Delilah había cometido el error de quedarse dormida después de lo sucedido.Despertó con Maximiliano a su lado y ella usaba su pecho como almohada.Se movió con cuidado de no despertarlo.Los ojos le molestaban por haberse dormido con las lentes de contacto puestas y temió haber perdido la peluca, pero por suerte continuaba en su lugar.Apenas logró sentarse en la cama, miró a su esposo que continuaba dormido, se veía tranquilo y relajado.Al menos él parecía poder permitirse esa calma, ella estaba deseando salir de allí.No quería continuar a su lado ni un minuto más porque una parte muy escondida de ella quería besarlo mientras dormía para despedirse.Lo había hecho, cumplió con lo que su suegra quería, pero no esperó que le doliera tanto.Andrea tenía razón, aquello acabaría con ella.No estaba preparada para dejar sus sentimientos de lado y se sentía horrible por haber deseado a ese hombre que no tuvo ningún escrúpulo en acostarse con ella sin saber que era su esposa.Se fue arras
Delilah no había logrado dormir después de llegar a su casa, se había demorado tanto que se encontró a Andrea dormida en el sofá, esperándola.Cuando la escuchó, se levantó enseguida y la mujer tuvo que verla muy mal porque la abrazó sin decir una sola palabra y la arrastró con ella hasta el sofá.Lloró durante un largo rato mientras Andrea la sostenía con cariño.Tener una madre debía sentirse así, ella ya no recordaba los abrazos de la suya.—Al final lo hiciste —dijo Andrea una vez que la vio más calmada.No fue una pregunta, era una afirmación.—Sí, te dije que lo haría y no pensaba echarme atrás —murmuró y bajó la cabeza, la avergonzaba reconocer la forma en que su esposo había caído en una mentira—. Solo espero que haya funcionado porque no quiero regresar.Andrea la ayudó a quitarse la peluca y liberó su cabello.—¿Fue cruel contigo? —preguntó—. Nunca pensé que él fuera así, su padre era un hombre muy bueno y su madre… Hablaré con ella para que detenga esto.—No hablarás con na
Habían pasado dos semanas desde aquella noche en el club y Delilah no había sido capaz de regresar.No dejaba de pensar en su esposo y su ánimo había decaído tanto que por más que intentó ocultarlo frente a Aurora, su hermana no se creyó ninguna de sus excusas.Por ese motivo, en ese momento se encontraba cenando con Marco el amigo de su esposo.Y no porque ella lo hubiera decidido.Una vez más, alguien decidió dirigir su vida y esa ocasión fue su hermana que envió un mensaje a Marco para aceptar esa invitación.Cuando lo supo ya era tarde para negarse y casi fue llevada a rastras por su hermana hasta la ducha para que se arreglara.—Entonces… ¿Cómo van las cosas con Maximiliano? —preguntó Marco después de media hora de silencio incómodo en el que ella no sabía qué decir.Delilah alzó el rostro sin tener muy claro qué quería saber y también un poco avergonzada porque justo estaba pensando en su esposo.Para su desgracia ese ser despreciable había sido su pensamiento principal y sobre
Maximiliano vio marcharse a Delilah y no despegó su vista de ella hasta que salió del restaurante.Sabía muy bien a dónde se dirigía porque había seguido a Marco desde que la fue a recoger a «su casa» y se llevó a «su mujer» a esa cita que él acababa de estropear.Puede que le hubiera dado carta blanca a su amigo para que saliera con su esposa, pero las cosas habían cambiado y pensaba dejárselo muy claro.Aunque sería en otro momento, porque no iba a darle la oportunidad de que se la llevara de nuevo y que estuvieran a solas en el coche otra vez.Sabía muy bien cómo acababan esas citas y solo de pensar en su esposa, en su cama y para colmo con su mejor amigo, le provocaba ardores en el estómago.—Deja de comportarte de forma tan egoísta —escuchó que le decía su amigo, aunque quizá desde ese momento debería llamarlo enemigo—. No has querido saber nada de Delilah y apenas la invito a cenar tienes que aparecer y fastidiarlo.—Para ti es la señora Verona, mi esposa, nada de Delilah —farfu
Aurora miró a su hermana con expectación.Esperaba que le contara cómo había ido la cita, pero Delilah parecía no escuchar sus preguntas y solo se quedaba mirando a la nada.—Nana, te estoy hablando, ¿cómo fue anoche? —Aurora le dio con el dedo índice en la frente para despertarla y por fin su hermana la miró.—Sí, sí, dormí bien. Solo que últimamente se me hinchan mucho los ojos, me estaré convirtiendo en sapo.En ese momento confirmó que su hermana estaba como mínimo en otra galaxia y no estaba escuchando sus preguntas.—Se te estará contagiando la enfermedad llamada Maximiliano porque el sapo es tu esposo. Deberías divorciarte cuanto antes o acabarás siendo igual de repulsiva que él. —Su hermana asintió con la cabeza.No le gustaba nada verla así.—Sí, está bueno el desayuno, deberías comer más. Yo no tengo mucha hambre, creo que cené demasiado anoche y me siento llena —continuó Delilah contestando a preguntas que nadie le había hecho.Aurora quería meterse en su mente y averiguar
Su madre salió de la oficina y no le sorprendió ver que Marco abría la puerta después.Se estaba riendo y apenas lo miró se puso serio.—Vine por mi coche —dijo y le lanzó las llaves encima del escritorio—. Te traje el tuyo y también, ¿sabes qué más traje?A Maximiliano la sonrisa de burla se le puso en la cara sin poder evitarlo.Su amigo estaba molesto, pero más molesto estaba él porque intentara seducir a su esposa.El habérsela robado delante de sus narices le daba un poco de satisfacción.—¿Qué? No me digas, ¿trajiste tu cara de perdedor? Es mi esposa, ¿pensabas que te iba a dejar acercarte a ella? —siseó y le lanzó las llaves de su coche—. Ya sabes dónde está aparcado, puedes llevártelo.De nuevo la sonrisa apareció en el rostro de Marco y no le gustó ni un poco. Agarró su teléfono y sonrió mientras contestaba un mensaje.—Quizá ayer jugaste sucio, pero no ganaste, amigo. Tu esposa me interesa y a ella no le interesas tú, quiere que volvamos a vernos así que vete acostumbrando p
Maximiliano no entró a la casa, solo llamó para informar de que estaba fuera esperando.En otro momento quizá habría hecho algo para seducir un poco a su esposa, puede que hubiera lanzado el ramo de rosas en el maletero después de comprarlo y los bombones, como también había guardado el collar de zafiros que le había comprado después de que pasaran la última noche juntos.Ella siempre llevaba uno puesto cuando iba al club y pensó que quizá le gustaría tener otro.Después recordó que aquello no era ninguna cita, que su esposa era una mentirosa que prefería salir con su amigo y que solo estaba allí por obligación.Le entregaría el teléfono nuevo porque no quería estar llamando a Andrea para comunicarse con la arpía de su esposa, pero solo por eso.Se lo llevaban los diablos, estaba tan enfadado que si Delilah lo viera en ese momento seguro se daba media vuelta y volvía a entrar en la casa.Durante todo el día no había podido dejar de pensar en ella mandándole mensajitos a Marco mientras
Delilah miró a su alrededor a la espera de que en cualquier momento apareciera su suegra.Estaba nerviosa porque comenzaba a darse cuenta que de esa mujer podía esperar cualquier cosa, pero su esposo parecía tranquilo a su lado.Al igual que en el club, que la sujetara de la mano la hacía sentir segura y con ese dragón que tenía por suegra necesitaba de ese sentimiento.—Pasa tú primero —escuchó que le decía Maximiliano y se colocó a su espalda mientras le daba un empujoncito para que pasara.—Está bien —murmuró y al cruzar la puerta pudo ver que la pequeña sala estaba iluminada con velas.La cena estaba servida sobre la mesa y solo había dos cubiertos.Se suponía que cenarían los tres y allí solo había para dos personas.Delilah se habría dado la vuelta si no hubiese sentido el cuerpo de su esposo detrás de ella.Tan pegado a su espalda que por un instante su cabeza dejó de funcionar, hasta que escuchó el sonido de una cerradura al ser girada para cerrarse.Se apartó de su esposo y m