Por otra parte, tenía su sesión diaria de visitar a Louis, el duque siempre acababa amenazándolo, pero la verdad era que nadie había venido a tocar a la puerta para preguntar por su desaparición. Por muy importante que se creyera, la verdad era que a la gente como él nadie lo extrañaba. —¿¡Eres tú
Estaba nervioso, asustado y a punto de echarse a temblar, pero todo eso era bueno y sobre todo estaba feliz porque sabía que Elisa estaba viva. El vuelo a Francia se le hizo inmensamente largo y luego aquel viaje por carretera terminó de sacarlo de su centro de control. Cuando finalmente llegaron a
Kainn de verdad no quería asustarla. Estaba en las nubes con el hecho de que ella estuviera bien y el bebé... ¡los bebés, eran dos! también estuvieran a salvo. —Está bien, voy a contarte todo lo que pasó, pero por favor tienes que prometerme que estarás tranquila —le suplicó él—. El señor Moguer fu
—Lo siento, pero necesito tiempo para procesar todo esto. No puedo volver a lo que éramos como si nada hubiera pasado —declaró por fin—. Yo voy a quedarme aquí. Kainn la miró como si se hubiera vuelto loca. —¿Qué? ¿No vas a volver a casa, nunca más? —Pues para empezar aquella no es mi casa, y si
Desde el mismo momento en que lo había conocido, Kainn Black era un animal de presa. Así que verlo en su papel de chiquillo indefenso hacía que a Elisa se le ablandara el corazón sin que pudiera evitarlo. —¿De verdad estás bien con esto? —preguntó todavía con un rezago de incredulidad. Él le devol
Kainn apretó los labios y negó. —Nada. Ninguno de los dos sabemos lo que va a pasar, pero de lo que sí puedes estar segura es que de no me voy a ir, voy a estar aquí para ustedes tres, así que más te vale ir renunciando al sofá. Elisa abrió mucho los ojos y negó. —No, no, no, no. ¡Mi sofá no! —N
Kainn sentía que había una carga extraña en el aire, pero en medio de aquel sueño no lograba identificar de dónde venía. Abrió los ojos despacio y se sobresaltó al encontrarse a Brigitte muy cerca de él, mirándolo fijamente. Su rostro estaba pálido y concentrado, y Kainn se sentó de golpe, sintiéndo
Elisa apretó los labios con una mueca de tristeza y asintió. —Tienes razón, no puedo bajar la guardia en ningún momento —murmuró por fin. —Creo que o mejor es que yo me quede aquí —sentenció la muchacha—. Te haré compañía y así tendrás una chaperona que te cuide. Después de todo no tienes por qué