. —Sí, te irás de mi casa inmediatamente —le dijo Fabián acercándose y tomándolo del cuello de su camisa para inmovilizarlo. Pero el muchacho no estaba mirándolo, sus ojos seguían fijos en Jade como esperando que se retractara de sus palabras anteriores. Pero la chica no lo hizo. Ella esquivó su mirada y entonces supo que estaba solo en esto. Y que si quería llevársela, tendría que ser por las malas. No había otra manera.En ese momento, los ojos de Adriel regresaron a los de su suegro. Ambos hombres se miraron fijamente y, el más joven, simplemente colocó su mano sobre la del mayor y lo apartó del cuello de su camisa de un tirón.—Jade, ven ahora mismo y no hagas esto peor —amenazó dejando las palabras en el aire. Pero las implicaciones eran bastantes simples: si no vienes, me olvidaré de que es tu padre. Jade lo observó horrorizada. ¿Adriel no sería capaz de…?—¿Cómo te atreves a…?Pero antes de que Fabián terminara esas palabras
Cuando su esposo finalmente desapareció de la propiedad, Jade se desplomó en los brazos de su madre, completamente sin fuerzas ni energías. Lo único que quería era llorar durante horas e intentar borrar el horrible momento que había presenciado. Pero eso, aparentemente, sería imposible. Aquella imagen grotesca de su padre y su esposo peleando quedaría grabada por siempre en su memoria. Recordándole, día a día, el tipo de hombre que era Adriel, y si bien no lo amaba, siempre lo había querido como un amigo. Su padre intentó averiguar en profundidad el motivo de la ruptura que la llevó hasta la puerta de la casa de su niñez, pero Jade no se sentía en condiciones de hablar ni mucho menos revivir lo abrumador que habían sido sus últimos días. Además, los motivos sobraban luego de presenciar aquel despliegue de violencia y engaños recién descubiertos. Adriel había sido capaz de poner en riesgo la integridad de su familia por el simple hecho de tenerla consigo. Aparentemente, su esposo no
Jade estaba acostada en la cama, convertida en un manojo de nervios cuando recibió una visita inesperada. —Cariño —llamó su madre con suavidad a la puerta.—Mamá, no estoy de humor en este momento —le dijo con cansancio—. Así que, por favor…La verdad era que la chica estaba un poco harta de todo. Su madre no había dejado de repetirle que todo estaría bien y que, si bien un embarazo múltiple era bastante complicado, con la ayuda especializada podría llevarlo a término sin el menor de los problemas. Pero eso no era precisamente lo que a ella le preocupaba. ¡Santo cielo, simplemente no se sentía lista para ser madre y, mucho menos, madre de tres bebés! «¡Tres!», pensó cada vez más horrorizada.Aquel era un número demasiado alto para una chica tan joven como ella. Ni siquiera sabía si su cuerpo iba a poder con tanto.—Tienes una visita —siguió diciendo su madre y Jade se puso inmediatamente de pie. ¿Visita? ¿Acaso era Adriel? Negó con la cabeza, sintiéndose repentinamente tonta, po
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend