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Rosaura:
Sabía que aquello iba a ser duro, enfrentarme a mis fantasmas del pasado en aquella cafetería, pero necesitaba hacerlo, cerrar esa etapa de mi vida de una vez, permitirme a mí misma ser feliz, ser fiel a lo que sentía.
A cada paso que daba, con aquella falda de raso, con mis botas marrones, y una blusa blanca de topitos grises, sentía que Carmen me iba dando fuerzas para afrontarme a ello. Siempre estaba conmigo, nunca me abandonaba, mi preciosa niña.
La amaba, a pesar de que ya no estuviese entre nosotros.
Llegué antes que Pablo, así que me senté, pedí un capuchino con nata, y una palmera de huevo que tenía una pinta excepcional. Pensaba darme un caprichazo.
Rosaura. Le abrazaba, con fuerza, con el corazón sobrecogido, aterrada por tener que dejarle, marcharme y abandonarle, escuchando sus lágrimas silenciosas, ese pequeño llanto que había comenzado hacía un rato, y él se empeñaba en ocultar. Me estaba matando estar haciéndole tanto daño. Vas a estar bien – prometí, tras aclararme la garganta, aplacando aquella pena que tenía dentro. Acaricié su espalda, intentando hacerle sentir mejor – eres un hombre bueno, guapísimo… y, además, eres futbolista, seguro que las tienes a todas… - dejé de hablar tan pronto como escondió su cabeza en mi cuello, haciéndome cosquillas con su nariz húmeda. Subí las manos, aferrándome a su nuca y dejé que me zarandease, de un lado a otro, como si aquel abrazo fuese casi un ritual. No quiero que te vayas – contestó, con la voz tomada del sofocón que llevaba encima – así que, si te aprieto así… ¿te fusionarás
25Rosaura:Me volví hacia la mujer, observando cómo esta cerraba el libro y miraba hacia mí, con una gran sonrisa.Al final acaban juntos. Al final se casan, dejan el pasado atrás y empiezan de nuevo.Es una pena que la vida real no sea tan fácil – contesté, apretando mi teléfono móvil, desviando la vista un momento – los finales felices son difíciles de conseguir.Sí, pero lo importante de un libro y de nuestra propia vida no es el final – contestó – no importa como acabe, importa cada uno de esos momentos en los que fuiste feliz, a dónde nos lleve la vida no es algo importante, siempre que te sientas satisfecha con ella – sonreí, al entender su punto de vista – Las decisiones que tomamos son las que nos definen – hizo una pausa pa
Noah:El maldito entrenador personal era un tío legal. ¡Joder! Me caía de punta madre, aunque él era siempre muy correcto y mantenía las distancias.Su nombre era Pablo, había estudiado en Estados Unidos y trabajado durante tres años en Australia. Parecía que dominaba bien el deporte, los entrenamientos y las dietas. Me aseguró que antes de dedicarse al deporte profesionalmente era dietista.Era un tío inteligente, se le notaba que había estudiado.No fuerces mucho los bíceps – me dijo, quitándome peso de la máquina, para no cargar mucho el músculo – los ligamentos aún están sanando, no puedes recargarlos – asentí, volviendo a coger peso, una y otra vez, hasta que me indicó que me sentase en la otra máquina, para reforzar las rodillas.
Rosaura:Me sentía como una estúpida allí, a las afueras de la ciudad, llamando al adosado de Óscar, pero él y yo teníamos que hablar, teníamos una charla pendiente.Rosaura – me saludó Helena al abrir la puerta, con su pequeña Carolina en brazos – cuánto tiempo – se acercó a darme dos besos, mientras su hija se enganchaba a mi pelo. La agarré de las manitas y soplé su nariz, haciéndola reír. Abrió las manos y dejó escapar mi cabello – sigues teniendo muy buena mano con los niños. Me enteré de lo de Carmen, lo siento muchísimo…Si, ya… gracias – contesté, con rapidez, algo incómoda - ¿dónde está Pablo?Está en la habitación del
28 Noah: Mi hermano y Pablo hablaban sobre mi mejoría, mientras yo cogía el móvil del bolsillo de mi chaqueta, después de salir de las duchas, y escribía un mensaje. Yo: ¿Cómo va todo? Dijiste que podríamos seguir en contacto, pero no he sabido nada de ti en mucho tiempo. Rosaura: Ey. Yo tampoco he sabido nada de ti, pensé que te habías buscado a otra. Yo: Eso es imposible, y lo sabes. Rosaura: Las cosas van bien. El trabajo es una pasada, mi hermana y mi mejor amiga siguen tan emocionadas como siempre, y Pablo y yo estuvimos hablando. Yo: ¿Qué pasó? Rosaura: Se disculpó p
29.- Helado.Rosaura:Una cena. Sólo era una cena – me repetí a mí misma, mientras me maquillaba frente al espejo de mi habitación, ignorando los comentarios que mi hermana me había soltado esa tarde, cuando le dije que había quedado con mi marido para cenar.Iba guapísima, con una camisa blanca y unos pantalones de vestir negros con topitos grises. Se supone que una no debe arreglarse tanto si no está interesada ¿no? Al menos quería dar buena impresión, o quizás quería demostrarle lo que se había perdido por marcharse.¡Qué guapa! – me dijo al verme aparecer, incluso se levantó y retiró la silla, en plan caballeroso. Dejé el bolso colgado en la silla, junto al abrigo, y me senté, agradeciendo el gesto.Tú dirás – le dije,
Rosaura:Hacía calor, el sol incidía en mi piel, tostándola, mientras escuchaba a Carmen contándole a su padre sobre la forma correcta de colocar los manguitos para que se los colocase a su primo Pedro, este parecía estar siguiendo sus instrucciones, pues al cabo de un rato rompió a reír, y le dio un sonoro beso a su progenitor.Un sonido infernal que no parecía salir de ninguna parte inundó aquella playa, un maldito teléfono móvil.¡Aush! ¡Apáguenlo ya! ¡Yo quiero seguir durmiendo!¿Durmiendo? ¿Aquello era un sueño? ¿Y dónde estaba mi preciosa ardillita?Muerta – me recordé a mí misma, justo cuando ese sonido se apagó – esparciste sus cenizas en el mar hace unos meses, ¿recuerdas?Mierda, más en aquel momento, quer&iacut
Rosaura:Tenía los brazos agarrotados del frío, la lluvia seguía cayendo sobre mí, pero yo no podía moverme, seguía mirando hacia la oscuridad de la noche, allí, sentada en aquel banco, mirando hacia el lugar por el que él se había marchado, horas antes.Había terminado – me recalqué a mí misma, dejando escapar algunas lágrimas más, que se perdieron con las gotas de lluvia que caían sobre mi rostro, en seguida – había perdido mi única oportunidad de ser feliz.Sentía, una parte de mí lo hacía, como si hubiese perdido a Carmen por segunda vez. La única chispa de luz que había encontrado en aquel más de oscuridad también se marchaba de mi lado.¿Por qué no hice las cosas de otro modo? – me recriminaba a mí misma, s