—¡¿Cómo?! —preguntó casi en un grito y comenzó a toser—. No sé a qué te refieres, ya sé que beber no quita… Eso que dices. Parece que piensas que soy tonta.—La virginidad, puedes decirlo sin que ocurra nada. Anoche no lo eras, ¿tienes algo que decirme? —Maximiliano estaba presionándola para ver si ella era capaz de reconocerle que había ido al club para estar con él.No tenía sentido que ahora le saliera con ese jueguito de que lo que sucedió anoche entre ellos solo había sido producto de unas copas de más.Ella estaba muy sobria cuando él se metió en la cama.Él creía que Delilah no era capaz de reconocer lo que había hecho porque era incapaz de dejar el orgullo de lado.Él estaba poniendo de su parte, tenía claro que debía ir conquistándola poco a poco después de como se había comportado, pero esa mujer era como chocarse con un muro de hormigón.Tras pasar la noche juntos Maximiliano de verdad había creído que podían comenzar a estar bien.Estaba dispuesto a tragarse sus palabras y
A Delilah la tomó por sorpresa ese beso, solo por eso es que no lo abofeteó y en lugar de molestarse cerró los ojos y le echó los brazos al cuello.Pero porque la había tomado por sorpresa, si no hubiera sido así ese machista controlador se habría llevado un buen bofetón.El gran problema era que sus brazos se le habían quedado enredados alrededor de su cuello y se negaban a moverse de ahí para darle su merecido.—Para tener que fingir conmigo te gusta que te bese —aquella voz llena de prepotencia la obligó a abrir los ojos y parpadear con lentitud.Debía tener una expresión de estúpida en ese momento porque la sonrisa de Maximiliano era de suficiencia.Con lentitud fue quitándole los brazos de los hombros y comenzó a limpiarse la boca.—Sí, definitivamente —murmuró y él alzó una ceja como esperando que continuara.—Definitivamente, ¿qué? Te gusta, ¿verdad? No lo niegues. —Delilah sonrió y le palmeó con suavidad la mejilla.—Lo que quise decir es que definitivamente mi amante besa muc
Cuando Maximiliano llegó a la casa de su madre ella parecía estarlo esperando con demasiado buen humor.—Parece que tenían prisa por marcharse, hasta dejaron sus teléfonos aquí, pero por lo que vi cuando fui a liberarlos todo salió bien. Durmieron juntos en la misma habitación —dijo su madre con esa sonrisa que indicaba que sus planes habían salido tal como ella quería—. No me culpes por darte un pequeño empujoncito.Maximiliano sonrió también, no pudo evitarlo.Habían hecho mucho más que dormir.—¿Un empujoncito? Mamá, nos encerraste. ¿Qué necesidad había? —preguntó, a pesar de no quejarse de su intervención, hubiera preferido hacer las cosas por sí mismo.Su madre lo miró casi con lástima y después negó con la cabeza.—Delilah me salió más astuta de lo que esperaba, pero cuando ella va yo ya volví cien veces. Hice lo que cualquier madre haría, me entrometí en la vida de mi hijo para que no sigas estropeándolo —tras decirlo y sin mostrar ni un ápice de arrepentimiento, colocó encima
—Hijo, yo solo lo hice…—Para darnos un empujoncito, ya lo dijiste —gruñó Maximiliano—. Los has repetido al menos diez veces. ¡¿Cómo se te ocurrió hacer eso?! ¡¿Y cómo es posible que ella accediera?!No sabía qué le dolía más, si que su madre hubiera jugado con su vida como si fuera un títere o que su esposa hubiera accedido a hacer un trato de esa índole con ella.Si se lo hubiera pedido, si le hubiese contado la situación, él le habría conseguido a su hermana lo que quisiera.O tal vez no, quizá se habría comportado como un idiota porque al parecer es lo que había hecho en el último tiempo.—Ya sé lo que piensas —intentó suavizar su madre usando un tono de voz muy dulce para quitarle hierro a la situación—, pero tú pensabas que yo estaba engañada. Quisiste hacerme creer que vivían juntos y que todo estaba muy bien. Me ofende muchísimo que dudes de mi inteligencia de esa forma.Maximiliano se encogió de hombros, ahí tenía razón, pero no justificaba que hubiera chantajeado a su esposa
Delilah abrió los ojos al sentir una presencia en su habitación, intentó gritar, pero le cubrieron la boca para que no lo hiciera.—Señora —escuchó la voz de Andrea—, soy yo, no grite.La mujer la fue soltando y Delilah la miró preocupada.—¿Qué ocurre? —No era muy normal que Andrea irrumpiera en la mitad de la noche en su habitación y menos con esa expresión de espanto.—Creo que intentan entrar a robar, pero no se preocupe, la policía ya debe estar alertada.Delilah salió de la cama intentando hacer el menor ruido posible.—¿Y mi hermana? —preguntó cuando el sonido de las patrullas y voces llegó a sus oídos.—Hasta el momento estaba dormida…—¡Delilah! —Aurora entró corriendo en la habitación y dio un salto hacia la cama—. ¿Qué está pasando fuera? Pensé que este era un barrio seguro, no como dónde vivíamos.Su hermana se le abrazaba a la cintura como cuando era pequeña en búsqueda de protección.—Lo mejor será es que no salgamos y la policía ya nos informará en caso de que algo haya
Cuando logró entrar en la casa y cerrar la puerta, Andrea y su hermana se habían quitado del medio. —Menos mal que me acompañaron para protegerme —masculló entre dientes por el esfuerzo que era intentar que su marido caminara y se mantuviera de pie. Como pudo, llegó hasta el sofá y lo obligó a sentarse en él. Maximiliano cayó como un peso muerto. Al parecer, una vez había dejado de luchar contra la policía, todo su cuerpo se relajó y la miraba con los ojos entrecerrados y una sonrisa en el rostro. Se veía muy feliz con el espectáculo que acababa de dar. —Misión conseguida —lo escuchó decir con voz alcoholizada—. Tengo que llamar a Marco para decirle que su plan funcionó. —Si tu misión era que todos los vecinos estén hablando de ti ahora mismo, sí, has hecho un trabajo fabuloso. —Negó con la cabeza y esperó a que Maximiliano se echara en el sofá, ella no tenía fuerzas para arrastrarlo hasta alguna de las habitaciones—. Ya que estás aquí será mejor que te duermas, mañana te dolerá
Delilah habría deseado desmayarse en ese momento y despertar para descubrir que aquello era una broma muy pesada o una pesadilla.—Estoy soñando todavía, es eso —farfulló entre dientes—. Me despertaré y todo esto no existirá.Maximiliano se dirigió a la maleta abierta, en ella había un bolsillo del que sacó unas hojas.—Siento decirte que es muy real y que desde ahora viviré aquí. ¿Tan malo sería? —al preguntar, la sonrisa y la seguridad de su marido pareció difuminarse.Él de verdad estaba interesado en su respuesta. La miraba con insistencia, como si quisiera ver en sus expresiones la verdad que ella no se atrevía a admitir.Maximiliano quería que le respondiera sin fingir, le estaba preguntando muy serio.Malo para su estabilidad mental sí, sería muy malo. Ya casi no lograba tenerlo cerca sin desear que la besara, que la tocara, pero eso él podría dárselo muy fácil, pero su corazón dudaba mucho que eso se lo diera. Sin verlo a diario se había enamorado como una tonta, qué sería de
Maximiliano pudo ver como el rostro de su esposa pasaba por un sinfín de sentimientos hasta quedar lívida.Él se había dado cuenta de que ella iba a confesar y aprovechó la aparición de su cuñada para sacarla de allí.No estaba seguro de querer que se descubriera, porque si ella le decía que todo lo que había ocurrido entre ellos había sido por la intervención de su madre no sabría lo que haría.Todavía estaba intentando entender y perdonar a su madre por haberlo engañado de esa forma, pero no quería que Delilah se lo corroborara.Y todo era porque cuando pensaba en romper ese matrimonio sentía que no era lo correcto.Marco, mientras estaba balbuceando borracho y con un tono de voz tan narcotizado que casi no se le entendía, le había dicho que si quería continuar casado conquistara a su esposa.Que hiciera como los vikingos y saqueara su casa sin pedir permiso.Y él lo había hecho, daba gracias que a esas horas no había encontrado ninguna tienda de disfraces abierta o la humillación h