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Capítulo 36: Beber no te quita la virginidad

La mañana llegó antes de lo que esperaban.

Apenas se había dormido tras una noche que no olvidaría con facilidad, cuando unos ruidos fuera de la habitación la alertaron.

Delilah abrió los ojos con rapidez cuando tocaron la puerta y la voz de su suegra se escuchó al otro lado.

—Ya son libres, pueden venir a desayunar a la casa. Los estaré esperando —tras aquellas palabras los pasos lentos de su suegra se escucharon en el piso y por último el clic de la puerta de la calle al cerrarse.

Miró a su esposo que permanecía dormido y parecía hacerlo con mucha calma.

Maximiliano descansaba como si nada enturbiara su conciencia, muy al contrario de ella que no podía dejar de pensar en que le había dado justo lo que su marido quería.

Sexo y más sexo, mientras su corazón… Por desgracia él ya lo tenía en sus manos y no sabía qué hacer con eso.

Antes de despertarlo no pudo evitar quedarse mirándolo por un largo tiempo. Su mano viajó sola hasta su mejilla y le acarició la sombra de la barba que comen
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