Debían ser cerca de las diez de la noche cuando Kainn y Elisa se despidieron del señor Ba Kaung y su familia. Era un hombre codicioso, pero no más que el humano común. Además se notaba que era agradecido, y en eso definitivamente no era igual al humano común. Con el dinero de aquella transacción ase
La mayoría de las veces hacían el desayuno juntos, pero esta vez Kainn dejó que Elisa se ocupara mientras él respondía una llamada tras otra de todas las que tenía pendientes. —Bueno, reina, hora de ir a trabajar. ¿Vamos? Los pasos de aquella venganza avanzaban con lentitud, pero inexorablemente.
Sí... Sí. Sí. Sí. Sí... En aquel momento Elisa le habría dicho que sí sin pensarlo, a cualquier cosa que él hiciera o le pidiera pero no era por amor, era por confianza, admiración y respeto. Así que en cierto modo se sentía feliz porque no había caído en las redes de un romance como el que había c
—¿Vienen por el trabajo? Les advierto que es difícil —fue su saludo. —Tengo entendido que esta es una de las mayores transportadoras de la región ¿es correcto? —preguntó Kainn sin molestarse, porque los dos iban en ropa informal. —¡No, claro que no es una de las mejores, es la mejor, la mayor! Y a
Kainn se sentía desesperado, el temor lo invadía por completo. —¡Nena...! Nena tienes que despertarte, por favor no me hagas esto —murmuró mientras se ponía ropa y trataba de que reaccionara. Con el corazón en la boca, Kainn corrió a buscar el botiquín de la casa y sacó un termómetro para tomarle
Volvió con un juego de aguas, vías y sueros. —No hay medicamentos contra la malaria pero sí antipiréticos —dijo—. Se los pondremos en vena, lo primero es evitar las convulsiones. Le colocó el medicamento a Elisa y se giró hacia su hermano. Los dos eran iguales, hombres con capacidad y espíritu par
"Ve... estará bien... ve..." Elisa podía escuchar aquellas palabras desde una voz desconocida y por algún motivo supo que se las decían a Kainn. Y ella no quería que él se fuera. Intentó abrir los ojos pero era casi imposible. Sentía el cuerpo pesado y estaba muy cansada. —Oye, tienes que comer. N
Elisa asintió y luego se volvió hacia Kainn. Sus ojos se ablandaron al contemplar su rostro. Él se sentó a su lado y le apartó el cabello de la frente. Su tacto era suave, como un susurro, y Elisa se sintió aliviada. —Deberías comer algo —dijo Kainn—. Necesitas recuperar fuerzas. Elisa asintió e i