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Rosaura:
Las semanas pasaron, era un gran alivio volver al trabajo, me sentía realizada después de cada operación, y muy querida en las consultas. Mi nivel de profesionalidad siempre me caracterizó como una buena neurocirujana.
Hablábamos poco él y yo, sobre todo porque estaba liadísimo con los entrenamientos, se acercaban los partidos de la Champions League, y estaba que no daba abasto.
Esa noche jugaba un partido súper importante, había estado ausente todo el día, y unas horas antes me llamó, según él para que le diese suerte en el partido.
Mi padre estaba en el salón, con mi sobrino, ambos mirando la televisión, expectantes, era uno de los partidos más esperados, Chelsea contra el Real Madrid.
No sabía bien por qué, pero me apetecía ver ese partido, apoyarle de alguna manera a co
20Rosaura.Ni siquiera quería pensar en las consecuencias de mis actos, ni en lo que opinarían los demás cuando se enterasen. No le dije nada a mi familia sobre dónde iba, mentí diciendo que tenía un viaje de trabajo, incluso le solté esa mentira piadosa a mi mejor amiga. Sólo pensaba en él, en la cara que pondría al verme.Agradecí a los chicos que me dejaron en atocha, cogí un taxi, y en un rato me personifiqué en su casa. Bajé del coche en la esquina de su calle, llevaba una pequeña maleta, sólo iban a ser dos días, no necesitaba mucho más.Entré por la puerta de atrás, justo como él me indicó, y llamé a su puerta. No vi necesidad de avisarle por teléfono de que estaba fuera, no lo creí necesario, aunque me arrepentí en cuanto la pue
21Noah.Era la primera vez en toda mi vida que no me molestaba que una chica estuviese celosa, no cuando se trataba de ella, que me demostraba lo mucho que le importaba, además de lo asustada que estaba con todo aquello, pero parecía que, a pesar del miedo, quería aferrarse a lo que teníamos.Estábamos en la cocina, preparando un rico salmorejo. Ella llevaba puesta mi camiseta, sin nada debajo, bailando al ritmo de una canción electrónica, con ese culito que me volvía loco.¿Te apetece…? – comenzó.¿Quieres follar? – pregunté, sorprendiéndola, se dio la vuelta, divertida, mientras yo apoyaba la mano en la encimera, echando mi cuerpo hacia adelante, besándola apasionadamente, aupándola encima de la encimera, importándome bien poco la comida<
22Rosaura:Un sonido infernal me despertó en la mañana, con él gruñendo para que alguien apagase ese sonido. ¿Había olvidado quitar la alarma el día anterior?No. Recordaba como lo había hecho en el coche, de camino a Madrid, entonces… ¿qué…?Sí – contesté con desgana, sin tan siquiera mirar a la pantalla.Rosaura Mejide – me llamó mi hermana, con voz cabreada - ¿dónde demonios te has metido? Dijiste que estarías fuera por trabajo, pero he hablado con Alfredo esta mañana y he descubierto que eres una zorra mentirosa. ¿dónde estás? ¿eh?¡Mierda!Me levanté de la cama, con rapidez, agarrando la camiseta que él llevaba la noche anterior, colocándom
23Rosaura:Sabía que aquello iba a ser duro, enfrentarme a mis fantasmas del pasado en aquella cafetería, pero necesitaba hacerlo, cerrar esa etapa de mi vida de una vez, permitirme a mí misma ser feliz, ser fiel a lo que sentía.A cada paso que daba, con aquella falda de raso, con mis botas marrones, y una blusa blanca de topitos grises, sentía que Carmen me iba dando fuerzas para afrontarme a ello. Siempre estaba conmigo, nunca me abandonaba, mi preciosa niña.La amaba, a pesar de que ya no estuviese entre nosotros.Llegué antes que Pablo, así que me senté, pedí un capuchino con nata, y una palmera de huevo que tenía una pinta excepcional. Pensaba darme un caprichazo.Siento llegar tarde – dijo una voz frente a mí, sentándose, observando cómo me había comido la mitad de la palmera - &
Rosaura. Le abrazaba, con fuerza, con el corazón sobrecogido, aterrada por tener que dejarle, marcharme y abandonarle, escuchando sus lágrimas silenciosas, ese pequeño llanto que había comenzado hacía un rato, y él se empeñaba en ocultar. Me estaba matando estar haciéndole tanto daño. Vas a estar bien – prometí, tras aclararme la garganta, aplacando aquella pena que tenía dentro. Acaricié su espalda, intentando hacerle sentir mejor – eres un hombre bueno, guapísimo… y, además, eres futbolista, seguro que las tienes a todas… - dejé de hablar tan pronto como escondió su cabeza en mi cuello, haciéndome cosquillas con su nariz húmeda. Subí las manos, aferrándome a su nuca y dejé que me zarandease, de un lado a otro, como si aquel abrazo fuese casi un ritual. No quiero que te vayas – contestó, con la voz tomada del sofocón que llevaba encima – así que, si te aprieto así… ¿te fusionarás
25Rosaura:Me volví hacia la mujer, observando cómo esta cerraba el libro y miraba hacia mí, con una gran sonrisa.Al final acaban juntos. Al final se casan, dejan el pasado atrás y empiezan de nuevo.Es una pena que la vida real no sea tan fácil – contesté, apretando mi teléfono móvil, desviando la vista un momento – los finales felices son difíciles de conseguir.Sí, pero lo importante de un libro y de nuestra propia vida no es el final – contestó – no importa como acabe, importa cada uno de esos momentos en los que fuiste feliz, a dónde nos lleve la vida no es algo importante, siempre que te sientas satisfecha con ella – sonreí, al entender su punto de vista – Las decisiones que tomamos son las que nos definen – hizo una pausa pa
Noah:El maldito entrenador personal era un tío legal. ¡Joder! Me caía de punta madre, aunque él era siempre muy correcto y mantenía las distancias.Su nombre era Pablo, había estudiado en Estados Unidos y trabajado durante tres años en Australia. Parecía que dominaba bien el deporte, los entrenamientos y las dietas. Me aseguró que antes de dedicarse al deporte profesionalmente era dietista.Era un tío inteligente, se le notaba que había estudiado.No fuerces mucho los bíceps – me dijo, quitándome peso de la máquina, para no cargar mucho el músculo – los ligamentos aún están sanando, no puedes recargarlos – asentí, volviendo a coger peso, una y otra vez, hasta que me indicó que me sentase en la otra máquina, para reforzar las rodillas.
Rosaura:Me sentía como una estúpida allí, a las afueras de la ciudad, llamando al adosado de Óscar, pero él y yo teníamos que hablar, teníamos una charla pendiente.Rosaura – me saludó Helena al abrir la puerta, con su pequeña Carolina en brazos – cuánto tiempo – se acercó a darme dos besos, mientras su hija se enganchaba a mi pelo. La agarré de las manitas y soplé su nariz, haciéndola reír. Abrió las manos y dejó escapar mi cabello – sigues teniendo muy buena mano con los niños. Me enteré de lo de Carmen, lo siento muchísimo…Si, ya… gracias – contesté, con rapidez, algo incómoda - ¿dónde está Pablo?Está en la habitación del