—¡Delilah, ven aquí! —gritó Maximiliano cuando ella soltó la cubitera vacía en la mesa y la vio dirigirse a la habitación—. ¡¿Por qué hiciste eso?!Su esposa se detuvo con el pomo de la puerta agarrado y la abrió, miró en su interior y pareció quedarse tranquila al ver que era lo que estaba buscando.—Lo hice para que te enfríes, al parecer es lo que necesitas. Tú duermes en el sofá, buenas noches.—Espera, tenemos un trato —en ese momento decir eso fue lo único que se le ocurrió para que ella no se marchara.Su esposa lo miró sin comprender, él tampoco entendía por qué quería retenerla cuando aquello solo podía acabar peor.—Y por ese trato es que estoy aquí. Ya he cumplido, no es mi culpa que a tu madre le guste jugar con las personas como si fueran piezas en su ajedrez y en lugar de aparecer nos haya encerrado. —Delilah se acercó a él y miró con culpa su ropa mojada—. Lo siento por mi arrebato, pero estoy cansada de tus juegos y los de tu madre.Ella iba de nuevo a darse la vuelta
Aquella pregunta enfrió sus intenciones mucho mejor que la bebida.—Me dijiste que estabas dispuesto a dejarme conocerte —insistió su esposa cuando vio que él no contestaba.En definitiva, aquella no era la forma que él habría deseado que la noche transcurriera, pero no podía culparla por querer saberlo.Al final, no se había portado del todo bien con la que hubiera querido o no, en esos momentos era su esposa.Emitió un suspiro de rendición y Delilah comenzó a mirarlo muy atenta a la vez que bebía y le quitaba la botella para volverse a servir.—Si continuas bebiendo tan rápido sí se te subirá a la cabeza —la aconsejó y ella negó con las mejillas ruborizadas, al parecer no era una exageración ya se le había subido porque incluso se acomodó de lado como él.Ya no parecía importarle que estuviera medio desnudo.—Deja de juzgarme y mejor cumple lo que has dicho. Contesta a mi pregunta.—No tienes nada de malo, Delilah —comenzó a decir para que ella entendiera que su desagrado no tenía n
—¿Seguro que quieres dormir? —le preguntó Maximiliano cuando la vio abrir los ojos y mirarlo como si tuviera frente a ella a una alucinación.—¿Qué… Qué haces aquí? —balbuceó y parpadeó confusa.Delilah intentó apartarse al darse cuenta de que ella se había unido a su cuerpo y lo tenía abrazado.—Quise evitar que te sintieras culpable por dejarme con dolor de cuello por dormir en el sofá —intentó bromear, pero ella volvió a moverse para apartarse, aunque él no se lo permitió.La abrazó con más fuerza y fue entonces en que Delilah notó que estaba sin ropa.—¡Estás desnudo! Sal de aquí. —Maximiliano no estaba dispuesto a marcharse y se lo hizo saber sin palabras al apresar sus nalgas con las manos y empujarla hacia su cuerpo.En la habitación había poca luz y una sensación de anticipación flotaba en el aire. Maximiliano sintió el corazón acelerado al mirarla con fijeza a los ojos. Delilah entreabrió los labios, no se quejó, no volvió a echarlo, se había quedado tan afectada como él.Pa
La mañana llegó antes de lo que esperaban.Apenas se había dormido tras una noche que no olvidaría con facilidad, cuando unos ruidos fuera de la habitación la alertaron.Delilah abrió los ojos con rapidez cuando tocaron la puerta y la voz de su suegra se escuchó al otro lado.—Ya son libres, pueden venir a desayunar a la casa. Los estaré esperando —tras aquellas palabras los pasos lentos de su suegra se escucharon en el piso y por último el clic de la puerta de la calle al cerrarse.Miró a su esposo que permanecía dormido y parecía hacerlo con mucha calma. Maximiliano descansaba como si nada enturbiara su conciencia, muy al contrario de ella que no podía dejar de pensar en que le había dado justo lo que su marido quería.Sexo y más sexo, mientras su corazón… Por desgracia él ya lo tenía en sus manos y no sabía qué hacer con eso.Antes de despertarlo no pudo evitar quedarse mirándolo por un largo tiempo. Su mano viajó sola hasta su mejilla y le acarició la sombra de la barba que comen
—¡¿Cómo?! —preguntó casi en un grito y comenzó a toser—. No sé a qué te refieres, ya sé que beber no quita… Eso que dices. Parece que piensas que soy tonta.—La virginidad, puedes decirlo sin que ocurra nada. Anoche no lo eras, ¿tienes algo que decirme? —Maximiliano estaba presionándola para ver si ella era capaz de reconocerle que había ido al club para estar con él.No tenía sentido que ahora le saliera con ese jueguito de que lo que sucedió anoche entre ellos solo había sido producto de unas copas de más.Ella estaba muy sobria cuando él se metió en la cama.Él creía que Delilah no era capaz de reconocer lo que había hecho porque era incapaz de dejar el orgullo de lado.Él estaba poniendo de su parte, tenía claro que debía ir conquistándola poco a poco después de como se había comportado, pero esa mujer era como chocarse con un muro de hormigón.Tras pasar la noche juntos Maximiliano de verdad había creído que podían comenzar a estar bien.Estaba dispuesto a tragarse sus palabras y
A Delilah la tomó por sorpresa ese beso, solo por eso es que no lo abofeteó y en lugar de molestarse cerró los ojos y le echó los brazos al cuello.Pero porque la había tomado por sorpresa, si no hubiera sido así ese machista controlador se habría llevado un buen bofetón.El gran problema era que sus brazos se le habían quedado enredados alrededor de su cuello y se negaban a moverse de ahí para darle su merecido.—Para tener que fingir conmigo te gusta que te bese —aquella voz llena de prepotencia la obligó a abrir los ojos y parpadear con lentitud.Debía tener una expresión de estúpida en ese momento porque la sonrisa de Maximiliano era de suficiencia.Con lentitud fue quitándole los brazos de los hombros y comenzó a limpiarse la boca.—Sí, definitivamente —murmuró y él alzó una ceja como esperando que continuara.—Definitivamente, ¿qué? Te gusta, ¿verdad? No lo niegues. —Delilah sonrió y le palmeó con suavidad la mejilla.—Lo que quise decir es que definitivamente mi amante besa muc
Cuando Maximiliano llegó a la casa de su madre ella parecía estarlo esperando con demasiado buen humor.—Parece que tenían prisa por marcharse, hasta dejaron sus teléfonos aquí, pero por lo que vi cuando fui a liberarlos todo salió bien. Durmieron juntos en la misma habitación —dijo su madre con esa sonrisa que indicaba que sus planes habían salido tal como ella quería—. No me culpes por darte un pequeño empujoncito.Maximiliano sonrió también, no pudo evitarlo.Habían hecho mucho más que dormir.—¿Un empujoncito? Mamá, nos encerraste. ¿Qué necesidad había? —preguntó, a pesar de no quejarse de su intervención, hubiera preferido hacer las cosas por sí mismo.Su madre lo miró casi con lástima y después negó con la cabeza.—Delilah me salió más astuta de lo que esperaba, pero cuando ella va yo ya volví cien veces. Hice lo que cualquier madre haría, me entrometí en la vida de mi hijo para que no sigas estropeándolo —tras decirlo y sin mostrar ni un ápice de arrepentimiento, colocó encima
—Hijo, yo solo lo hice…—Para darnos un empujoncito, ya lo dijiste —gruñó Maximiliano—. Los has repetido al menos diez veces. ¡¿Cómo se te ocurrió hacer eso?! ¡¿Y cómo es posible que ella accediera?!No sabía qué le dolía más, si que su madre hubiera jugado con su vida como si fuera un títere o que su esposa hubiera accedido a hacer un trato de esa índole con ella.Si se lo hubiera pedido, si le hubiese contado la situación, él le habría conseguido a su hermana lo que quisiera.O tal vez no, quizá se habría comportado como un idiota porque al parecer es lo que había hecho en el último tiempo.—Ya sé lo que piensas —intentó suavizar su madre usando un tono de voz muy dulce para quitarle hierro a la situación—, pero tú pensabas que yo estaba engañada. Quisiste hacerme creer que vivían juntos y que todo estaba muy bien. Me ofende muchísimo que dudes de mi inteligencia de esa forma.Maximiliano se encogió de hombros, ahí tenía razón, pero no justificaba que hubiera chantajeado a su esposa