Alton de Brickstow era un completo imbécil, Louis lo sabía. Le gustaba usarlo porque era tan arrogante que resultaba absurdamente fácil de manipular. Solo otro idiota que se creía de sangre azul por derecho, sin entender que la sangre azul se tenía que pagar, el poder se tenía que pagar y si el dine
Alton y Louis se miraron entre ellos, pero mientras el primero estaba preocupado por no haber pensado en eso, el segundo se veía completamente furioso. —¿Olvidaste comprar los derechos del agua? ¿¡Estás loco!? —le gruñó a Alton. —¡Pues yo nunca había tenido una mina! ¡Compré la propiedad, creí que
Debían ser cerca de las diez de la noche cuando Kainn y Elisa se despidieron del señor Ba Kaung y su familia. Era un hombre codicioso, pero no más que el humano común. Además se notaba que era agradecido, y en eso definitivamente no era igual al humano común. Con el dinero de aquella transacción ase
La mayoría de las veces hacían el desayuno juntos, pero esta vez Kainn dejó que Elisa se ocupara mientras él respondía una llamada tras otra de todas las que tenía pendientes. —Bueno, reina, hora de ir a trabajar. ¿Vamos? Los pasos de aquella venganza avanzaban con lentitud, pero inexorablemente.
Sí... Sí. Sí. Sí. Sí... En aquel momento Elisa le habría dicho que sí sin pensarlo, a cualquier cosa que él hiciera o le pidiera pero no era por amor, era por confianza, admiración y respeto. Así que en cierto modo se sentía feliz porque no había caído en las redes de un romance como el que había c
—¿Vienen por el trabajo? Les advierto que es difícil —fue su saludo. —Tengo entendido que esta es una de las mayores transportadoras de la región ¿es correcto? —preguntó Kainn sin molestarse, porque los dos iban en ropa informal. —¡No, claro que no es una de las mejores, es la mejor, la mayor! Y a
Kainn se sentía desesperado, el temor lo invadía por completo. —¡Nena...! Nena tienes que despertarte, por favor no me hagas esto —murmuró mientras se ponía ropa y trataba de que reaccionara. Con el corazón en la boca, Kainn corrió a buscar el botiquín de la casa y sacó un termómetro para tomarle
Volvió con un juego de aguas, vías y sueros. —No hay medicamentos contra la malaria pero sí antipiréticos —dijo—. Se los pondremos en vena, lo primero es evitar las convulsiones. Le colocó el medicamento a Elisa y se giró hacia su hermano. Los dos eran iguales, hombres con capacidad y espíritu par