Tierras. Hablaban de nombres y lugares que solo ellos conocían perfectamente por ser locales. Durante un largo rato estuvieron los dos en aquella negociación, pero finalmente el señor Ba Kaung mandó a uno de sus sirvientes a traer té verde y la entrevista pasó del despacho del regente a la terraza d
—Su nombre es Kha. Estamos aquí por él —le dijo y tomando su mano, se acercó al pequeño que debía tener unos siete años. Estaba sentado junto a un par de rústicas muletas en el portal de una casita muy pobre; y una anciana salió apenas los vio acercarse. —Solo queremos ayudar —le dijo Elisa tendié
Podía sentir su boca. Sobre el calor que manaba de su espalda estaba su boca, delineando cada curva, rozando bajo las sábanas, mordiendo, besando, jugando. Elisa abrazaba la almohada y solo sintió cómo él separaba despacio una de sus piernas para tener acceso. Un segundo después aquella lengua la hi
Por fin, el placer explotó en el interior de Elisa como una tormenta que los recorrió a ambos, y Kainn ahogó cada uno de sus gritos con besos. Un clímax urgente, compartido y delicioso que los hizo caer en la cama como si salieran de una batalla. —Te equivocaste... no serán solo dos días... Kainn
Alton de Brickstow era un completo imbécil, Louis lo sabía. Le gustaba usarlo porque era tan arrogante que resultaba absurdamente fácil de manipular. Solo otro idiota que se creía de sangre azul por derecho, sin entender que la sangre azul se tenía que pagar, el poder se tenía que pagar y si el dine
Alton y Louis se miraron entre ellos, pero mientras el primero estaba preocupado por no haber pensado en eso, el segundo se veía completamente furioso. —¿Olvidaste comprar los derechos del agua? ¿¡Estás loco!? —le gruñó a Alton. —¡Pues yo nunca había tenido una mina! ¡Compré la propiedad, creí que
Debían ser cerca de las diez de la noche cuando Kainn y Elisa se despidieron del señor Ba Kaung y su familia. Era un hombre codicioso, pero no más que el humano común. Además se notaba que era agradecido, y en eso definitivamente no era igual al humano común. Con el dinero de aquella transacción ase
La mayoría de las veces hacían el desayuno juntos, pero esta vez Kainn dejó que Elisa se ocupara mientras él respondía una llamada tras otra de todas las que tenía pendientes. —Bueno, reina, hora de ir a trabajar. ¿Vamos? Los pasos de aquella venganza avanzaban con lentitud, pero inexorablemente.