—¿Entonces crees que fue obligado? —No, lo que trato de decir es que el señor Dashwood es como esos hombres que deseaban luchar por el honor. Fue ascendido al grado de Mayor general, así que debe tener mucho tiempo en esa carrera para tener un puesto tan alto, además tendrá el honor de conocer al rey en persona en invierno cuando le otorgue la medalla al heroísmo de la unión armada. —¿Heroísmo? ¿Qué fue lo que hizo para obtenerla? —Por lo que mi cliente me dijo, salvo a los hombres que vinieron anoche, de morir en una explosión al deducir los planes del enemigo. Evito la muerte de más de mil quinientos hombres y lograron avanzar y derrotar al regimiento que custodiaba esa zona gracias a él. —Lo trajeron aquí como agradecimiento—dije en voz alta, aunque no deseaba que Jazmín escuchara eso. —Tal vez, pero por lo visto el señor Dashwood prefiere otro tipo de agradecimiento que el calor de una mujer como nosotras, quizás está casado. —¿Crees? —dije sintiendo decepción, no había pensa
—Te dije que me había tomado la molestia de arreglar el funeral de tus padres y ver que descansaran en un buen lugar—explico con cierto aire de melancolía, me pregunte que clase de historia estaba enterrada en su memoria y si no solo era yo quien tenía un nudo en la garganta amenazando con salir. —No sé cómo pagarle tanta amabilidad, Capitán Collins. —No busco su reconocimiento señorita, le estoy pagando a un viejo amigo por ayudarme en el pasado. —¿Qué fue lo que hizo mi padre por usted, si no es una molestia preguntarle? —Que no hizo por mi— dijo con cierto aire de culpabilidad— yo fui muy tonto e imprudente en mi juventud y durante un tiempo fui una carga muy pasada para mis padres, sin embargo, un día conocí a un hombre, él era inteligente, astuto y hasta cierto punto controlador, tuvo una gran influencia en mi al punto de hacerme reflexionar sobre lo que estaba haciendo con mi vida. —Me describe a mi padre como un hombre muy respetado. —Lo era, no solo en las calles, siempre
—Adelante Emma —sugirió el Capitán esperando a que yo entrara primero. Por inercia o vergüenza, comencé a caminar torpemente sin elevarla mirada a mi paso. Pero al entrar note la suntuosidad del lugar tan solo con mirar el suelo. Era una combinación de bloques de mármol blancos y negros, era como un juego de ajedrez sobre mis pies. Incitada por la curiosidad eleve la mirada unos instantes, encontrando a mi paso una decoración digna de un palacio, vi una gran pintura de lo que parecía ser la escena de alguna obra de teatro o quizás el recuerdo de algo ocurrido en el pasado, era una casa, quizás una mansión ardiendo en llamas, la técnica utilizada en el lienzo era tan perfecta y precisa que podía sentirse las llamas salir de la pintura, podía ver a una familia observar cómo en cuestión de minutos su patrimonio se reducía a nada. También observe otros cuadros qué, quizás relataban viejas batallas que tal vez me habían enseñado en la escuela, pero que precisamente en este momento no reco
Aquella noche no pude pegar un ojo, quizás porque no estaba acostumbrada a la soledad o tal vez era la picazón que el nuevo pijama me ocasionaba, era una bata blanca muy bonita, con holanes y encajes muy finos, quizás eso era lo que le molestaba a mi cuerpo, que yo no estaba hecha para usar cosas ostentosas, pero lo más probable era que tal vez se debía a mis padres. Había intentado no pensar en ellos o en el dolor de perderlos, quería tratar de superarlo, pero un día intentándolo solo era el principio de mi martirio. Esa noche vi pasar las sombras de las nubes sobre la alfombra de mi nueva habitación, escuché el repicar de cada hora que el reloj que se encontraba en la planta baja. Cerré los ojos esperando que el sueño llegara por sí solo, pero eso nunca paso y entonces la noche comenzó a ofrecerme pensamientos oscuros, de muerte y sufrimiento. En él vació de aquella habitación me pareció lo mejor, dejarme llevar por mi dolor, pero también estaba ese atisbo de esperanza que tampoco p
—¿Te encuentras bien, Emma? —Si— mentí. —No lo pareces, estás pálida. —Solo estoy un poco cansada, eso es todo. —Entonces vayamos a descansar— sugirió, ella también debía estar cansada, sobre todo con el clima, que, aunque no estaba tan frío, para ella debía ser agobiante. Los últimos meses del año debían ser muy duros para ella. —¿No saludaremos al señor Dashwood? — objeté enseguida recordándole cuál había sido el motivo por el que decidimos volver adentro, según yo, la llegada del dueño de la casa era algo que no se podía ignorar y al ser su invitada desde hace un par de meses debía ser yo la primera en recibirlo, oportunidad que perdí al no saber que llegaría, así que no quería perder un segundo más, necesitaba verlo. —Me temo que eso será imposible por el momento—interrumpió una voz masculina. Era aquel hombre del que mi dama de compañía me había advertido, Lewis Koch, su voz sonó algo rasposa como si estuviera enfermo de la garganta, pero la severidad con la que pronuncio es
—¿Interrumpo algo?—pronuncio Lewis deteniendo su andar, sin embargo, por la expresión de su rostro, deduje que aquella interrupción no era mera casualidad. El señor Dashwood volvió a mirarme e inclino la cabeza, quizás apenado para después dirigirme una grácil sonrisa—No, adelante— respondió haciendo un ademan con la mano, permitiendo que aproximara a nosotros. No lo sabía, pero hasta ese momento me di cuenta lo mucho que extrañaba su voz, tan imponente, galante y gentil— ¿Ya conoces a la señorita Emma Baker?—Si, tuve el placer de conocerla hace algunas horas, es un encanto—mintió para poder mofarse de mí, pues me miro de reojo mostrando en su mirada arrogancia, aunque en realidad no habíamos podido cruzar palabra alguna, su descortesía se debía por la discordia que había entre mi dama de compañía y él.—¿Se conocen?—insistió Lewis. Me ruborice al instante y agache levemente la mirada para retirar un mechón de cabello que me impedía ver la reacción del señor Dashwood.—No, en realida
—¿Desea que la acompañe de regreso, señorita? —No, muchas gracias, estaré bien— dije aminorando el paso y fingiendo una sonrisa al verla, para después huir de ahí. Mientras caminaba de regreso reflexioné todo, desde la cena hasta el último segundo en que había estado con él, no quería olvidar nada y ahora que tenía su pañuelo de vuelta me sentí más ligada con él, quizás por esas palabras que me había dicho antes, sobre esa costumbre de su familia. Sin embargo, me percate un segundo después de subir la escalera que el pañuelo había desaparecido de mi mano, estaba tan concentrada en mis pensamientos que irremediablemente lo había dejado olvidado en algún lado durante mi trayecto, no tenía más remedio que regresar y buscarlo. Regrese siguiendo mis pasos y buscando lentamente, pero no vi ni rastro de él, no fue sino al llegar de vuelta a la entrada del hermoso saloncito en donde había estado con Roy que lo vi, extendido sobre el suelo con sus iniciales brillando, me sentí aliviada al to
Disfruté volviendo a releer la historia con la emoción de poder encontrar más mensajes como ese y fue al final de la última página que encontré el nombre del propietario de aquel libro y un mensaje escrito de su puño y letra: La apariencia es la base de una buena mentira y la mentira es el principio de nuestro propio infierno, el diablo es la mentira y yo soy el diablo. Roy F. Dashwood V No podía creer que ese libro era suyo, en realidad todo en esa biblioteca lo era, pero saber que ese libro había estado en sus manos, me alegro, era el primer indicio que tenía de los gustos de Roy. Al principio creí que esas palabras eran su propia interpretación de la lectura, pero conforme lo pensaba, comencé a creer que no era así, algo dentro de mí, me advertía que Roy, además de ser un hombre muy reservado también ocultaba secretos y casualmente me había cruzado con uno de ellos. Creí que tal vez encontraría mensajes así en otros libros, y así que comencé a llevarme más y más, sin embargo, n