Monitoreaba si se estaban realizando las actividades que programaron para que pasaran una navidad diferente. Estuvo un rato con la gente, rio y gozó con ellos, de repente una niña le pidió que cantara una canción navideña, la niña le contó que su abuela fallecida se la cantaba y eso le detuvo el corazón.
—¡Por favor doctor! —pedía tomándolo con su manita delicada.
Edith nunca imaginó que con Armando todo sería tan sencillo, encajaba perfecto en su familia, nada era forzado, él era auténtico y especial. Armando recordaba las cenas navideñas de lujo en México, donde no había más que hipocresía, la gente solo iba para lucir sus trajes y hablar de cosas costosas, por eso siempre estaba solo y luego acaba yéndose antes de la 12 a dormir o con alguna mujer por la que no sintiera nada más que placer.Ya para las dos de la mañana, la familia comenzaba a despedirse.
"Hospital público"Eran las cinco de la tarde, Armando salía de su segunda cirugía se moría de ganas de ver a Edith, de abrazarla y besarla, estaba perdidamente enamorado, lo admitía. Sonó su celular.—Miguel —respondió.
—Momento —le puso una mano en el pecho deteniéndolo —quiero saber que está pasando, ¿por qué te dispararon?, ¿sospechas de alguien? —Armando suspiró, no quería preocuparla —. Por favor, no me ocultes nada —el cedió, comenzó contándole sobre la visita del alcalde y todo lo que hablaron. Le comentó que estaba seguro de que había sido él quien mandó a asustarlo, porque matarlo no era la misión.—Quiere que acepte esa estupidez de usar mis tierras, está loco —señaló molesto
"Hacienda Ibarra"Al llegar a la hacienda, Miguel lo esperaba en la fuente de la entrada de su hacienda.—¿No venías mañana? —preguntó dándole un abrazo. Entró al auto con ella en brazos, lo encendió y puso el aire acondicionado. Reclinó el asiento hacia atrás, la tomó del cuello besándola desesperado, ella le respondió con pasión.—Nos puede ver alguien —decía preocupada, él le quitaba la camisa. "Hacienda Ríos"Era la segunda llamada que le hacía a Armando y no le respondía, acostada en su cama lista para dormir, pensaba en lo enamorada que estaba y en lo poco que conocía a Armando. Su celular comenzó a sonar.—¡Hola, mi sol! —aunque trató de ser dulce, sonaba frío. Caminó hacia la cabaña, en la entrada había pétalos de flores, abrió la puerta y todo era hermoso, rustico, olía a vainilla y a flores. La cama era enorme con postes de madera, sábanas blancas y a un costado una chimenea encendida.—¡Armando, esto es precioso! ¿Dónde estamos? —caminando por la habitación. —¿Cuánto tiempo duró tu aventura? —preguntó Edith analizando todo.—Casi un año, tuve que hablar con ella aclarándole todo y dando por terminado lo que teníamos, que era sexo nada más —Edith no podía ni siquiera imaginárselo con otra mujer. Último capítuloCapítulo 16.2
Capítulo 17. Nosotros dos
Capítulo 17.1
Capítulo 17.2