Bipolar

***

Todo el día terminó en una cosa y otra, llevándome la sorpresa de que Leo no tiene tiempo para respirar, las llamadas son constantes. Intenté preguntarle, pero todo fue en vano, su enojo y frustración crecían y crecían, lo último que recuerdo es que al llegar a casa me fui a encerrar a la habitación hasta salir hasta el siguiente día.

Saliendo de la habitación, rejuvenecida, relajada y con mucho positivismo, voy a desayunar al enorme comedor solitario, ya que dudo que él quiera acompañarme, hasta puedo jurar que está en ese despacho oscuro. ¡Eso no es vida!

Llegando al comedor, una de las empleadas me dice amablemente que me ponga cómoda, y que disfrute del desayuno.

—Que tenemos de desayuno —alzo la mirada y me quedo con la boca abierta al ver lo reluciente que se ve Leo.

Cierra esa boca o te entrarán moscas.

No imaginé que él vendría, es que estaba segura de que él estaría dormido o encerrado en ese despacho, pero al parecer me he equivocado.

Con un poco de vergüenza bajo la mir
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