Casemonos

Rogel

He despertado al no sentirla entre mis brazos, casi muero del susto, me levanté corriendo a buscarla por la habitación. Al no verla me puse unos pantalones de pijama y bajé rápido tratando de localizarla. Al llegar a la cocina, la señora Meli me mira con los ojos abiertos al verme sin camisa.

—Buenos días, hijo, ¿qué sucede?

—Perdone la falta de ropa, señora Meli, pero…

—Tranquilo, ella está bien, está en el columpio. ¡Ah! Y no me digas más señora Meli, dentro de poco deberás llamarme madre o Meli, el que más cómodo te sea. Ahora ve, no la dejes sola, necesita mucho cariño y comprensión en estos momentos.

Con eso se vira y comienza a tararear mientras sigue cocinando. Yo me quedo en blanco, pues me ha permitido decirle madre y es una palabra tan grande para mi boca, que decirla no es tan fácil. Hasta ahora nada más le digo así a Eli y no siempre lo hago. Camino hacia la entrada y sigo pensando en lo que me ha dicho que mi mujer necesita amor. ¿Qué habrá pasado en mi ausencia?

Cu
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