Elisa estaba en shock, incapaz de creer las palabras que acababa de escuchar de Kainn. Él no quería al bebé. No quería que tuviera al bebé. ¿Cómo se suponía que interpretara eso? ¿Qué debía sentir... cómo podía procesar una sentencia como aquella? ¡No quería al bebé! Su cabeza daba vueltas, todo
Elisa lo miró aturdida, como si le estuvieran hablando en otro idioma. Tenía toda clase de sentimientos y hormonas aflorando y no señor, no eran los mejores. —¿Me estás diciendo que quieres que no tenga a mi hijo solo porque hay una posibilidad de que sea ciego? —gruñó. —¡No es una posibilidad! ¡E
Kainn sentía que el corazón se le saldría del pecho. Fue un instante, solo un instante en el que Ginger avanzó y Kainn juraba que podía verla moverse en cámara lenta, lista para atacar. Su respiración se detuvo en aquel segundo y el terrario fue a dar al suelo con todo y escorpión mientras Kainn aga
El secretario apretó los labios con un gesto de indecisión pero terminó entregándole una de las llaves, y la muchacha se dirigió al hospital. La doctora la revisó de inmediato y le hizo una prueba rápida de embarazo. —Bien. Vamos a retirarte de inmediato el implante subdérmico y luego haremos una e
No quería que tuviera al bebé. Ese había sido su primer instinto. No quería que lo tuviera pero escuchar a Elisa decir aquello, verla sufrir era como si le abrieran el pecho con un cuchillo de pan. La vio subirse en la primera camioneta y le hizo un gesto al secretario Moe para que se la llevara mie
—Eli eso no es cierto, yo no quise lastimarte, no quise... —Por favor, vete, quiero estar sola. Vete —murmuró ella mirando afuera por la ventana—. Porque si no te vas tú, me voy a ir yo. Y si de algo Kainn Black estaba seguro en aquel momento era de que Elisa no amenazaba en vano. El resto de ese
Jamás en su vida el secretario Moe había visto a su jefe tan angustiado. Kainn Black era un hombre de acción, y ahora que se acercaba su venganza la lógica dictaba qe estuviera preparado y furioso, pero en lugar de eso estaba pensativo y desesperado. No se atrevía a decirlo en voz alta, pero sabía q
Alton se puso lívido y se prendió de los barrotes, intentando sacudirlos inútilmente. —¡Eres una basura, un arrastrado, y te estás dejando llevar por tu zorra! ¡Nada más! —exclamó Alton fuera de sí—. ¿Dónde está, eh? ¿Dónde está Elisa que no anda por aquí regodeándose? Kainn sonrió con calma. —Es