Dominic mantuvo la mirada fija en su tío Salvatore, quien se acercaba lentamente con una presencia imponente y peligrosa. Sentía su garganta seca, pero no podía mostrar miedo; sabía que cualquier señal de debilidad sería un error fatal.—Tío Salvatore —repitió Dominic, intentando sonar más firme—. No estoy huyendo. Estoy buscando la manera de arreglar todo esto.Salvatore soltó una carcajada seca, sin calidez alguna, mientras cruzaba los brazos frente a su pecho.—¿Arreglarlo? ¿Y cómo planeas hacerlo? ¿Con más traiciones? —su tono era sarcástico y cargado de desprecio—. Sabemos lo que hiciste, Dominic. Ayudaste a escapar a la niña, y ahora mi hermano está muerto por tu debilidad. De esa manera no podrás dirigir a esta organización cuando crezcas… Dominic dio un paso atrás, sintiendo cómo las palabras de su tío caían sobre él como golpes. Sabía que su acción había desencadenado el caos, pero lo hizo porque creyó que era lo correcto salvar a Trina.—Lo hice porque… —comenzó, buscando
Los hombres lo sacaron a la fuerza, y Dominic se tambaleó ligeramente antes de enderezarse. A pesar del dolor, levantó la cabeza con orgullo, decidido a no mostrar debilidad.—¿Qué planean hacer ahora? —preguntó con un tono desafiante, sus ojos fijos en uno de los hombres.El guardia soltó una carcajada.—No estás en posición de hacer preguntas, chico. Entra.Lo empujaron hacia el interior de la casa. El lugar estaba oscuro y olía a humedad y metal oxidado. Las paredes estaban manchadas, y el eco de sus pasos resonaba en el espacio vacío. Lo llevaron hasta el centro de la sala, donde Salvatore lo esperaba de pie junto a una mesa llena de herramientas.—¿Sabes, Dominic? —dijo Salvatore, girando un cuchillo en sus manos—. Lo que hice hace un rato fue un simple recordatorio. Pero ahora quiero saber si tienes lo necesario para ser un King. No solo un nombre, sino un verdadero heredero.Dominic lo miró con odio, pero no respondió. Sabía que cualquier palabra que dijera solo empeoraría su s
El viaje de regreso a casa transcurrió en un silencio tenso. Trina, agotada por la experiencia traumática, se había quedado dormida en los brazos de su padre. Lisandro la sostenía con fuerza, su mirada fija en el paisaje nocturno que pasaba velozmente por la ventana del auto.Leandro, sentado en el asiento del copiloto, se giró para mirar a su hijo con preocupación.—Hijo, lo siento, te juro que hice todo lo posible por mantenerte lejos de este mundo, para que no te tocara enfrentarte a nada de esto, y sé que tu decisión era mantenerte al margen de todo esto, Enrico y yo podemos protegerte… no es necesario que entres a este mundo —dijo con preocupación.Lisandro lo miró con una expresión amarga. —Después de lo de hoy... no creo que sea posible papá, ya no hay vuelta atrás. Aunque he querido alejarme de este mundo, parece que el destino tiene otros planes. Si tengo que convertirme en alguien que no quería ser para proteger a los míos, que así sea y ya no lucharé contra eso.Enrico asi
Carolina Laredo se encontraba en la puerta de la iglesia, vestida con un traje de novia blanco inmaculado que brillaba bajo el sol. Su cabello castaño estaba recogido en un elegante moño, pero a pesar de su apariencia perfecta, una oleada de ansiedad la invadía. Sus dedos temblaban como hojas otoñales a punto de caer, sosteniendo a duras penas el delicado ramo de rosas blancas. El sol de la tarde proyectaba un halo sobre su cabello oscuro, simbolizando una pureza que ahora parecía más una burla que una bendición. Al lado de ella, su madre, María, la miraba con preocupación, su ceño fruncido, revelando la inquietud que ambas compartían, después de tener más de una hora esperando al novio, al punto de que los invitados salieron de la iglesia impaciente para observarla. —¿Por qué no llega mamá? ¿Y tampoco Lina? — Su voz tembló, cortando los susurros que se arremolinaban a su alrededor. El sudor brillaba tenuemente en su frente, delatando su agitación interior. Lina era su mejor a
La angustia y la confusión se entrelazaban en la mente de Carolina mientras revisaba la aplicación que había instalado. Se había registrado como "Rina", un seudónimo que le proporcionaba una sensación de protección, y seguridad. Su corazón latía con fuerza, y cada nueva pregunta que respondía en su teléfono y le daba a siguiente, le hacía saltar de nervios.Tomó un respiro profundo, intentando calmarse antes de tomarse una foto. Sin embargo, al verla, la realidad la golpeó: su rostro cansado y las profundas ojeras hablaban de la tormenta emocional que había estado atravesando. “No puedo subir esto”, pensó, sintiéndose un completo desastre. Si lo hacía, nadie le daría una segunda mirada, porque se veía realmente fatal.Decidió buscar en su galería una imagen adecuada. Finalmente, encontró una donde sonreía, con la luz del sol reflejándose en sus ojos azules. Esa imagen capturaba la esencia de la Carolina que alguna vez fue, antes de que la traición de su novio y el accidente de su mad
Carolina se quedó mirando fijamente la pantalla de su teléfono, el contrato firmado, pesando como una losa sobre su conciencia. Las horas pasaban lentamente, cada minuto acercándola más a su cita con Leo. Intentó dormir, pero el sueño la eludía. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de su madre en la cama del hospital, mezclado con imágenes de un hombre desconocido esperándola en una habitación de hotel. El miedo y la anticipación se arremolinaban en su estómago. Cuando finalmente amaneció, Carolina se levantó exhausta. Se miró al espejo, notando las profundas ojeras bajo sus ojos. —¿Qué estoy haciendo? —, se preguntó por enésima vez. Pero la imagen de su madre, vulnerable y necesitada, la impulsó a seguir adelante. Pasó el día en un estado de ansiedad constante, alternando entre el hospital y su casa. Cada vez que miraba a su madre inconsciente, sentía una mezcla de determinación y culpa. "Todo esto es por ti, mamá", pensó, acariciando suavemente la mano inerte de María.
Carolina sintió que el aire se le escapaba de los pulmones ante la orden directa de Lisandro. Un escalofrío recorrió su cuerpo, mezcla de nervios y anticipación. Sus manos temblaron ligeramente mientras llevaba sus dedos al cierre de su vestido. Con movimientos lentos e inseguros, comenzó a bajarlo, revelando centímetro a centímetro su piel. El aire frío de la habitación la hizo estremecerse, o quizás era la intensidad de la mirada de Lisandro sobre ella. Sus ojos verdes la recorrían con un hambre que la hacía sentir expuesta y vulnerable.Cuando el vestido cayó a sus pies, Carolina se quedó de pie frente a él, cubierta solo por su ropa interior de encaje. Instintivamente, cruzó los brazos sobre su pecho, tratando de ocultar su desnudez.—No te cubras —dijo Lisandro con voz ronca—. Eres hermosa.Sus palabras la hicieron sonrojar intensamente. Lentamente, Carolina bajó los brazos, permitiéndole admirarla por completo.Lisandro se acercó en su silla de ruedas, hasta quedar justo frente
El aire en el vestíbulo del hospital se volvió tenso para Carolina. Se encontraba atrapada entre la mirada inquisitiva de su madre y las palabras de Inés, quien había interrumpido la conversación justo a tiempo.—Hola, señora, mucho gusto. Usted debe ser la mamá de Carolina —dijo Inés, extendiendo una mano con una sonrisa amigable—. Soy Inés Martínez, para servirle. Solo se trataba de una broma... es que vi a Carolina el día de su accidente y nos hicimos amigas.Carolina sintió una oleada de alivio. Inés, con su carisma despreocupado, parecía capaz de desviar la atención.—¿Una broma? —preguntó María, su expresión todavía entre la confusión y la preocupación.—Sí, claro —respondió Carolina con una sonrisa nerviosa—. No creerá que somos capaces de hacer algo así, ¿verdad?La expresión de su madre se suavizó, y una risa leve escapó de sus labios. —Por supuesto que no, cariño. —María respiró hondo, asintiendo lentamente—. Siempre he confiado en ti.Inés sacó una tarjeta de su bolso y se