17.2

Me alejo, busco mi manojo de llaves y busco la suya. No suelo utilizarla a menudo, sobre todo cuando él está en la ciudad y no en el recorrido de interminables presentaciones. Pero esto lo amerita, incluso si se enfada. Abro la puerta de sopetón y lo primero que recibo, es el olor a quemado que se impregna en el ambiente.

Corro a la cocina, asustada, y encuentro una olla con un contenido negro, parecido al alquitrán, que expulsa un olor horrible y un humo espeso. Arrojo el bolso y el móvil en la encimera y tomo un paño de cocina para dejar con celeridad lo que queda de olla, en el fregadero y luego bajo el chorro de agua. Apago las hornillas eléctricas y, mientras busco a Luc con la mirada en el salón, voy a los ventanales y los abro para que el lugar se ventile, mirando ceñuda los detectores de humo que parpadean pero que no se han activado. Me acerco al equipo de música y la apago, dejando atrás a Queen.

—¿Luc? — pregunto en voz alta.

Pero nadie aparece.

—¿Luc, dónde estás?

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