Regresé al que alguna vez fue el hogar de mi hermano, ahora marcado por su ausencia, con el peso de la responsabilidad sobre mis hombros. El funeral de Daniel había sido lo que todos esperaban, pero no lo que yo necesitaba. Mi hermano ya no estaba, y la vida continuaba, o al menos eso era lo que el resto del mundo intentaba hacer parecer.
Mis pasos resonaban en el pasillo vacío mientras caminaba hacia la sala de estar, donde Emily estaba sentada junto a la ventana, mirando el jardín sin realmente verlo. Los tres meses que habían pasado desde que Daniel partió a la guerra se habían convertido en una eternidad. Al principio, había sido fácil, como si aún estuviera allí, pero la realidad se me clavaba en el pecho con cada día que pasaba. Emily estaba tan sola como yo, pero con una diferencia: ella llevaba la carga de la vida que había crecido dentro de ella.
"Emily", mi voz salió más grave de lo que pretendía. Ella levantó la vista, y su expresión me atravesó. Sus ojos, que antes brillaban con esa luz cálida que solo podía provenir del amor verdadero, ahora estaban apagados. La tristeza que la envolvía era palpable, casi como una capa invisible que la cubría.
"Christopher...", me llamó, su voz apenas un susurro.
No supe qué hacer con mis manos. El destino me había obligado a regresar, a estar aquí, con ella, en este momento. Pero, ¿cómo? ¿Cómo podía ayudarla si ni siquiera sabía cómo ayudarme a mí mismo? Mi hermano había sido el ancla para todos nosotros, y ahora me tocaba serlo a mí, a pesar de que siempre había sido el distante, el que observaba desde la periferia.
Me senté frente a ella, y un silencio pesado llenó el espacio. ¿Cómo podía decirle lo que necesitaba decirle? ¿Cómo podía ser el hombre que ella necesitaba ahora, cuando ni siquiera había sido el hermano que Daniel había esperado?
"Ella... la situación con los niños", comencé, el nudo en mi garganta casi me ahogaba. "No sé si te lo han dicho, pero los papeles legales... en caso de que algo te pasara..."
Emily asintió con un gesto cansado, como si ya estuviera demasiado familiarizada con esa posibilidad. "Sí", dijo, "sé que hay riesgos. La guerra... todos esos informes de soldados desaparecidos, y con Daniel...". Su voz se quebró, pero no dejó que las lágrimas cayeran. Yo no sabía si admirarla o sentirme impotente ante su dolor.
El peso de lo que decía estaba claro: si algo le pasaba a ella, los niños serían enviados a algún sistema de adopción, a manos de extraños que no los verían como hijos, solo como una carga. Un futuro incierto para los pequeños que, por pura ironía del destino, eran lo único que quedaba de mi hermano.
Mi mente giró. La propuesta que llevaba días rondando mi cabeza empezó a tomar forma, pero aún me parecía una locura. El sacrificio, el compromiso, todo lo que implicaba... Pero no podía quedarme de brazos cruzados. No podía permitir que esos niños crecieran sin el cuidado y la protección que merecían. Y, más importante aún, no podía ver a Emily perder todo lo que aún le quedaba.
"Escucha", dije, mi voz saliendo más decidida de lo que me sentía. "Sé lo que estás pensando. Y te voy a decir lo que creo que deberíamos hacer".
Sus ojos se elevaron hacia mí, expectantes pero cautelosos, como si intuyera que lo que estaba por decir sería algo que cambiaría todo.
"Voy a casarme contigo", solté las palabras sin prepararme para lo que implicaban. Mi propia voz sonaba casi vacía, como si hubiera dicho algo completamente ajeno a mí.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Emily me miró, sus labios temblaron antes de que las palabras salieran. "¿Qué...? ¿Estás... estás bromeando?"
No, no era una broma. No era una decisión que tomara a la ligera. Cada palabra que había dicho era verdad, y lo peor de todo era que, en el fondo, lo sabía. Si alguien iba a cuidar de su futuro, si alguien iba a proteger a esos niños, tendría que ser yo. No había otra opción. No lo había antes, y no la había ahora.
"No, no estoy bromeando", respondí, mi mirada fija en ella, buscando una respuesta, aunque sabía que no sería fácil. "Casarme contigo garantizaría que los niños de Daniel tengan un hogar, y tú... tú no estarías sola. No puedes hacerlo todo tú misma, Emily".
Sus ojos, llenos de confusión, ahora brillaban con una mezcla de incredulidad y temor. No podía culparla. Yo también tenía miedo. Casarme con ella, hacerlo por una razón tan... práctica, tan de conveniencia, no era lo que había imaginado para mi vida. Ni mucho menos lo que había imaginado para ella.
"Pero..." comenzó, su voz temblorosa. "No lo entiendes. Tú... tú y yo... siempre hemos sido solo..." No terminó la frase, porque sabía que lo que venía no era algo que pudiera decir en voz alta. "No... no estamos... No hay amor entre nosotros."
"Lo sé", le respondí, sin rodeos. "Nunca ha sido así. Pero esto no es sobre nosotros. Es sobre lo que tenemos que hacer para asegurarnos de que los niños de Daniel, tus hijos, tengan un futuro. Lo haré por ellos, lo haré por ti. Tú no puedes cargar con todo esto sola."
Mi propio dilema se reflejaba en sus ojos. Ella lo sabía, igual que yo, que esta propuesta era más que un simple pacto. Era un acuerdo que nos uniría en una situación que ninguno de los dos había planeado, pero que no podíamos ignorar. Los sentimientos que había estado enterrando, mi propio dolor por la pérdida de mi hermano, la creciente atracción que sentía por Emily... todo eso palpitaba debajo de la superficie, esperando a salir.
"¿Y si... si no puedo aceptarlo?" me dijo, su voz más suave, vulnerable.
Eso era lo que más temía. No estaba preparado para enfrentar el rechazo de Emily, pero sabía que era algo que podía suceder. Sin embargo, el futuro de esos niños, su bienestar, lo valían todo. "Lo entiendo", respondí, mi tono más suave ahora. "Pero pensaré que lo has hecho por ellos. Por Daniel, por lo que significaba para los dos."
Emily me miró en silencio por unos momentos, y entonces, una chispa de algo en sus ojos, algo que parecía más allá de la desesperación, comenzó a brillar. El miedo seguía presente, pero en el fondo, sabía que, de alguna manera, este matrimonio sería la única salida que quedaba.
"Lo haré", dijo finalmente, su voz apenas un susurro.
Mi corazón dio un vuelco. Lo había dicho, aunque no estaba segura de qué significaba aún. No solo para ella, sino también para mí. Y aunque sabía que el camino por delante sería más complicado de lo que cualquier de los dos esperaba, algo en mi interior me decía que había tomado la decisión correcta.
Pero a lo lejos, en las sombras de la incertidumbre, una pregunta persistía: ¿cómo podría Emily y yo vivir en un matrimonio de conveniencia sin que algo más, algo mucho más complejo, comenzara a desarrollarse entre nosotros?
EmilyNo era fácil tomar decisiones cuando el corazón y la razón estaban en guerra. En este momento, la desesperación me empujaba hacia un lado, mientras que la duda me mantenía anclada al otro. Estaba atrapada, entre la espada y la pared, sin saber qué camino tomar, sin saber cómo salir de esta tormenta que me envolvía.Christopher había hecho la propuesta más absurda de todas. Casarse. ¿Cómo podía siquiera considerar algo así? Un matrimonio sin amor, sin promesas, solo un pacto entre dos personas que apenas se conocían más allá de la relación de cuñados, y en la que los sentimientos habían estado enterrados bajo capas de indiferencia. Un matrimonio im
EmilyEstaba sentada en la pequeña sala de espera del consultorio, sintiendo el peso de la vida presionando sobre mis hombros, como si estuviera tratando de respirarlo todo sin poder exhalar. Mi corazón latía rápido, mis manos temblaban un poco mientras pasaba los dedos por la página de una revista, sin realmente leerla. Los minutos parecían arrastrarse y mi mente se mantenía en el mismo lugar, en ese pedazo de tierra que Daniel había dejado vacío en mi vida, un lugar donde la incertidumbre y el dolor se mezclaban, creciendo con cada segundo.El sonido de la puerta se abrió y la doctora entró, su rostro amable, pero con una expresión que me decía que no estaba allí solo para darme buenas noticias. “Emily, tus resultados están listos”, dijo mientras se sentaba frente a mí, con una ligera sonrisa en los labios, como si intentara calmarme. Pero yo no estaba nerviosa por los resultados, al menos no de la forma que ella pensaba. Los resultados de mi análisis habían sido lo último que me ha