Maximiliano vio marcharse a Delilah y no despegó su vista de ella hasta que salió del restaurante.Sabía muy bien a dónde se dirigía porque había seguido a Marco desde que la fue a recoger a «su casa» y se llevó a «su mujer» a esa cita que él acababa de estropear.Puede que le hubiera dado carta blanca a su amigo para que saliera con su esposa, pero las cosas habían cambiado y pensaba dejárselo muy claro.Aunque sería en otro momento, porque no iba a darle la oportunidad de que se la llevara de nuevo y que estuvieran a solas en el coche otra vez.Sabía muy bien cómo acababan esas citas y solo de pensar en su esposa, en su cama y para colmo con su mejor amigo, le provocaba ardores en el estómago.—Deja de comportarte de forma tan egoísta —escuchó que le decía su amigo, aunque quizá desde ese momento debería llamarlo enemigo—. No has querido saber nada de Delilah y apenas la invito a cenar tienes que aparecer y fastidiarlo.—Para ti es la señora Verona, mi esposa, nada de Delilah —farfu
Aurora miró a su hermana con expectación.Esperaba que le contara cómo había ido la cita, pero Delilah parecía no escuchar sus preguntas y solo se quedaba mirando a la nada.—Nana, te estoy hablando, ¿cómo fue anoche? —Aurora le dio con el dedo índice en la frente para despertarla y por fin su hermana la miró.—Sí, sí, dormí bien. Solo que últimamente se me hinchan mucho los ojos, me estaré convirtiendo en sapo.En ese momento confirmó que su hermana estaba como mínimo en otra galaxia y no estaba escuchando sus preguntas.—Se te estará contagiando la enfermedad llamada Maximiliano porque el sapo es tu esposo. Deberías divorciarte cuanto antes o acabarás siendo igual de repulsiva que él. —Su hermana asintió con la cabeza.No le gustaba nada verla así.—Sí, está bueno el desayuno, deberías comer más. Yo no tengo mucha hambre, creo que cené demasiado anoche y me siento llena —continuó Delilah contestando a preguntas que nadie le había hecho.Aurora quería meterse en su mente y averiguar
Su madre salió de la oficina y no le sorprendió ver que Marco abría la puerta después.Se estaba riendo y apenas lo miró se puso serio.—Vine por mi coche —dijo y le lanzó las llaves encima del escritorio—. Te traje el tuyo y también, ¿sabes qué más traje?A Maximiliano la sonrisa de burla se le puso en la cara sin poder evitarlo.Su amigo estaba molesto, pero más molesto estaba él porque intentara seducir a su esposa.El habérsela robado delante de sus narices le daba un poco de satisfacción.—¿Qué? No me digas, ¿trajiste tu cara de perdedor? Es mi esposa, ¿pensabas que te iba a dejar acercarte a ella? —siseó y le lanzó las llaves de su coche—. Ya sabes dónde está aparcado, puedes llevártelo.De nuevo la sonrisa apareció en el rostro de Marco y no le gustó ni un poco. Agarró su teléfono y sonrió mientras contestaba un mensaje.—Quizá ayer jugaste sucio, pero no ganaste, amigo. Tu esposa me interesa y a ella no le interesas tú, quiere que volvamos a vernos así que vete acostumbrando p
Maximiliano no entró a la casa, solo llamó para informar de que estaba fuera esperando.En otro momento quizá habría hecho algo para seducir un poco a su esposa, puede que hubiera lanzado el ramo de rosas en el maletero después de comprarlo y los bombones, como también había guardado el collar de zafiros que le había comprado después de que pasaran la última noche juntos.Ella siempre llevaba uno puesto cuando iba al club y pensó que quizá le gustaría tener otro.Después recordó que aquello no era ninguna cita, que su esposa era una mentirosa que prefería salir con su amigo y que solo estaba allí por obligación.Le entregaría el teléfono nuevo porque no quería estar llamando a Andrea para comunicarse con la arpía de su esposa, pero solo por eso.Se lo llevaban los diablos, estaba tan enfadado que si Delilah lo viera en ese momento seguro se daba media vuelta y volvía a entrar en la casa.Durante todo el día no había podido dejar de pensar en ella mandándole mensajitos a Marco mientras
Delilah miró a su alrededor a la espera de que en cualquier momento apareciera su suegra.Estaba nerviosa porque comenzaba a darse cuenta que de esa mujer podía esperar cualquier cosa, pero su esposo parecía tranquilo a su lado.Al igual que en el club, que la sujetara de la mano la hacía sentir segura y con ese dragón que tenía por suegra necesitaba de ese sentimiento.—Pasa tú primero —escuchó que le decía Maximiliano y se colocó a su espalda mientras le daba un empujoncito para que pasara.—Está bien —murmuró y al cruzar la puerta pudo ver que la pequeña sala estaba iluminada con velas.La cena estaba servida sobre la mesa y solo había dos cubiertos.Se suponía que cenarían los tres y allí solo había para dos personas.Delilah se habría dado la vuelta si no hubiese sentido el cuerpo de su esposo detrás de ella.Tan pegado a su espalda que por un instante su cabeza dejó de funcionar, hasta que escuchó el sonido de una cerradura al ser girada para cerrarse.Se apartó de su esposo y m
—¡Delilah, ven aquí! —gritó Maximiliano cuando ella soltó la cubitera vacía en la mesa y la vio dirigirse a la habitación—. ¡¿Por qué hiciste eso?!Su esposa se detuvo con el pomo de la puerta agarrado y la abrió, miró en su interior y pareció quedarse tranquila al ver que era lo que estaba buscando.—Lo hice para que te enfríes, al parecer es lo que necesitas. Tú duermes en el sofá, buenas noches.—Espera, tenemos un trato —en ese momento decir eso fue lo único que se le ocurrió para que ella no se marchara.Su esposa lo miró sin comprender, él tampoco entendía por qué quería retenerla cuando aquello solo podía acabar peor.—Y por ese trato es que estoy aquí. Ya he cumplido, no es mi culpa que a tu madre le guste jugar con las personas como si fueran piezas en su ajedrez y en lugar de aparecer nos haya encerrado. —Delilah se acercó a él y miró con culpa su ropa mojada—. Lo siento por mi arrebato, pero estoy cansada de tus juegos y los de tu madre.Ella iba de nuevo a darse la vuelta
Aquella pregunta enfrió sus intenciones mucho mejor que la bebida.—Me dijiste que estabas dispuesto a dejarme conocerte —insistió su esposa cuando vio que él no contestaba.En definitiva, aquella no era la forma que él habría deseado que la noche transcurriera, pero no podía culparla por querer saberlo.Al final, no se había portado del todo bien con la que hubiera querido o no, en esos momentos era su esposa.Emitió un suspiro de rendición y Delilah comenzó a mirarlo muy atenta a la vez que bebía y le quitaba la botella para volverse a servir.—Si continuas bebiendo tan rápido sí se te subirá a la cabeza —la aconsejó y ella negó con las mejillas ruborizadas, al parecer no era una exageración ya se le había subido porque incluso se acomodó de lado como él.Ya no parecía importarle que estuviera medio desnudo.—Deja de juzgarme y mejor cumple lo que has dicho. Contesta a mi pregunta.—No tienes nada de malo, Delilah —comenzó a decir para que ella entendiera que su desagrado no tenía n
—¿Seguro que quieres dormir? —le preguntó Maximiliano cuando la vio abrir los ojos y mirarlo como si tuviera frente a ella a una alucinación.—¿Qué… Qué haces aquí? —balbuceó y parpadeó confusa.Delilah intentó apartarse al darse cuenta de que ella se había unido a su cuerpo y lo tenía abrazado.—Quise evitar que te sintieras culpable por dejarme con dolor de cuello por dormir en el sofá —intentó bromear, pero ella volvió a moverse para apartarse, aunque él no se lo permitió.La abrazó con más fuerza y fue entonces en que Delilah notó que estaba sin ropa.—¡Estás desnudo! Sal de aquí. —Maximiliano no estaba dispuesto a marcharse y se lo hizo saber sin palabras al apresar sus nalgas con las manos y empujarla hacia su cuerpo.En la habitación había poca luz y una sensación de anticipación flotaba en el aire. Maximiliano sintió el corazón acelerado al mirarla con fijeza a los ojos. Delilah entreabrió los labios, no se quejó, no volvió a echarlo, se había quedado tan afectada como él.Pa