Descansaba sobre su cama, en su habitación, con una camiseta suya puesta, que me quedaba enorme, lo cual agradecía, pues estaba muerta de frío.
Sus padres estaban aún en la fiesta, pues aún no había ni rastro de ellos, lo cual fue una suerte, pues de otro modo él nunca me habría dejado subir a su habitación.
Me acurrucaba, sin atreverme aún a cubrirme con la colcha, mientras escuchaba de fondo la ducha, pues él se estaba dando una en su cuarto de baño.
Hacía mucho tiempo que no me sentía así de bien, de relajada, sin que me importase estar en una habitación ajena, a punto de ser descubierta por sus padres o por mi propia hermana. Lo cierto, es que no me preocupaba nada de aquello ni lo más mínimo.
La puerta del baño se abrió, haciendo que tirase de su colcha y me tapase las piernas, aterrada de que me viese con tan poca ropa. Él sonrió, divertido con la situación, para luego acercarse al
Cosas que no debieron pasar. Salí del armario tan sólo unos cinco minutos después, atravesé la habitación, mientras él me llamaba para que me detuviese, importándome bien poco estar en bragas, con tan sólo su camiseta. Bajé las escaleras, corriendo, abrí la puerta y salí al porche, sintiendo la brisa invernal sobre mi rostro, al mismo tiempo que me picaban los ojos, y me dolía el corazón. Sarah – me llamó, llegando hasta mí, agarrando mi mano para que no pudiese irme a ninguna parte. Me dio la vuelta y me observó, mientras yo dejaba escapar una lágrima por mi mejilla y apretaba los labios, para reprimir mi llanto, pues dolía demasiado, todo aquello – puedo explicarlo todo – aseguró, mientras yo negaba con la cabeza, en señal de que no quería escuchar nada más, pues aún dolía al pensar en las palabras de mi hermana “Me sedujiste, a pesar de que te dije que estaba enamorada de Tyler” Una segu
Una cita maravillosa. Aquello era una locura, no creáis que no lo sabía. Se suponía que no debía aceptar la cita con Caleb, que debía alejarme de él, pues él había seducido a mi hermana, se habían acostado juntos, y yo no quería estar en medio, a pesar de lo mucho que me apetecía tener una oportunidad con él, se suponía que debía alejarme de él. Pero no lo hice. En cuanto a mi hermana, las cosas con ella iban mejor que bien, iban fenomenal, y sus cosas con Ty estaban mejorando bastante gracias a mis consejos. Lo cierto es que aquella noche estaba de los nervios, no sólo porque no quería ser descubierta por mi hermana, si no porque sabía que asistir a una cita con Caleb Stormell era un error. Me arreglé el cabello, ondulándolo un poco, y me maquillé, justo antes de ponerme un bonito vestido negro y uno de mis preciosos zapatos de prada. Cuando salí al porche, Elena estaba allí, mirándome con
Sin complejos.Su camioneta se detuvo frente a mi casa, y ambos supimos que aquella cita había llegado a su final, pero ninguno de los dos se movió aún.Gracias por esta noche – agradecí, tirando de la palanca, para abrir la puerta, pero él me detuvo con sus palabras antes de que hubiese empujado esta para salir.Quería empezar desde el principio contigo, Sarah – aseguró, haciendo que me girase para observarle – quería tener una primera cita contigo.¿Sólo una? – pregunté, divertida, haciéndole sonreír.Muchas más – me calmó, mientras yo sonreía, agradecida de que él fuese tan bueno conmigo - ¿qué te parece si te recojo mañana y vamos juntos
El concurso de la granola.Ambos estallamos a carcajadas, volviendo a interrumpir nuestro beso.Se levantó, cediéndome la mano para que lo hiciese también. Cogí su mano y lo hice, para luego caminar con él hacia las cercas dónde se encontraban los terneros que entraban en el concurso.Eché de menos un beso al final de nuestra cita de anoche – le dije, haciéndole sonreír, observándome entonces, divertido.No quería estropear nuestra cita con besos – añadió.¿Estropear? – pregunté, levantando una ceja con ello.No quería que nuestro beso evolucionase y terminásemos haciendo más – levanté una ceja al escuchar aquello – esta vez quería hacer las cosas
Una película en su granero.La fiesta llegó a su fin tan pronto como mi padre entregó el premio a la oveja más hermosa de todas. Aún no comprendía bien por qué aquella fiesta se llama “La Granola” si consistía en la presentación de las ovejas más bien cuidadas de cada aldeano, para conseguir un estúpido premio de belleza.Elena se marchó a casa junto a Tyler, sin que hubiésemos hablado mucho más. Y yo me ofrecí al padre Thomas para ayudarles a meter todas las mesas y bancas en el camión de la iglesia.Gracias por ayudarnos, Sarah – me agradeció su madre, mientras metíamos las mesas de madera en el camión de la iglesia, nosotras solas, sin la necesidad de ningún hombre – Caleb y tú… - comenzó, aunque se detuvo pronto, sin saber bien c
Aceptar una culpa.Su camioneta se detuvo frente a mi casa y yo miré hacia él, dispuesta a despedirme, cuando sentí sus labios estamparse contra los míos. Cerré los ojos, dejándome llevar por aquel beso improvisado, que duró tan poco como un suspiro.Buenas noches, Sara – me dijo, volviendo a prestar atención al camino, algo abochornado y tímido. Era mucho más mono de lo que había pensado, lucía tan tímido y cohibido cuando estaba conmigo.Buenas noches, Caleb – me despedí, para luego salir del auto, observando como él se marchaba, mientras yo le despedía con la mano.Unos pasos a mis espaldas me hicieron darme cuenta de que, no estaba sola, pero no era Elena, sólo era mi madre.Al fin llegas – me espetó el
Huyendo de mi corazón.Mi hermana seguía abrazándome cuando mi padre llegó a casa, y puso el grito en el cielo al vernos fuera, con aquella nevada.¿se puede saber qué hacéis aquí fuera a estas horas? – preguntó él, haciendo que mi hermana se levantase, secase sus lágrimas y escondiese la prueba del delito a sus espaldas.Papá – la llamó mi hermana – tienes que convencer a mamá de que deje entrar a Sarah a casa – rogó, haciendo que él levantase una ceja, sorprendido por aquella petición de su hija mayor, pues ella nunca solía interceder por míSarah – me llamó mi padre, llegando hasta mí – ya basta, levántate, muchacha – me ordenó, y yo lo hice, pues nunca
Un último Adiós.Hacía la maleta en mi habitación, era tarde, demasiado tarde, y aún ni siquiera había cenado, pero necesitaba dejarlo todo listo, porque tenía pensado marcharme de madrugada, antes de que los gallos cantasen, largarme sin mirar atrás, sin despedirme de absolutamente nadie, para evitar que pudiesen detenerme.Tenía el corazón con demasiados parches como para aguantar nada más.Cerré la maleta, con resignación y luego me senté sobre el escritorio, preparada para escribir algunas cartas de despedida, porque a pesar de que no quería hacerlo en persona, sentía que, de alguna forma, debía hacerlo por escrito.Escribí un total de 4 cartas, para luego dejarlas sobre la mesa, cada una con sus respectivos nombres, coger la maleta y echar una última ojeada a mi habitació