Noah:
El maldito entrenador personal era un tío legal. ¡Joder! Me caía de punta madre, aunque él era siempre muy correcto y mantenía las distancias.
Su nombre era Pablo, había estudiado en Estados Unidos y trabajado durante tres años en Australia. Parecía que dominaba bien el deporte, los entrenamientos y las dietas. Me aseguró que antes de dedicarse al deporte profesionalmente era dietista.
Era un tío inteligente, se le notaba que había estudiado.
Rosaura:Me sentía como una estúpida allí, a las afueras de la ciudad, llamando al adosado de Óscar, pero él y yo teníamos que hablar, teníamos una charla pendiente.Rosaura – me saludó Helena al abrir la puerta, con su pequeña Carolina en brazos – cuánto tiempo – se acercó a darme dos besos, mientras su hija se enganchaba a mi pelo. La agarré de las manitas y soplé su nariz, haciéndola reír. Abrió las manos y dejó escapar mi cabello – sigues teniendo muy buena mano con los niños. Me enteré de lo de Carmen, lo siento muchísimo…Si, ya… gracias – contesté, con rapidez, algo incómoda - ¿dónde está Pablo?Está en la habitación del
28 Noah: Mi hermano y Pablo hablaban sobre mi mejoría, mientras yo cogía el móvil del bolsillo de mi chaqueta, después de salir de las duchas, y escribía un mensaje. Yo: ¿Cómo va todo? Dijiste que podríamos seguir en contacto, pero no he sabido nada de ti en mucho tiempo. Rosaura: Ey. Yo tampoco he sabido nada de ti, pensé que te habías buscado a otra. Yo: Eso es imposible, y lo sabes. Rosaura: Las cosas van bien. El trabajo es una pasada, mi hermana y mi mejor amiga siguen tan emocionadas como siempre, y Pablo y yo estuvimos hablando. Yo: ¿Qué pasó? Rosaura: Se disculpó p
29.- Helado.Rosaura:Una cena. Sólo era una cena – me repetí a mí misma, mientras me maquillaba frente al espejo de mi habitación, ignorando los comentarios que mi hermana me había soltado esa tarde, cuando le dije que había quedado con mi marido para cenar.Iba guapísima, con una camisa blanca y unos pantalones de vestir negros con topitos grises. Se supone que una no debe arreglarse tanto si no está interesada ¿no? Al menos quería dar buena impresión, o quizás quería demostrarle lo que se había perdido por marcharse.¡Qué guapa! – me dijo al verme aparecer, incluso se levantó y retiró la silla, en plan caballeroso. Dejé el bolso colgado en la silla, junto al abrigo, y me senté, agradeciendo el gesto.Tú dirás – le dije,
Rosaura:Hacía calor, el sol incidía en mi piel, tostándola, mientras escuchaba a Carmen contándole a su padre sobre la forma correcta de colocar los manguitos para que se los colocase a su primo Pedro, este parecía estar siguiendo sus instrucciones, pues al cabo de un rato rompió a reír, y le dio un sonoro beso a su progenitor.Un sonido infernal que no parecía salir de ninguna parte inundó aquella playa, un maldito teléfono móvil.¡Aush! ¡Apáguenlo ya! ¡Yo quiero seguir durmiendo!¿Durmiendo? ¿Aquello era un sueño? ¿Y dónde estaba mi preciosa ardillita?Muerta – me recordé a mí misma, justo cuando ese sonido se apagó – esparciste sus cenizas en el mar hace unos meses, ¿recuerdas?Mierda, más en aquel momento, quer&iacut
Rosaura:Tenía los brazos agarrotados del frío, la lluvia seguía cayendo sobre mí, pero yo no podía moverme, seguía mirando hacia la oscuridad de la noche, allí, sentada en aquel banco, mirando hacia el lugar por el que él se había marchado, horas antes.Había terminado – me recalqué a mí misma, dejando escapar algunas lágrimas más, que se perdieron con las gotas de lluvia que caían sobre mi rostro, en seguida – había perdido mi única oportunidad de ser feliz.Sentía, una parte de mí lo hacía, como si hubiese perdido a Carmen por segunda vez. La única chispa de luz que había encontrado en aquel más de oscuridad también se marchaba de mi lado.¿Por qué no hice las cosas de otro modo? – me recriminaba a mí misma, s
Noah. A ver… estaba de los putos nervios, saber que ella estaría allí, entre el público mirándome, tan sólo quería dar un espectáculo incluso mejor del que normalmente daba. Hacer que se sintiese orgullosa, que supiese lo que se perdía si no estaba conmigo. Quizás lo hacía por eso, para demostrarle que era un buen partido, a pesar de que ella no era de las que se dejaba impresionar con facilidad. Ella no iba detrás de mi pasta. Además de eso, creo que la había recuperado de alguna forma, amistad, creo que podía llamarse, me escribía todo el tiempo, mostrándome cada lugar de la ciudad que visitaba, junto a su familia, lucía feliz, creo que todo mi esfuerzo había valido la pena sólo para llegar a ese momento, a hacerla sonreír. Lo haría todo de la manera en que lo había hecho sólo para llegar a ese mismo resultado, aunque eso significaba tenerla fuera de mi vida. Justo estaba en el hotel, descargando la maleta, cuando re
Rosaura. Atravesamos la multitud, llegando a la estancia, el tipo de seguridad me miró de reojo cuando le entregué la entrada medio rota, yo tan sólo me encogí de hombros. Mamá estaba entusiasmada, se hizo fotos a diestro y siniestro con algunos jugadores, consiguiendo una camiseta firmada por uno de ellos, incluso consiguió que uno le firmase una teta, mientras papá rompía a reír, ante aquella imagen, le hacía mucha gracia. Yo evité su mirada todo el tiempo. Me fijé en que al mismo tiempo que firmaba autógrafos y se hacía fotografías con los fans, sonreía cada vez que veía a mi familia disfrutar. Es Hazard – gritaba mi padre, tirando de mi mano, sin darme cuartel – vamos, que se ha quedado libre, hagámonos una foto con él. Tragué saliva en cuanto estuve frente a él, estaba incluso más guapo que de costumbre, la ropa de la equipación y el sudor le daban ese aire seductor que tanto
La luz del día brillaba con un tono especial, los cantos de los pájaros se escuchaban aquí y allá, las mariposas revoloteaban con su peculiar aleteo, los patos de un lugar a otro corrían pues a todos querían saludar, los ciervos bebían agua en la fuente, y los pavos reales desplegaban sus plumas para a todos mostrar. En aquel jardín celestial, con cantos gregorianos de fondo, la armonía prevalecía sin igual. Y en la puerta de aquel bello lugar, sentado en un hermoso banco de piedra caliza, un hombre singular se encontraba, con un impoluto traje blanco y un bastón del mismo color. Parecía estar esperando algo, o a alguien, pues no hacía más que mirar hacia el horizonte, hacia el largo pasillo sin fin que había frente a él. Poco a poco, de la más simple nada, un extraño humo blanco rodeó la escena, era tan espeso, que apenas podía verse a través de él. Los cantos de hace un momento se habían detenido, ya ni siquiera podía escucharse el agua que caía al e