Aún vives en mi

Para Marcos Graham, tener a Rebeca en sus brazos era todo lo que él deseaba, todo su mundo, los sueños recurrentes lo atormentaban, pero en esos instantes era feliz, los sueños haciéndola suya una y otra vez, su cuerpo que tanto extrañaba, lo excitaba de sobremanera, hacía añorarla tanto que dolía. Eran esos sueños de los cuales nunca quería despertar; pero siempre volvía a la realidad a la misma hora cada mañana, la cruda realidad de no tener a su amada cerca, de no tenerla entre sus brazos, su único aliento, su pilar, la última fuerza que le quedaba era su hijo. Joseph era la luz en el camino que perdía cuando no aguantaba más, cuando el camino se hacía más doloroso, pero más que eso, era empezar cada día sin ella a su lado. Su rutina no había cambiado durante estos 5 años, se levantaba a las seis de la mañana (si es que podía conciliar el sueño) se vestía con ropa cómoda para correr y luego a su gimnasio personal, hacer la rutina de ejercicios, dado que no podía con el diario vivir, así se desahogaba, volvía a su habitación se daba un baño se alistaba tan pulcramente, como que nada pasara en su vida aunque estuviera totalmente destrozado, nadie lo sabía, su rostro no decía nada su mirada siempre gélida y fría. Se dirigía al cuarto de su hijo como cada mañana para levantarlo, asearlo y enviarlo a la escuela, era una rutina diaria. Movía suavemente el cuerpo de su hijo, que estaba dormido profundamente sin ningún indicio de querer levantarse, con una sonrisa hermosa en su carita que causaba ternura al menor de los Graham, la misma de su amada Rebeca

 

— ¿Tan difícil como cada mañana?

Preguntaba, Eva, mientras se acercaba a su sobrino y sonreía a su hermano.

 

—Mn

No dijo más, se retiró, ya sabía que su hermana se encargaría.

 

— Levántate Joseph, es hora de ir a la escuela

El mencionado, se acurrucaba más en su sabana, no quería despertar. Eva se reía de ver a su sobrino.

 

— Si no te levantas ahora, te quedaras solo en casa con Tío Miller

Sabía que a Joseph eso no le gustaba mucho, no era que no quería a su abuelo, pero él siempre le daba tareas y eso no era divertido. Con esa mención dio un salto fuera de la cama

— Buen día, tía Eva, estoy muy despierto, tengo muchas ganas de ir a la escuela

Eva río, por lo bajo.

 

— Te espero en la cocina para desayunar, tu padre está esperando

Solo bastó que su tía dijera eso, el mencionado ya estaba casi listo. Eva Graham salió de la habitación de su sobrino, encaminándose donde su hermano con la mente en otro lugar, ya que no sabía cómo contarle lo que pasó en Los Ángeles.

 

 

***********

Frank Soler, Rebeca Vera, Ximena Soler y los niños, estaban esperando en el aeropuerto para arribar a su vuelo, haciéndose a la idea que no sabían cómo controlar a dos niños pequeños por catorce horas en un avión. Fue toda una travesía los primeros 20 minutos, la emoción de Carlos Muentes (Carlos Santisteban) era memorable, estaba llevando a su primo devuelta a casa y casi no podía creerlo. Al contrario de Elías Vera, que era un niño muy dócil y tranquilo que únicamente hacía las preguntas básicas a su mamá para no molestarla.

 

— Mamá, ¿cuándo lleguemos a Italia que vamos a hacer? Ahí no conocemos nada

Elías estaba un poco nervioso, él se fue de Italia cuando era un bebé y no recordaba nada de ese sitio.

 

—Tranquilo mi cielo, mamá te llevará a conocer muchos lugares, te va a gustar mucho

Sonriendo más tranquilo se acomodó en su asiento para dormir un rato, el viaje era muy largo.

Marcos Graham condujo a su hijo a la escuela, lo dejó en la entrada, se despidió y se dirigió a la empresa, necesitaba olvidar esos sueños que tuvo en la noche y parte de la madrugada, su cuerpo le pedía a gritos tener en sus brazos a su amada, era una droga la cual él no podía dejar. Solo el trabajo podía distraerlo, ya que nadie podía compararse a su esposa, al menos así pensaba él. En otra parte, después de su llegada a Italia.

Cuando llegaron a casa sus padres estaban en conmoción total, su mamá no dejaba de abrazar a Elías y Rebeca dejándole besos por todas partes de su rostro. Los mencionados estaban rojos como tomatitos maduros, pero amaban a esa mujer que les prodigaba tanto amor.

 

— ¡Mamá tranquila los vas a asfixiar! Déjalos respirar

Decía Frank algo celoso, porque no lo abrazo a él.

 

—Tranquilo cariño, mamá también te ama

Contestaba Miranda Soler, apretando sus cachetes, los niños no aguantaron la risa.  Augusto Soler se encargó de los niños, mientras la madre conversaba con sus bebes...... como ella les decía, mientras preparaba la comida. Cenaron de forma amena, conversando de los años que no se habían visto y más trivialidades, la noche llegó volando y querían descansar, el vuelo fue largo y pesado. Rebeca cargó a un adormilado Elías y se dirigió al cuarto con él, se sentía demasiado agotada, se despidió de la familia y subió las escaleras a Ximena, la recogió Sergio Muentes (Julio Santisteban) quien llevó a un muy dormido Carlos al asiento trasero del auto, se despidieron y partieron a su hogar. Solo quedaron los Soler mayores y Frank en la sala, la primera en pronunciar palabra fue Miranda, mirando fijamente a Frank que estaba algo pensativo.

 

—Estamos solos, di lo que tengas que decir y no te guardes nada

Menciono la matriarca Soler, con una voz grave, nada similar a la que tenían hace algunas horas. El mencionado salió de sus pensamientos mirando a sus padres, intentando decirles todo lo que el doctor había comentado de la salud de Rebeca y sus dichosas ''vacaciones'' que más bien eran obligadas.

 

— Mamá, papá, no es nada grave, la quise traer para que descanse, ha estado trabajando sin descanso, para poder pagar la colegiatura de Elías en una buena escuela, por eso enfermo.

 

— ¡Esa muchacha! Porque no acepta de una buena vez la pensión que destinamos para Elías y su futuro escolar

Comentó Miranda, algo preocupada por su hija adoptiva y su nieto. Frank, Suspiro y siguió

—Dentro de todo eso, una visita un tanto extraña se presentó en las oficinas de la agencia de los Ángeles, que alteró a Rebeca y removió su pasado.

Augusto y Miranda estaban tranquilos, pero no podían dejar de pensar que tan bueno era que regresará ahora a Italia con sus recuerdos queriendo despertar. No era que no querían que sus recuerdos volvieran, únicamente que no querían perder a su hija y nieto.

********

Llegó a la oficina temprano como siempre, empezó su papeleo cotidiano, asistió a un sinfín de reuniones, no tuvo tiempo de almorzar, cansado y estresado, decidió salir de la oficina a tomar un poco de aire y un café. Marcos estaba realmente agotado.

 

Rebeca llevó aún muy curioso Elías a pasear por la ciudad, fueron solos, todos estaban ocupados en sus trabajos y estudios. A Rebeca le prohibieron poner un pie en la agencia, así que decidió pasear todo el día con su bebé. No recordaba mucho en realidad, pero con Gps en mano llevaría a su hijo donde él quisiera.

 

Marcos Graham yacía sentado en una mesa, al lado de la ventana, con la mirada perdida y los recuerdos doliendo en su pecho. Una voz muy dulce lo sacó de su trance 

 

—¿Señor, porque está triste? Mi mamá dice que cuando alguien está triste hay que ayudarle para que se alegre y así pueda estar mejor.

 

Todo esto lo dijo con un tono suave, con una pequeña sonrisa en su rostro. Marcos Graham miró algo extrañado al niño que le hablaba, se parecía mucho a él cuando era niño, claro que él no hablaba mucho.

 

— ¿Tu mamá?

fue lo único que pudo preguntar.

 

— Si tengo mamá, mi mami es ella

Señalando a Rebeca en la fila para pagar sus bocadillos, Marcos se sorprendió mucho, tanto que no pudo formular palabra, el shock fue demasiado grande 

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