Cuando Maximiliano llegó a la casa de su madre ella parecía estarlo esperando con demasiado buen humor.—Parece que tenían prisa por marcharse, hasta dejaron sus teléfonos aquí, pero por lo que vi cuando fui a liberarlos todo salió bien. Durmieron juntos en la misma habitación —dijo su madre con esa sonrisa que indicaba que sus planes habían salido tal como ella quería—. No me culpes por darte un pequeño empujoncito.Maximiliano sonrió también, no pudo evitarlo.Habían hecho mucho más que dormir.—¿Un empujoncito? Mamá, nos encerraste. ¿Qué necesidad había? —preguntó, a pesar de no quejarse de su intervención, hubiera preferido hacer las cosas por sí mismo.Su madre lo miró casi con lástima y después negó con la cabeza.—Delilah me salió más astuta de lo que esperaba, pero cuando ella va yo ya volví cien veces. Hice lo que cualquier madre haría, me entrometí en la vida de mi hijo para que no sigas estropeándolo —tras decirlo y sin mostrar ni un ápice de arrepentimiento, colocó encima
—Hijo, yo solo lo hice…—Para darnos un empujoncito, ya lo dijiste —gruñó Maximiliano—. Los has repetido al menos diez veces. ¡¿Cómo se te ocurrió hacer eso?! ¡¿Y cómo es posible que ella accediera?!No sabía qué le dolía más, si que su madre hubiera jugado con su vida como si fuera un títere o que su esposa hubiera accedido a hacer un trato de esa índole con ella.Si se lo hubiera pedido, si le hubiese contado la situación, él le habría conseguido a su hermana lo que quisiera.O tal vez no, quizá se habría comportado como un idiota porque al parecer es lo que había hecho en el último tiempo.—Ya sé lo que piensas —intentó suavizar su madre usando un tono de voz muy dulce para quitarle hierro a la situación—, pero tú pensabas que yo estaba engañada. Quisiste hacerme creer que vivían juntos y que todo estaba muy bien. Me ofende muchísimo que dudes de mi inteligencia de esa forma.Maximiliano se encogió de hombros, ahí tenía razón, pero no justificaba que hubiera chantajeado a su esposa
Delilah abrió los ojos al sentir una presencia en su habitación, intentó gritar, pero le cubrieron la boca para que no lo hiciera.—Señora —escuchó la voz de Andrea—, soy yo, no grite.La mujer la fue soltando y Delilah la miró preocupada.—¿Qué ocurre? —No era muy normal que Andrea irrumpiera en la mitad de la noche en su habitación y menos con esa expresión de espanto.—Creo que intentan entrar a robar, pero no se preocupe, la policía ya debe estar alertada.Delilah salió de la cama intentando hacer el menor ruido posible.—¿Y mi hermana? —preguntó cuando el sonido de las patrullas y voces llegó a sus oídos.—Hasta el momento estaba dormida…—¡Delilah! —Aurora entró corriendo en la habitación y dio un salto hacia la cama—. ¿Qué está pasando fuera? Pensé que este era un barrio seguro, no como dónde vivíamos.Su hermana se le abrazaba a la cintura como cuando era pequeña en búsqueda de protección.—Lo mejor será es que no salgamos y la policía ya nos informará en caso de que algo haya
Cuando logró entrar en la casa y cerrar la puerta, Andrea y su hermana se habían quitado del medio. —Menos mal que me acompañaron para protegerme —masculló entre dientes por el esfuerzo que era intentar que su marido caminara y se mantuviera de pie. Como pudo, llegó hasta el sofá y lo obligó a sentarse en él. Maximiliano cayó como un peso muerto. Al parecer, una vez había dejado de luchar contra la policía, todo su cuerpo se relajó y la miraba con los ojos entrecerrados y una sonrisa en el rostro. Se veía muy feliz con el espectáculo que acababa de dar. —Misión conseguida —lo escuchó decir con voz alcoholizada—. Tengo que llamar a Marco para decirle que su plan funcionó. —Si tu misión era que todos los vecinos estén hablando de ti ahora mismo, sí, has hecho un trabajo fabuloso. —Negó con la cabeza y esperó a que Maximiliano se echara en el sofá, ella no tenía fuerzas para arrastrarlo hasta alguna de las habitaciones—. Ya que estás aquí será mejor que te duermas, mañana te dolerá
Delilah habría deseado desmayarse en ese momento y despertar para descubrir que aquello era una broma muy pesada o una pesadilla.—Estoy soñando todavía, es eso —farfulló entre dientes—. Me despertaré y todo esto no existirá.Maximiliano se dirigió a la maleta abierta, en ella había un bolsillo del que sacó unas hojas.—Siento decirte que es muy real y que desde ahora viviré aquí. ¿Tan malo sería? —al preguntar, la sonrisa y la seguridad de su marido pareció difuminarse.Él de verdad estaba interesado en su respuesta. La miraba con insistencia, como si quisiera ver en sus expresiones la verdad que ella no se atrevía a admitir.Maximiliano quería que le respondiera sin fingir, le estaba preguntando muy serio.Malo para su estabilidad mental sí, sería muy malo. Ya casi no lograba tenerlo cerca sin desear que la besara, que la tocara, pero eso él podría dárselo muy fácil, pero su corazón dudaba mucho que eso se lo diera. Sin verlo a diario se había enamorado como una tonta, qué sería de
Maximiliano pudo ver como el rostro de su esposa pasaba por un sinfín de sentimientos hasta quedar lívida.Él se había dado cuenta de que ella iba a confesar y aprovechó la aparición de su cuñada para sacarla de allí.No estaba seguro de querer que se descubriera, porque si ella le decía que todo lo que había ocurrido entre ellos había sido por la intervención de su madre no sabría lo que haría.Todavía estaba intentando entender y perdonar a su madre por haberlo engañado de esa forma, pero no quería que Delilah se lo corroborara.Y todo era porque cuando pensaba en romper ese matrimonio sentía que no era lo correcto.Marco, mientras estaba balbuceando borracho y con un tono de voz tan narcotizado que casi no se le entendía, le había dicho que si quería continuar casado conquistara a su esposa.Que hiciera como los vikingos y saqueara su casa sin pedir permiso.Y él lo había hecho, daba gracias que a esas horas no había encontrado ninguna tienda de disfraces abierta o la humillación h
Llevaban toda la semana viviendo bajo el mismo techo.Horas y horas de esquivarlo, sobre todo en las noches porque, para su incredulidad, su esposo no había estado yendo a ese club, pero aún continuaba sin fiarse de él y sin atreverse a decirle la verdad sobre Zafiro.Todo estaba tranquilo, una tranquilidad que la estaba volviendo loca porque no se habían vuelto a besar, ni tocar, ni habían dormido juntos, pero ambos aguantaban despiertos hasta altas horas de la noche y parecían espiarse mutuamente.Delilah lo hacía porque quería saber si se escabullía al club cuando ella estaba dormida y su marido quién sabe lo que esperaba porque no se atrevió a preguntárselo.Quizá a que ella fuera a su habitación… Se lo había planteado tantas veces, pero el orgullo le ganaba.Esa tarde su hermana había llegado de la calle y se había encerrado en la habitación.No saludó a nadie y cuando pasó junto a la puerta la escuchó llorando.—¿Qué ocurrió? ¿Te hicieron algo? —dijo cuando abrió y Aurora la mir
Delilah se negó a la propuesta de su hermana e intentó convencerla de que ella debía centrarse en escoger universidad de una vez y no pensar en relaciones.Los hombres solo traían problemas, si lo sabría ella que vivía llorando desde que se había casado. No quería ese sufrimiento para su hermana y menos que jugaran con ella.Aurora debía terminar sus estudios, hacerse independiente y no acabar en un matrimonio como el suyo.Tras horas discutiendo, Aurora le prometió que si su plan no salía bien escogería una universidad en Londres y se iría a estudiar fuera del país.Pensar en su hermanita lejos le causó un nudo en el estómago, pero no podía impedirle algo que era bueno para su futuro porque ella no se hiciera a la idea de verla crecer.Su suegra había hecho bien su trabajo, aquella era una de las mejores universidades, una a la que su hermana nunca habría logrado entrar.Cuando salió de la habitación ya era la hora de la cena y le sorprendió ver a su esposo sentado a la mesa cuando s