18.

18. Deja que te ayude.

No sabía cómo, pero allí había acabado, frente al lago, sintiendo la agradable brisa nocturna sobre mi rostro.

Estaba descalza, con los pies metidos en el agua, mientras esta me llegaba hasta la rodilla. Cerré los ojos, dejándome llevar por mis pensamientos, recordando a Shally.

“Una Shally de no más de doce años de edad jugaba conmigo en la laguna, mientras hablábamos sobre nuestras madres.

  • Estoy segura de que en el fondo ella te quiere, Sara – aseguraba mi amiga - ¿cómo no iba a quererte si te has pasado nueve meses dentro de ella? Creo que todas las madres deben querer a sus hijos, al fin y al cabo, son parte de ellos.

  • Cuando tenga hijos los querré así, y se los mostraré cada día – aseguré, con una tenue
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